CAPÍTULO 10

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El aire estaba cargado de tensión mientras Yaeko Gojo se enfrentaba a Kishibe y Toji. A pesar de su juventud, había un fuego en sus ojos que reflejaba la fortaleza de una verdadera guerrera. Sin embargo, la experiencia de los hombres era palpable, y cada movimiento de Kishibe y Toji era un recordatorio de la dura realidad que enfrentaba. Kishibe, con su astucia y técnica depurada, parecía anticipar cada golpe que Yaeko lanzaba, mientras que Toji, con su velocidad sobrehumana, se movía como una sombra, siempre un paso adelante.

Yaeko, con el corazón latiendo con fuerza, lanzaba hechizos y ataques a gran velocidad, pero su inexperiencia era evidente. Cada vez que creía tener la ventaja, un contragolpe la sorprendía y la obligaba a retroceder. La lucha se extendía, y cada golpe que recibía parecía desgastarla un poco más. Sus pensamientos volaban hacia Tn, deseando que estuviera allí para apoyarla, pero había una sombra creciente en su pecho, un presagio de que las cosas no iban bien.

Mientras tanto, en un lugar completamente oscuro, Tn se encontró atrapado en un vacío que parecía devorarlo. Los últimos recuerdos que tenía eran de la traición y el dolor: la apuñalada de Toji, el frío metal atravesando su garganta, y la percepción de su propia mortalidad. La angustia lo envolvía, pero en su mente, la oscuridad se tornó en un eco familiar.

-¿Realmente planeas morir?- resonó una voz profunda y ancestral, como un susurro en la penumbra. Era un demonio primigenio, una entidad que había anidado en su ser, un ser que había estado allí desde el principio.

Tn, con su actitud frívola y sin miedo, respondió: -Eso haré. Pero no sin dar pelea. No tengo intención de dejar que esto termine así.

Mientras en su mente se forjaba esa resolución, su cuerpo, en el mundo exterior, comenzó a regenerarse lentamente de los ataques de Toji. La herida en su garganta cerrándose, el color regresando a su piel. La vida luchaba por aferrarse a él, y una chispa de venganza se encendía en su interior.

Regresando al enfrentamiento, Yaeko se movía con creciente desesperación y determinación, intentando mantener a salvo a Kuroi. Sin embargo, en un momento crítico, cometió un pequeño error. Al intentar interceptar un disparo de Kishibe que iba dirigido hacia Kuroi, se expuso a un punto ciego. Fue en ese instante que Toji, con su alabarda celestial invertida, la atravesó, el metal frío perforando su carne.

-¡Yaeko!- gritó Kuroi, desangrándose por la bala que había recibido de Kishibe. Su voz era un eco de desesperación, instando a Riko a correr adentro, a no detenerse, incluso mientras la escena se tornaba caótica.

Riko, con el corazón en la garganta, comenzaba a correr, pero su determinación flaqueó al ver que Kishibe estaba a punto de volver a disparar. Sin embargo, en un último esfuerzo, Yaeko, herida pero no vencida, lanzó un ataque a su alrededor, enviando a Kishibe volando hacia atrás con su último ataque de azul.

El tiempo pareció detenerse mientras el caos reinaba. Sin embargo, en ese mismo instante, Toji, que había estado esperando esa oportunidad, atravesó a Yaeko con su espada. El mundo se llenó de un silencio sepulcral, un momento de desolación que resonaba en el aire mientras cada uno de ellos enfrentaba su destino. La lucha no solo era por la supervivencia, sino también por el poder, el amor y la esperanza, en un ciclo interminable de dolor y sacrificio.

El sol brillaba intensamente sobre la Academia de Hechicería, iluminando los antiguos edificios con su luz dorada, pero en el corazón de Riko Amanai, la calidez se había convertido en un frío helado. Sus pasos resonaban en el suelo de piedra mientras corría, el eco de sus sollozos ahogando cualquier otro sonido en el aire. La escena que acababa de presenciar la perseguía como un espectro: Kuroi, su hermana mayor, yaciendo en un charco de sangre, su vida desvaneciéndose ante sus ojos, mientras ella gritaba, -Corre, Riko, corre...-.

The Sorcerer Of The Evil EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora