Aureana y Ébano

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Estaba agotada, se había pasado la madrugada clasificando hierbas, raíces y cualquier ingrediente que pudiera necesitar la gente para Halloween. Después de todos esos años ya conocía que era lo que más vendían en esas fechas. De hecho las primeras horas de la noche las había pasado haciendo pócimas de salud, longevidad y fortuna. Cuando se dio cuenta despuntaba el alba. No podía más, dejó lo que estaba haciendo y fue a casa. Las calles estaban desiertas, la mayoría de la gente ya se había ido a su casa y solo ella y Ébano caminaban por ellas. Mientras caminaba las dos calles que separaban Potio de su hogar solo podía pensar en las ganas que tenia de darse una ducha y ponerse cómoda en el sofá. Y así lo hizo, pero cuando se disponía a tirarse en el sofá vio a Ébano sentado al lado de su cuenco, y eso le recordó que ella también llevaba horas sin comer. Lleno el cuenco del pobre gato y se hizo para ella un bocadillo y una taza de té. Se sentó en el sofá y disfrutó de la cena mientras veía una película que le habían recomendado. Pero no llego a acabarla, se quedo dormida en el sofá y cuando despertó la tele se había apagado sola hacía rato. Se levantó y se fue a la cama. Mañana tendría mucho que hacer. Pero merecería la pena cuando se fuera de vacaciones sin nada pendiente.

La fiesta de Halloween Donde viven las historias. Descúbrelo ahora