Capítulo 2

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—Buenos días, soy Carlos González, seré vuestro tutor este curso y profesor de historia, podréis consultarme cualquier inconveniencia -dijo sonriente. Su apariencia era diferente, el nombre también pero su voz era la misma, imposible de olvidar —Ahora me gustaría que de uno en uno fuerais diciendo vuestro nombre y algo que os gusta hacer.

Todos fueron cumpliendo, empezando por la primera fila, muchas presentaciones sin sentido, risas nerviosas, burlas, silencios, etc. Hasta que me tocó a mí hablar. Me levanté de mi lugar y comencé.

—Hola, yo soy Elanna Fernández, vengo de México y -de repente el profesor se me quedó mirando con una sonrisa escalofriante —me gusta leer -con eso finalicé y me volví a sentar.

—Elanna una curiosidad, ¿que tal en el internado ese que estuviste? -lo dijo sin dejar de sonreír, sabiendo que me molestaría, sabiendo que me había descubierto y no tenía escapatoria, que eso solo lo sabía él y mi familia. Todos se me quedaron mirando esperando una respuesta, yo empecé a palidecer, no sabía que decir.

—Y-yo, estuvo b-bien -dije con torpeza.

Después de eso él siguió atento a mis reacciones, siguió con los compañeros que quedaban, pero yo había desconectado, Leyre me intento hablar varias veces, preguntando por ese tal internado, pero no la quise escuchar, solo miraba por la ventana como si pudiera salir por ella, era lo que quería hacer, no podía estar ahí, era demasiado riesgo. En cuanto escuché la campana de fin de clase salí corriendo en busca de los baños, en cuanto los encontré me encerré en uno de los cubículos, me senté en el suelo y empecé a hiperventilar.

—No puede ser, ¿cómo me ha encontrado? -no quería tener que irme nada más haber llegado - Espero que se le haya pasado el enfado.

Pero, la pregunta que me hizo, esa sonrisa que ponía al verme. Estaba aterrorizada, no podía contarle a mis padres, ellos ya tienen suficientes problemas como para ser una carga más, esto lo solucionaría yo sola aunque mi vida dependa de ello, soy hija única por lo que nadie más correrá riesgo.
Empecé a escuchar golpes en la puerta, fue cuando volví a la realidad y me di cuenta que estaba llorando, que apenas me podía mover y no sería capaz de salir de allí.

—¿Elanna? ¿Elanna estás ahí? Estoy preocupada, saliste corriendo sin decir nada -volvió a aporrear la puerta —Elanna por favor di algo, ¿que te pasa? ¿por qué saliste así? ¿De que es ese internado que dijo? -me estaba desesperando, necesitaba estar sola, no quería que nadie me viera así y mucho menos hablar con alguien que acabo de conocer.

—Estoy bien, puedes irte a las próximas clases, me gustaría estar sola -intente sonar calmada para que así se fuera lo antes posible, pero fue algo difícil y creo que lo notó.

—Me estás mintiendo, tienes la voz entrecortada, y escucho cómo respiras, ¿porque estás así? ¿Alguien te dijo algo sin que yo me diera cuenta? ¿te acordaste de algún problema en casa? Elanna dime qué pasa, no estaré tranquila hasta que lo sepa -eso ya fue lo último, me enfadó.

—Leyre por favor, te estoy pidiendo que me dejes sola de una puñetera vez, no quiero hablar contigo ¿Vale? -alce la voz, y aunque se intenté controlar seguro eso le habrá molestado, porque sin decir nada más escuché como se iba y cerraba la puerta de los baños de un portazo.

Hoy que pensaba que sería un día tranquilo no traje mis tranquilizantes, no sabía qué hacer para calmarme y eso que no era la primera vez que me pasaba. Tener que recordar lo que me había hecho ese hombre, era demasiado doloroso, incluso lo sentía como si estuviera ahora igual, no quería que se volviera a repetir, por eso mismo no quería tener pareja, no me iba a enamorar, evitaría pasar por el mismo daño otra vez, aunque dudo que alguien sea capaz de hacer todo el daño que hizo él.

☆☆☆☆☆☆☆☆

Habían pasado ya varios días desde ese terrible encuentro, había estado faltando a sus clases, el resto fueron igual presentación de profes, temario que daríamos, etc.
Seguía cumpliendo lo de no contarle nada a mis padres, aunque ellos me notaban decaída y se preocupaban yo siempre acababa evadiendo la conversación. Teníamos una relación muy cercana, mi padre me había enseñado a cocinar algunas cosas y mi madre a entender los papeles del negocio. Abrimos una perfumería, pero eso escondía algo más oscuro, algo que más adelante sabréis lo que es. Ahora mismo estaba sola en casa un sábado por la tarde, mi madre estaba esperando la mercancía para revisar que estuviera todo correcto y mi padre estaba fuera de la ciudad reunido consiguiendo nuevos compradores.
Me gustaba estar así, sentada en mi silla mullida, muy cómoda, en la pequeña terraza de mi habitación, mientras leía tranquilamente. Estaba tan metida en la historia que no me di cuenta de la hora hasta que se empezó a hacer de noche y ya no veía para leer. Entré en la habitación y busqué mi móvil, me parecía raro que mis padres aún no llegarán. Me fijé que mi padre me había enviado un mensaje.

Papa♡: Tu madre ha venido conmigo, la reunión se va a alargar un poco, probablemente no llegaremos hasta cerca de medianoche. En la nevera tienes para hacer tacos y cenar.

Les respondí con un simple cuidado.
Baje a la cocina y como él me indicó había para qué me prepara la cena así que eso fue lo que hice y al tenerlo me puse en el sofá a comer mientras veía una película, hasta que vi el reflejo de las luces de un coche por la ventana del salón. Miré la hora y era pronto para que fueran mis padres. Me asome para ver qué o quién era y solo vi una camioneta negra en la que iban dos hombres y en cuanto me vieron la camioneta arrancó y se fue. Me quedé sorprendida no reconocí a ninguno, aún que me dejó inquieta volví a lo de antes, terminar de cenar tranquila.

Un Riesgo Para CometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora