Capítulo 10

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Llegué a clases con una sonrisa radiante, con una sudadera rosa que cubría las heridas que horas antes habían sangrado. Llegué fingiendo que la noche anterior no había pasado nada.

Las dos primeras horas fueron fáciles, me senté al final del todo para pasar desapercibida y no tener que entablar conversación con nadie arriesgando que se notara mi mal humor. Me centré en tomar apuntes y atender a lo que los profesores decían. Todo iba bien hasta que llegó la tercera hora. Me tocaba con el tutor, ese profesor no profesor, que había conseguido acudir a sus clases sin ningún problema relevante excepto que con solo su presencia ya me ponía nerviosa y apenas conseguía concentrarme incluso en los días que él no me decía absolutamente nada.

Pero ese no era su plan de hoy, quería joderme más que otras veces. Lo primero que hizo fue cambiarme de sitio y sentarme en primera fila, más cerca de él. Eso provocó que si de por si no me concentraba ahora ya ni lo hacía, él era consciente de eso y me lanzaba sonrisas de orgullo. Hubo un momento en el que yo estaba ensimismada y él dió un golpe en mi mesa que me asustó. 

—Elanna Fernández, ¿Has entendido lo que acabo de explicar sobre la historia de España?

—Sí profesor.

—Entonces dígame el suceso más importante que he mencionado –me quedé un rato pensando sin responder, porque obviamente no lo sabía —Como intuía, no estaba prestando atención, me parece una falta de respeto y más estando aquí en primera fila que debería enterarse mejor de todo sin distracciones. Ten cuidado porque me he enterado que estás bajando tu promedio y como sigas así no serás nadie en la vida, no tendrás futuro y acabarás viviendo debajo de un puente sin nada ni nadie que te apoye. Todo por qué no te da la gana de centrarte en los estudios ahora y pensar en tu futuro. –me estaba conteniendo las lágrimas sin decir nada a la espera que acabará su monólogo —Ahora como veo que no te interesa mi clase y encima me has hecho interrumpirla, me gustaría que te fueras y en la próxima clase que tengamos juntos no vuelvas a faltarme al respeto.

Mientras recogía mis cosas en la mochila, escuchaba de fondo murmullos y risas de mis compañeros, lo que hizo que me sintiera aún más humillada y mi ansiedad aumentara aún más si es que eso era posible. Lo que me extrañaba era lo fácil que se me estaba haciendo disimularlo, sin derramar ni una lágrima ni temblar, solo sentía un hormigueo por todo el cuerpo, como si el corazón me fuera a mil por hora y pinchazos en el pecho, pero nada que se pudiera notar a simple vista, cosa que agradeci. 

Ya fuera de esa clase del demonio no sabía que hacer, quedaba poco para el receso pero ahora todo el mundo estaba en sus respectivas clases y la cafetería apenas estaría preparando las cosas y no podría entrar excepto que tuviera una buena excusa para estar allí sin que hayan finalizado aún las clases. Por lo que mi única opción fue pasear por los pasillos del centro hasta que fuera la hora del receso y poder ir a la cafetería para encontrarme con Joan y confirmarle la oportunidad que le daría. Salí al patio para ver cómo jugaban los que estaban en educación física, mientras yo me sentaba agusto en un banco a la sombra con mis cascos puestos con música a todo volumen para no dejar oír mis pensamientos y así poder controlar mejor la respiración y la ansiedad que tenía en ese momento. Estaba sentada en el banco con las piernas subidas, abrazada a ellas echa una bolita a modo de protección, no quería tener contacto con nadie hasta que no estuviera más tranquila así que me temo que lo de Joan va tener que esperar, como le hable ahora estoy segura de que saldrá de todo menos algo bueno.

Llegó la hora del receso, el patio empezó a llenarse de gente yendo de un lado a otro, también descansando a la sombra de los árboles, lo bueno es que nadie se acercaba lo suficiente al banco en donde yo estaba sentada, cosa que agradecía porque así no tendría que disimular las lágrimas que estaban saliendo sin mí permiso, sumando que en la postura que estaba sentada ya de por sí daría un aura depresivo y solitario, no me molesta en disimularlo.

Un Riesgo Para CometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora