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Bash al ver que se había ido sin pensarlo dos veces, maldijo por lo bajo. La asustó y salió huyendo. Sus sentimientos por la pelirroja se incrementaron al ver su carácter indomable. Había cambiado mucho, su Carol ya no es sumisa, ahora es una guerrera. Debe encontrarla nuevamente. 

Vincent entró con los artículos que fue a buscar pero ya era tarde. 

—¿Despertó? La señora Carol ¿Dónde está? – Bash mira con una sonrisa de satisfacción a Vincent. 

—Mi Carol ya no es Carol, ahora Caroline, una mujer de carácter fuerte a la que me encargaré de domar para hacerla mi reina. – Bash camina hasta el ventanal que da al balcón donde hizo su mujer a Carol. 

—Necesito que me informes, quién es Ryan, presiento que será una piedra en mis zapatos. -pide a su fiel amigo.

–Como ordene, mi señor. – Vincent hace una reverencia para salir de la habitación 

—Ah, necesito que la encuentres, dedica tus días y noches a eso. No debe estar muy lejos. – el hombre asiente repetidas veces. 

Vincent sale de la habitación llevando con el lo que había subido hasta la torre donde se encontraban los aposentos de su amo. Se pondría a hacer lo que le pidió en cuanto lleve todo a su lugar. Bash desde su balcón ve a su mano derecha salir en su caballo. Mira al cielo ya comenzaba a atardecer. 

—Mi luna, si ella es mi Carol acércala a mí. —pide emocionado. 

—Mi eterno amor, esta vez tendrás que luchar por el amor de tu compañera. He destinado a dos hombres, un lobo y un vampiro. A quién ella escoja será su compañero eterno. 

—¿Por que, si ella es mi Carol?

—Ambos perdieron su oportunidad en algún momento,  Ryan no la recuerda, pero es la humana a la que perdió en un accidente, que él provocó. Y tú, llegaste tarde para proteger a la tuya. Mis dos amores deben ahora competir por el amor de la elegida. Su luna roja, la última hechicera, Caroline Lombrad. —explica la luna.

[****]

Al día siguiente Caroline se levantó algo cansada. Bajó a la cocina encontrando todo lo que había comprado en el mercado y una caja blanca a su lado. Sonrió al saber que Ryan no la había abandonado a su suerte y que el vampiro tramposo la llevó con él aprovechando que ella estaba inconsciente. Abrió con cuidado la caja y vio el vestido que tanto le gustó en el mercado. Lo sacó y lo midió por encima con una hermosa sonrisa en sus labios. Era la primera vez que alguien le regalaba algo. Eran muy pocas las veces que experimentaba el sentimiento de felicidad y satisfacción.  

Cerró los ojos, se vio recordando los ojos del vampiro, su sonrisa desapareció. Empuño el vestido en sus manos y su corazón dolió.

—¿Por que tengo que pensar en ti? ¿Por qué siento que te conozco de antes? – Guarda el vestido en la caja–. No entiendo nada, si soy la compañera de Ryan, no puedo pensarte. – dice como si él pudiera escucharla. 

Escucha la puerta de su pequeña cabaña ser tocada. Frunce el seño, ¿Quién será ha esa hora? – camina despacio para mirar por una de sus ventanas. Y al ver quien es sonríe, ya se comienza a acostumbrarse a su presencia. Corre a abrir la puerta a su lobito travieso. 

—Hola – dice tímida por primera vez. 

—Hola princesa – Ryan se acerca suave hasta ella. – pensé que aun no regresabas. –la tomó de la cintura al ver que ella no se alejó.  

—Estoy molesta contigo— le dice soltándose de su agarre–. pero pasa, al menos puedo devolverte... ahh –gritó al sentir los brazos del hombre, pegando su espalda a su ancho y fornido pecho–. Suéltame. –dice riendo por la acción del hombre. 

—No quiero, me gusta tenerte así para inhalar tu aroma. —explica olfateando su cuello–. Eres como una droga por la que daría la vida. 

—No digas eso. – dice Caroline adoptando un gesto serio–. Tú vas a vivir sea conmigo o sin mí. – su corazón dolió cuando recitó esas palabras, sintió como si ya las hubiera dicho en algún momento de su vida. 

No entendía el por que de todo lo que le estaba ocurriendo. Para ella es muy confuso enfrentar a esos dos hombres que además de ser apuestos aseguran vivir por ella y para ella. 

   Por un lado sentía que le pertenece a Ryan, que su vida a su lado es lo que siempre soñó,  pero por el otro está el vampiro, ese hombre de solo pensarlo le hace sentir emociones que nunca nadie le ha hecho sentir. Ambos enemigos por un amor. 

—Digo lo que siento princesa y creo que no hay vida si tú no estás en ella. – besa su cuello subiendo hasta el lóbulo de su oreja. – Te necesito Caroline. 

—No Ryan, yo no puedo ser tuya, ni de nadie, por favor no me hagas esto. – suplica aun entre los brazos del hombre. 

—No me lo hagas tú, sabes que eres la mujer que amaré toda la vida – dice apretándola más a su cuerpo, Caroline siente su bulto en su trasero y supo que nada bueno saldría si no se separaba de él. 

—Ryan no, esto no puede ser, yo soy libre y no estoy dispuesta a convertirme en la compañera de nadie. – dice la mujer soltándose por completo de su agarre.

—Caroline, yo te pertenezco y tu me perteneces. Por más que luchemos por estar separados nunca será así. – él se acerca a ella, quien baja la mirada. 

Ryan toma su barbilla para hacer que lo mire. Sus miradas se encontraron, Caroline no dijo nada, tampoco se movió,  es como si algo en ese encuentro de miradas la hipnotizara. Poco a poco Ryan acercó sus labios a los de la joven e inexperta mujer. Los unió en un cálido beso. Sintiendo como sus corazones palpitaban fuertes. Era un beso tierno, Caroline cerro sus ojos, era su primer beso. Ryan la tomó por la nuca para continuar y asegurar que no se fuera a alejar. Abrió con su lengua los labios de la mujer para adentrarse a su boca y así poder saborearla. Caroline se dejó besar, se abandonó por completo en los labios del hombre que la besaba con cariño, con calma y cuidado. Separaron sus bocas para tomar aire, pero Ryan pegó su frente a la de la joven sin abrir los ojos. 

—Déjame enseñarte a amarme, déjame estar a tu lado siempre. – Caroline solo asintió con su corazón latiendo a toda prisa. 

Ryan volvió a adueñarse de sus labios, ellos eran el agua que calman su sed interior. Caroline subió sus manos hasta el cuello de Ryan y este aprovechó su osadía para subir sus piernas a su cintura. Se fundieron en un beso apasionado. Ya nada quedaba de aquel beso cálido y tierno. Camino hasta pegar su espalda a una de las paredes de madera de la cabaña. La deseaba, estaba en su naturaleza ser así, tener un instinto animal. Necesitaba sentirla, hacerla suya. Acoplarse con ella. Carol se dejó besar, disfrutando cada caricia. Sus besos por su cuello. Ryan quitó la camisa de algodón que tenía la mujer dejando sus pechos a su disposición. El ambiente estaba perfecto para lograr esa primera vez. Ryan saboreo sus pezones, haciendo que Caroline gimiera. 

  Todo era nuevo para ella. Esas sensaciones, ese deseo, las cosquillas en su coño, todo. Ryan respiraba agitado, si no se hundía en ella iba a enloquecer. Como pudo, quito su pantalón junto a su ropa interior. Sintió alivio al sentir la brisa en su ansioso miembro. Rompió la prenda de la mujer que impedía que entrara en ella y se posicionó para entrar poco a poco. 

—Ryan no. –dice en un susurro Caroline.

—¿Dame una sola razón? – la mujer suspiró. 

—Tengo dudas. – escupe al fin con un taco en la garganta. Ryan la mira a los ojos.

—¿Qué te dice el corazón? – Caroline niega con una lágrima bajando por su rostro. 

—Perdóname pero no puedo, aún no. Baja sus piernas de las caderas del hombre y lo deja solo en medio de su sala, con una erección monumental. Él está seguro que ella es su compañera y no se rendirá hasta acoplarse con ella. 

Caroline subió a su habitación para sacar el dolor que sentía. No podía explicárselo a nadie. Ella sentía que le estaba fallando a Bash, pero al mismo tiempo deseaba entregarse a Ryan. Era complicado para ella. No deseaba hacerle daño a ninguno. Sentía que de una forma u otra los amaba a los dos. A pesar que a Bash lo conoce mucho menos

La última hechicera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora