Capítulo 5

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Hace mucho frío. El autobús es simplemente frío. Salieron muy tarde de la casa de la mamá de Lisa.

Jennie envuelve su vientre con la chaqueta que Lisa le ofreció. No olía a nada característico, algo leve que Jennie logra relacionar con la rubia. Y tiene sentido, pues ellas no pueden comprar alguna fragancia o colonia, y la que sus padres les regalaron hace un tiempo ya se habían acabado.

Lisa está sentada a su lado, con un brazo por sus pequeños hombros, atrayéndola hacia ella para brindarle calor. Lisa era atenta con ella. Lamentablemente Jennie adora que la cuide de esas pequeñas formas. Un remolino en su corazón rodeado de algodones por las emociones nuevas.

Observa por la ventana, escaneando las calles alumbradas por los postes de luz con sus bonitos ojos marrones. Faltaba poco para llegar a su pequeño hogar, en un barrio humilde de edificios escasamente decentes.

―Ya vamos a llegar, Lisa. ―Jennie avisa, alejándose del ligero abrazo que sólo incluye a sus pequeños hombros.

Lisa sin mirarla asiente, levantándose del asiento siendo seguida por Jennie. Prontamente llegan a su paradero y bajan del, ahora, vacío autobús. Aún faltan varios metros para adentrarse en las calles y llegar a su edificio. Caminan por la acera, en un silencio incómodo. Sus ojos no quieren encontrarse, y sus cuerpos no piensan en tocarse.

Jennie traga con esfuerzo viendo las calles oscuras del barrio donde vive. Entonces un brazo parece envolver sus menudos hombros y sabe que es Lisa, otra vez. De repente la inseguridad desaparece, solo siente el calor de Lisa otra vez en contacto con ella. Giran la esquina, desde donde están puede ver su edificio sin mucho esfuerzo. Suspira aún con el brazo de la mujer en sus hombros.

―Ya puedes soltarme... ―Menciona apenada.

No la suelta, pero tan pronto como lo hace entrelaza sus manos. Jennie sabía que ella trataba de decirle algo con esa acción. Pero Lisa es tan difícil de entender con lo poco que muestra, que no sabe que quiere decir. Avanzan unos pasos más.

―Lloraste. ―Jennie no la vio y la mayor arrugó ligeramente el entrecejo. ―¿Por qué lloraste? ―Su tono es tan protector como siempre.

Sus bonitos ojos marrones se humedecen y su vista se hace un poco borrosa, su garganta duele y muerde su labio inferior nerviosa.

"Todos se dieron cuenta" dijo en su cabeza "Debería haberme aguantado hasta llegar a casa."

Lisa se da cuenta de su semblante e insiste con calma. ―¿Por qué lloraste, Jennie?

―Lloré, sí. ―Dijo, limpiando una triste lágrima que se escapó de la prisión que eran sus opacos luceros. ―Lloré porque... p-porque... me sentía mal.

―¿Fue por algo que hice? ―La calma en su voz sólo hizo doler más su corazón.

―No. ―Mintió, las lágrimas al fin alejándose.

Jennie no lloraba frente a nadie. Jennie aguanta y se guarda sus tristes pensamientos o sus melancólicos recuerdos hasta que no puede más y se encierra en el baño a llorar por horas, porque aún no sabe cómo lidiar con el dolor.

Su corazón rodeado de algodones no sabe cómo lidiar con ello.

―¿Mamá te dijo algo malo? Si es así puedo hablar con ella.

―Ella no haría eso. ―Respondió. ―Solo me tomó desprevenida, preguntó por nosotras... y por el bebé.

Jennie sintió como Lisa se tensaba ligeramente con sólo la mención de ese bebé.

―Pregunto por tu trabajo. Y no supe que decirle porque...

―Jennie... ―La voz de Lisa sonó a advertencia. ―Ya hablamos sobre eso, ese tema ya fue discutido.

La menor bufó. ―No lo hicimos. ―Observó su abultadito vientre. ―Solo evitaste hablar del porqué, en realidad no resolvimos nada y...

―Basta, Jennie. Ese asunto ya fue discutido, deja de atormentarte.

Jennie separó sus manos, ya no quería esa sensación fría en sus dedos entrelazados. Frío pero ardiente. No quería ese contacto tan íntimo y protector que Lisa solía tener hacia su persona.

Llegaron a su edificio, abrieron la puerta y subieron por las escaleras. Pronto estaban frente a su puerta, y por alguna razón Jennie al sacar las llaves se detuvo observándolas.

"¿Los dejarías?"

"Nunca sería como mi padre, de todas formas"

―Lo escuché...

Jennie introdujo la llave en la cerradura con cuidado. Lisa volteó a verla, con una expresión de ligero asombro. Sus ojos al fin se encontraron cuando Jennie giró el cuerpo. ―Yo también extraño mi antigua vida, Lisa. Nunca pensé que esto me fuera a pasar a mí, y que las cosas fueran tan difíciles.

No dijeron nada más, se observaron por largos segundos, sus miradas ardían, aunque los sentimientos por una de las partes fuesen frío.

Otra vez ese incómodo silencio. Otra vez esa molestia en su pecho.

―Pero... no me dejes, ¿sí? ―Una pequeña sonrisa triste surcó sus labios. ―Saldremos de esto juntas.

Ella quiso cerrar los ojos y no ver sus dolidos ojos marrones. Sintió un remolino de púas en su pecho, ¿Qué era eso? ¿Culpa? Tanto ella como Jennie eran nuevas en esto. Un corazón duro y frío al tacto, que hizo a un lado las emociones y se sumergió en ella y sus estudios. Un corazón rodeado de algodones, que nunca conoció el verdadero dolor, pero cree que puede contra él.

"Quieres dejarlos, no quieres ser como tu padre. Pero haces lo mismo que él, ¿te das cuenta siquiera?"

Lisa apartó la mirada y su expresión seria volvió a ella. Empujó la puerta con miedo de volver a enfrentar esa mirada dulce y cálida, salpicada de dolor y dudas. No quiere esos remolinos en sus venas, que conducen a todo su cuerpo y su congelado corazón.

Antes de responder a esa pregunta debe de analizar que pone en juego con un Sí, nunca te dejaré o un No, lo siento, pero tengo miedo.

Se adentró a la habitación. En unos segundos estaba dentro de la fría cama, dándole la espalda a la habitación. Esperó por Jennie, pero no la oyó entrar a la habitación, cerró sus ojos y trató de dormir.

Mientras esos tiernos ojos marrones derramaban lágrimas, esas pequeñas manos tapaban su boca, evitando emitir sonido alguno. Cerraba los ojos con fuerza. Su respiración era irregular.

¿Porqué? ¿Por qué dolía tanto?

"En algún momento esa chica saldrá herida y se irá..."

"

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Desire of love | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora