Capítulo 8

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El entrenador no se había equivocado, Jaekyung era increíble.

Los gritos de todos los espectadores inundaban los pensamientos de Dan, los podía sentir sobre la piel, sobre su cabello y sobre sus labios, seduciéndolo a unírseles. El palpitar de la arena en sintonía con los latidos de Dan, como dos corazones unidos por una línea invisible. Lo entendía. Entendía todo. El por qué le llamaban El Emperador, por qué era el mejor peleador de la década, por qué era el orgullo de Corea del Sur y por qué Yoon Gu lo admiraba tanto.

Ahí, sobre el ring, hombros tan vastos como un prado en invierno, ralo e infértil, brazos gruesos como ramas de un sauce y el torso erguido, rotando sobre sí en cada puñetazo que lanzaba. El sudor le daba un brillo etéreo, como un Dios de la Guerra, enfundado en un corto short rojo, sangre sobre mármol. La velocidad era impresionante, nada parecido a lo que había visto durante los entrenamientos. Una patada, otra patada, un puñetazo al abdomen, otro a la cara del contrincante. Estaba danzando al compás de una melodía que solo Jaekyung parecía escuchar, grabado debajo de su piel. Los músculos de su espalda, como montañas de una sierra, se ajustaban unas con otras, placas tectónicas movidas ante la descomunal energía con la que zumbaba desde el interior.

En un momento de oportunidad, Williams se alejó, girando a la derecha acertó un golpe en el costado izquierdo de Jaekyung, quien se tambaleó levemente, acompañado de abucheos del público. Dan le observó a través de las rejas negras del octágono, el pelinegro llevó su mano enguantada reflexivamente hacia el lugar golpeado, en un movimiento tan rápido que si no fuera porque Dan no podía quitarle los ojos de encima, no lo hubiera captado. Con el ceño fruncido y los negros ojos en llamas, encuadró los hombros, balanceado sobre piernas dobladas, arqueó el brazo en un golpe que cayó en la mejilla del contrincante, antes de escucharse la campana anunciando el final del primer asalto.

Jaekyung respiraba furiosamente, su pecho subiendo y bajando acompañado de los gritos emocionados del público, ante un peleador sosteniéndose sobre sus manos y rodillas, la cabeza agachada, tratando en vano de incorporarse. El equipo de Williams, vestidos todos de blanco como un grupo de ángeles, entraron al octágono, tomándolo de los brazos, lo levantaron y llevaron a la reja más cercana. El pelinegro limpió con su antebrazo el sudor de su frente, moviendo los mechones de su lacio pelo, tan oscuro como la noche.

Dan sentía el cuerpo vibrando de la energía en el recinto. Había dos chicos tan jóvenes como Yoon Gu a su lado, no pararon de gritar durante todo el encuentro, incluso continuaban desgarrando sus cuerdas vocales. La adrenalina parecía emanar del cuerpo de Jaekyung hacia Dan, sentía que era él sobre el ring esquivando golpes y lanzando patadas, exacerbado por el clamor de los fieles fans.

Para su sorpresa, no se encontraba intimidado por la constante muestra de violencia, ni repugnado por la sangrante ceja de Williams, que cubría a chorros escarlatas todas sus facciones contraídas en una mueca de dolor. Su equipo hacía lo posible por detener y cerrar la herida. Jaekyung, por su lado, estaba sentado sonriendo de lado. El entrenador Nam Wook y Dak Ho, el paramédico personal a quien Dan conoció minutos antes de la pelea, hablaban sobre el rendimiento y los posibles puntos débiles del australiano. Dan no había percibido ninguno, a pesar de Jaekyung ser mejor, se necesitaba cierta habilidad física y destreza mental para competir contra el pelinegro, debía darle créditos.

El primer asalto había terminado, Dan bebió un trago de su botella de agua y observó las brillantes luces en el techo iluminando la caja, como un halo sobre la piel mojada de Jaekyung. Seguía sonriente, los ojos desenfocados mientras el entrenador vociferaba instrucciones ininteligibles. No creía que estuviera ignorando a Nam Wook, Dan había llegado a la conclusión que Jaekyung era muy perspicaz y no había nada en el mundo que fuera más serio para él que una pelea y su reputación.

Jinxed JawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora