Capítulo 11

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La rutina de Jaekyung permaneció como se había modificado. El entrenador Nam Wook, al leer los resultados de los exámenes, decidió reducir la intensidad de los entrenamientos durante martes y jueves, y mantener un día de descanso permanente. Dan pensó que Jaekyung diría algo, pero estuvo callado durante toda la explicación. Era extraño.

No se quejó, no refunfuñó, no gritó. No dijo nada. Solo asintió, tomó sus cosas y salió de la oficina y después del gimnasio. Los días siguientes, las sesiones de fisioterapia se mantuvieron en el mismo silencio.

El domingo, Dan no recibió llamadas en la madrugada, ni durante la tarde, ni durante la noche. Le inquietaba demasiado el silencio, le parecía más preocupante la ausencia de llamadas que la insistencia de Jaekyung por hablarle en horas inhumanas.

Dan seguía pensando sobre eso el lunes, de camino al gimnasio. Cuando entró, recibido por el cálido clamor metálico de las máquinas y los murmullos de voces, pensó que tal vez estaba exagerando, porque ahí sobre uno de los rings, Jaekyung hacía sparring. Era tan ordinario, como cualquier otro día, ignorante a las preocupaciones de Dan.

Le observó por un momento, el movimiento de sus brazos, de sus hombros y su espalda. Estaba enfundado en una sudadera y pantalones de chándal. Su cara bifurcada por el cabello húmedo que le caía sobre los ojos. Dan pensó que le hacía falta un corte de cabello. Podía escuchar los jadeos en cada golpe, y el sonido sordo de los guantes contra el equipo de protección del compañero de sparring.

Negó suspirando y siguió su camino hacia el consultorio, saludando a Daehyun detrás de un saco, cuando escuchó la velada voz de Jaekyung.

—¡Kim Dan! —gritó, captando la atención de los chicos.

El nombrado giró su cuello, mirándole recargado sobre las cuerdas acolchadas, los brazos cruzados y el torso inclinado hacia atrás. Su cintura lucía diminuta rodeada de la tensa tela y sus ojos mantenían el mismo brillo de siempre. Todo estaba bien.

El compañero, que Dan había aprendido se llamaba Lee (no sabía si era su apellido o su apodo, pero todos le decían así, menos Jaekyung, quien seguramente había olvidado su nombre), estaba tirado en el medio del ring, sosteniendo su costado. Dan volvió la vista hacia Jaekyung, una sonrisa alargada serpenteaba por su cara, divertido. ¿Cómo había llegado hasta ahí tan rápido?

—Sube —le incitó, con un tono de voz atrayente que Dan nunca le había escuchado usar, como un depredador engañando a su presa. Tal vez Dan tenía razón en estar intranquilo durante el fin de semana. ¿Le había sucedido algo?

—Emh, no creo que sea ... —empezó, tallando sus manos entre sí, antes de ser interrumpido sin contemplaciones.

—Me debes un sparring.

Cierto, Dan había perdido la apuesta y él era un hombre de palabra. No era que no lo recordara, al contrario, el recuerdo de la apuesta y sus manos selladas en promesa tan juntas como una carta, permanecían en su mente, solo no esperaba que el encuentro llegara tan pronto. No le dio tiempo de prepararse. Había pensado en buscar videos en You Tube, y saber lo necesario para ser un buen compañero de peleas.

Suspiró y dejó su mochila en el suelo, llevando sus manos sobre el suelo del ring impulsándose hacia arriba, cuando una blanca y suave mano envuelta en vendas se puso frente a su cara tan de repente que Dan casi gritó. Subió la mirada, Jaekyung le observaba con la ceja alzada. La tomó, tan suave y delicada, sintiendo la caliente humedad de las vendas. Ignoró el hecho de que no le pareció repugnante.

Le alzó, con una fuerza inmensurable. Estaban uno al lado del otro, sus hombros rozándose. Dan empezaba a creer que era una broma del universo que siempre se encontraban tan cerca. Podía sentir el calor de cada jadeo que salía de la boca de Jaekyung.

Jinxed JawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora