Llegada al Castillo

2 0 0
                                    

El viaje había sido rápido pero agotador, había gastado mucha magia. Al llegar al castillo Rosaura había salido a recibirlos, era una mujer encantadora, y también muy perceptiva, se había dado cuenta enseguida de lo cansada que estaba y le había dado la llave de su habitación para que pudiera dejar las cosas y tumbarse un rato.

Tiene que encontrar la habitación 39, revisa las puertas hasta dar con el número. Cuando la encuentra no le hace falta meter la llave en la cerradura por que la puerta está sin cerrar. Lo primero que ve al abrirla es un enorme perro negro durmiendo sobre la cama. Es precioso. Es tan bonito que no se para a pensar que hace un animal en su cuarto, tampoco se da cuenta de que la habitación parece habitada. Se acerca con cuidado, quiere despertarlo con suavidad y acariciarlo. Parece que nota su presencia por que levanta las orejas, y mueve la cabeza hacia ella, la mira durante unos segundos, pero no le presta atención y vuelve a apoyar la cabeza en la cama. Aureana se sienta a su lado en la cama y le habla. —Espero que no te moleste pero pareces súper suave así que voy a acariciarte, si no te gusta házmelo saber. — Le dice mientras empieza a acariciarlo, el can parece disfrutarlo, hasta que de repente se levanta y salta de la cama poniéndose a gruñir.
—Perdona, solo quería acariciarte, pensé que no te importaba. —Dice Aureana levantándose y retrocediendo hacia la puerta con cautela.
El lobo se da la vuelta y se mete en el baño de la habitación, ni diez segundos después sale un hombre en bata.
—¿Quién eres y por qué estás en mi habitación? —Pregunta seco.
—Lo siento, me dijeron que era la mía, y al abrir la puerta vi a tu perro y es tan bonito que quise acariciarlo. —Dice Aureana nerviosa.
—El perro era yo. —Dice Gonzalo.
—¿Qué? —Aureana pregunta creyendo haber escuchado mal.
—Que el perro soy yo. Bueno, el lobo. —Dice esta vez, alto y claro.
—¿QUÉ? ¿Por qué no me lo dijiste desde el principio? ¿Por qué dejaste que te acariciara? —Pregunta Aureana roja como un tomate.
—Estaba medio dormido y al principio pensé que estaba soñando. —Dice Gonzalo carraspeando, él tampoco parece muy cómodo con la situación. —Además eres tú la que entraste en una habitación que no es la tuya sin llamar. —Dice poniéndose a la defensiva.
—Te digo que pensé que era la mía, me dijeron que tenía la 39. —Dice subiendo el tono ella también.
—Está es la 36. —Dice él yendo hasta la puerta y abriéndola para que pueda ver el número allí colgado. —El 6 está roto y se da la vuelta. La tuya está ahí. —Dice señalando la habitación que está al lado de la que tiene enfrente.
Aureana vuelve a ponerse colorada como un tomate. —Lo siento. —Balbucea agachando la cabeza y sale por la puerta hacía, esta vez sí, su habitación.

La fiesta de Halloween Donde viven las historias. Descúbrelo ahora