Perdido en la oscuridad

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—¡JODER QUE SUSTO! —Chillo cuando una lechuza sale volando del árbol que tengo al lado. Por primera vez en toda la noche me alegro de que nadie esté ahí para ver ese momento tan ridículo. Pero sinceramente aunque hubiera alguien poco habría podido ver, la luna nueva hace que apenas pueda ver a un palmo de mi cara. Utilizo el palo que recogí para tantear el suelo que piso. Ya hace un buen rato que el móvil dejó de funcionar, y sin móvil no tengo ni linterna ni manera de llamar por ayuda. Tenía que haber seguido la carretera cuando logré salir del coche volcado, pero vi aquel alto desde el que pensé que podría tener cobertura, y desde allí aquellas luces a lo lejos, y al final me perdí. Ya no sé ni donde estoy ni cuanto tiempo llevo andando. Me perdí en el bosque en medio de la noche más oscura que recuerdo. Estoy seguro de que si el móvil funcionará me sentiría mucho más seguro que ahora. Los ruidos del bosque en la oscuridad son tan aterradores que tengo ganas de llorar. Tengo que recordarme que soy un hombre adulto, que tengo casi treinta años y que puedo salir de esta sin ponerme a sollozar como un bebe. Pero cada vez hace más frío, no se donde estoy, y nadie va a venir a buscarme por que nadie sabe dónde estoy, y tampoco es que le importe a nadie. No tengo amigos ni familia. Me despidieron del trabajo hace una semana. Es probable que lo que me dé más miedo no sea la oscuridad, sino que una parte de mí quiere rendirse a ella. Una parte de mi no quiere salir del bosque porque eso implica enfrentarme de nuevo a mi vida de mierda. Aun así no me paro y sigo caminando porque la oscuridad y lo que se oculta en ella, por ahora, me sigue dando más miedo que mi vida. Camino y camino durante no sé cuánto tiempo hasta que veo unas luces a lo lejos. Según me voy acercando veo que la luz sale de un castillo en la cima de una pequeña colina en el bosque. Es siniestro, pero si hay luz puede que haya alguien que me ayude. Me dirijo directamente hacia las luces, pero el camino es escarpado y me cuesta avanzar. Un paso en falso y rodare colina abajo. Me duele todo el cuerpo, el camino es tan escarpado que tengo que ayudarme de mis manos para avanzar. Cuando al fin llego arriba estoy tentado a dejarme caer, a tumbarme en el suelo y descansar, pero no puedo parar ahora. Me levanto y utilizo las pocas fuerzas que me quedan para llegar a la puerta. Podría llamar, sería lo adecuado, pero no tengo fuerzas, utilizo el peso de mi cuerpo para abrir la puerta. Cuando cede puedo ver a un hombre mirándome —¡Ayuda! —Le digo antes de caer en la oscuridad.

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