CONSPIRACIÓNEl comedor de los Hightower, con sus tapices verdes y dorados y sus muebles de madera oscura, parecía una prisión lujosa en lugar de un lugar de reunión. La calidez de las luces de las lámparas de aceite apenas lograba mitigar la frialdad que se había apoderado de la habitación. Aemond se sentó en la mesa con una postura rígida, su mente aún atormentada por la reciente confrontación con Lucerys.
Hobert estaba al otro extremo de la mesa, intentando mantener una actitud relajada, pero la tensión en su postura delataba su malestar. Aemond sabía que su tío había metido la pata, hablando de más y poniendo en riesgo los frágiles equilibrios de poder. Cada palabra que Hobert pronunciaba parecía cargar con un subtexto de culpa y preocupación, y Aemond no podía evitar sentir una creciente irritación hacia él. «¿Por qué tuvo que ser tan imprudente?» pensaba Aemond, sintiendo una mezcla de rabia y frustración al recordar la manera en que Hobert había soltado información sensible a su marido. Gwayne, al lado de Hobert, se mantenía en silencio, pero su mirada calculadora y su postura reservada indicaban que estaba evaluando cada palabra y cada gesto. Aemond sentía una desconfianza creciente hacia él, consciente de que Gwayne podría estar buscando su propia ventaja en el caos. La ambición de Gwayne era bien conocida, y Aemond se preguntaba qué jugarreta podría estar planeando.
La conversación sobre el deber del matrimonio se deslizó a un segundo plano, como si fuera un ruido de fondo en comparación con la tensión predominante. Aemond escuchaba sin mucho interés, sintiendo que las discusiones sobre alianzas y estrategias matrimoniales eran irrelevantes en ese momento. Lo que realmente le importaba era el peso de la confrontación con Lucerys, y cómo eso podría afectar sus planes y su posición.
El recuerdo de la pelea era un peso pesado en su mente. La ira y el resentimiento seguían frescos, y Aemond se sentía atrapado en una red de emociones conflictivas. Había algo profundamente perturbador en el desafío de Lucerys, algo que parecía ir más allá de un simple desacuerdo familiar. «Este bastardo no solo desafía mi autoridad, desafía todo lo que representó, en todo lo que creo» pensó Aemond, sintiendo una punzada de impotencia y frustración.
El sentimiento que predominaba en Aemond era una mezcla de indignación y determinación. Se sentía frustrado por la resistencia de Lucerys, pero también más decidido que nunca a afianzar su poder y su posición. «No puedo permitir que este conflicto me debilite» reflexionó, mientras sus dedos se apretaban alrededor de la copa de vino. «Debo manejar esto con precisión y astucia, mantener mi posición firme y asegurar que el respeto y el orden se restablezcan». Con la mente agitada por estos pensamientos y el corazón lleno de una mezcla de ira y resolución, Aemond se preparó para la próxima confrontación, consciente de que el verdadero desafío no solo era manejar a Lucerys, sino también navegar las tensiones dentro de la cena familiar.
—¿Y Lucerys? Ya servirán la cena, ¿ha ocurrido algo con él?
Aemond relamió sus labios y negó con la cabeza.
—Él pide que lo disculpen. No se siente bien.
—Es por él que se organizó todo esto. —La voz condescendiente de Gwayne se hizo notar, y Aemond sintió que su mandíbula se apretaba involuntariamente. Ese hombre lo ponía de los nervios con su actitud de superioridad.
Aemond se obligó a mantener la calma, a pesar de la irritación creciente. Miró a Gwayne con una mezcla de desdén y determinación. Sabía que el comentario de su tío era una provocación sutil, un recordatorio de la importancia que se le daba a Lucerys en este evento. No podía permitir que la falta de respeto de Gwayne lo desestabilizara.
—No está en nuestras manos que Lucerys se sienta bien o mal. —Aemond habló con una voz medida, tratando de mantener el control de la situación. —Lo que importa es cómo manejó la situación ahora.
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The blood of Duty. [Corrigiendo y actualizando]
FanfictionLa prometida de Aemond pereció en un trágico accidente, víctima de la mano de su hermano mellizo. Un giro del destino que condenó a todos. Así, la llama de la discordia entre los hijos de la casa Targaryen se avivó aún más, forjando en sus corazones...