Sergio, Gonzalo y Teresa

1 0 0
                                    

Estoy de camino al comedor cuando escucho un ruido en la puerta, me giro hacia ella y veo como la puerta del castillo se abre. Por ella entra un chico con la ropa destrozada y una pinta terrible —¡Ayuda! — dice con dificultad, parece agotado. No puede ni mantenerse en pie y sus rodillas ceden ante su propio peso. No me da tiempo a hacer nada, antes de que pueda reaccionar el chico está en el suelo. Me acerco a él y estoy a punto de llamar a Rosaura cuándo llega. No la vi acercarse, cuando se doy cuenta ya está al lado del chico. —Gonzalo ayúdame a llevarlo a una cama. —Me pide. Entre los dos lo llevamos hasta la habitación vacía más cercana. —Quédate aquí por si despierta, es mejor que este alguien para tranquilizarlo y explicarle dónde está. — Me dice Rosaura.
—¿Estás segura de que soy la mejor opción? —Le preguntó preocupado.
—No. Por eso voy a ir a buscar a Teresa. Pero si despierta antes estoy segura de que podrás manejar la situación. —Me dice, y sale por la puerta.

Sigo pensando que no soy el adecuado para esto, tener tacto no es mi fuerte. Debería haberse quedado ella e ir yo a por Teresa. No pasan ni 5 minutos cuando ambas entran por la puerta. Me dicen que puedo irme, pero de alguna manera me siento responsable por haber sido el primero en encontrarlo.

—También puedes quedarte, si quieres. —Me dice Teresa. Es tan perceptiva como Rosaura, lleva solo 3 años aquí pero entiendo por que es su mano derecha.

Al cabo de unos minutos el chico se despierta. Está desorientado y nervioso. Así que Teresa le habla con voz tranquila, para calmarlo.
—Mi nombre es Teresa, y estos son Rosaura y Gonzalo. Estás en el Castillo Gravis, ¿Puedes decirnos cómo te llamas y cómo llegaste hasta aquí?

Sergio nos cuenta su historia, pero cuando nos pide un teléfono para llamar por ayuda nos miramos incómodos.

—Se que lo que te voy a decir va a ser difícil de creer, y lo sé porque hace unos años yo estaba en tu situación. Escúchame con la mente abierta y te resolveré cualquier duda que puedas tener. ¿De acuerdo? —Le dice Teresa. Sergio asiente con la cabeza sin poder imaginarse lo que le van a decir. —Estás muerto. Eres un fantasma, probablemente desde el momento en que caísteis con el coche por el precipicio.

La fiesta de Halloween Donde viven las historias. Descúbrelo ahora