Capítulo Vigésimo

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En el auto, Jungkook escuchaba atentamente a Seokjin, que le contaba de cómo él y Yoongi, sufrían a manos del doctor Lim, en sus largas sesiones de terapia y en lo cansados emocionalmente que se sentían luego de aquello.

—Aprendimos a soportarnos. Y en todos los sentidos. Tanto nuestros caracteres, como nuestro dolor y luchas. Fue bueno contar con alguien así. Tú eras mi fuerza espiritual. Pensaba en ti y no me dejaba arrastrar por el desconsuelo y Yoongi era la presencia física que me obligaba a no desfallecer. Pasábamos largas horas del día hablando de ti y de Hobi. Por eso es como si lo conociera. Y estoy feliz de que sean amigos.

—No tienes idea, lo que significó conocerlo. Nos apoyamos mucho también. Cuando uno sentía que ya no podía más, el otro lo sostenía. Hoseok es fuerte y al igual que yo, es un optimista. Pero hubo momentos en que el miedo nos atacaba. No sabíamos que cosas estaban pensando allí dentro.

—Yoongi pensaba en decirle a sus fans que tiene a Hoseok como pareja y yo pensaba en la casa que quiero comprar para nosotros. Para nuestra familia.

Jungkook tragó saliva y miró a Seokjin que conducía con una sonrisa en sus labios. Una tranquila sonrisa que nunca había visto. Entonces, él todavía tenía los mismos planes. Quería vivir con él y formar una familia. Como Jungkook no decía nada, Seokjin lo miró de reojo.

—¿Qué pasa Kookie? ¿Ya no quieres eso para nosotros? —Tal vez estaba presionándolo demasiado.

—¡Por supuesto que sí! No he dejado de fantasear con eso. Incluso tengo dos o tres casas vistas...—dijo bajito, no quería espantar a su hyung.

—¡Ese es mi Kookie! Y sé que puedo confiar en mi futuro arquitecto para escoger la mejor. Quiero que me las enseñes.

—Claro cariño. Tenemos el fin de semana sólo para nosotros.

—Si bebé..., por supuesto que seré todo tuyo estos días. Quiero hacerte muchas cosas Kookie...cosas que no voy a decir aquí, porque debo concentrarme en el camino...—Jungkook se sonrojó. Y su cuerpo reaccionó. Sonriendo y abriendo la ventana para sentir un poco del frío de Seúl. Su corazón no podía estar más feliz. Tenía de vuelta a Seokjin y podía notar ya en ese poco tiempo, que algo había cambiado en él. Su rostro estaba despejado, sus ojos brillaban y su sonrisa...era preciosa.

Ya quería llegar a casa. Ansiaba poder besarlo y llevarlo a la cama.

Cuando abrieron la puerta del departamento, Jungkook apenas tuvo tiempo de sacarse las botas y la chaqueta, porque fue inmediatamente atrapado contra la pared, por un salvaje Seokjin, quien atacó su boca mientras le desabrochaba con ahínco el cinturón y mantenía su pierna entre las suyas. Jungkook, entonces, comenzó a sacarse la chaqueta y la camiseta que traía y para cuando Seokjin había desabrochado el botón de sus jeans y había bajo la cremallera, su torso ya estaba al aire.

Seokjin fue directo a sus pezones, mientras bajaba los pantalones y el bóxer de su novio. Se arrodilló y besó su pene erecto. Sentir el aroma masculino de Jungkook era todo lo que había anhelado. Terminó de sacarle los pantalones y la ropa interior y lo arrastró al dormitorio. Aun vestido, se lanzó sobre su cuerpo y sus manos recorrían cada pedazo de piel, que por casi cuarenta días había extrañado.

—Desnúdate—pidió con voz ronca Jungkook. Y Seokjin se levantó para sacarse la ropa, mientras observaba como el menor buscaba el lubricante y comenzaba a prepararse por sí mismo. Esa imagen lo enloqueció. Nunca lo había visto hacer algo así y fue un golpe de erotismo para todos sus sentidos. Comenzó a masturbarse mientras lo veía.

—Estoy listo—susurró Jungkook.

Seokjin pudo ver lo dilatado que estaba Kook y como su pene goteaba presemen. Su lengua lo recogió y sin mayores preámbulos se hundió dentro de él. De pronto se dio cuenta que había olvidado el condón.

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