cincuenta y ocho

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Lisa's pov:

—¡No! —grité despertándome agitada. Jennie se sentó de golpe en la cama.

—¿Estás bien? —preguntó y yo comencé a respirar de forma agitada.

—No —dije rápidamente.—. Dios... No puedo respirar. —susurré sintiendo que me faltaba el aire.

Mi brazo comenzó a hormiguear nuevamente.

—Amor... —murmuró Jennie y comenzó a abrir mi camisa de pijama. Sentí su mano en mi pecho y me acerqué a ella buscando calor.— Aquí estoy...

Me pegué a su cuerpo y puse mis manos sobre su abdomen acariciándolo lentamente.

—Cinco meses y contando. —murmuró Jennie.

—Sólo quedan cuatro... —susurré.— Y tú estás aquí... Cuidándome. Yo debería cuidarte a ti... Lo lamento.

—Shh... No lamentes nada, amor. Lo hago con mucho gusto —susurró.—. Me gusta cuidarte... Siempre te cuidé como un bebé, ¿no te gustaba eso? —preguntó.— Te gustaba ser mi bebé...

Sonreí levemente escondiendo mi rostro en su cuello. Jennie bajó su mano por mi pecho hasta mis bóxers y comenzó a acariciarme sobre la tela.

—El doctor me dijo que a las embarazadas el sexo las relaja... Tal vez eso te sirva también... —murmuró tomando mi miembro y acariciándolo.

Asentí mientras me acercaba a besarla... Quiero distraerme, pero... Los llantos de mi hijo mientras lo inyectaban no dejan mi mente...

Jennie seguía acariciándome, pero no había resultado alguno. Llevé mis manos a sus muslos intentando que acariciar su cuerpo logre siquiera ponerme un poco dura. Nada... Absolutamente nada.

Volvía a la culpa y a todo el dolor que siento. Volvía al resentimiento contra... Contra...

Joder...

—No puedo —murmuré.—. Perdón.

Jennie asintió lentamente y dejó de acariciarme. Volví a subir mis bóxers y me levanté.

—Me daré una ducha...

[•••]

1 mes más tarde.

—Tus bebés están bien. —murmuró Jennie acariciando su abdomen. Me senté a su lado y observé la cuenta del hospital.

Hoy es la segunda dosis de quimio, ya que el tratamiento comenzó a funcionar.

—Es bueno oírlo —murmuré mientras seguía haciendo los cálculos.—. Joder. Ésto es demasiado dinero.

—¿No teníamos suficiente? —preguntó.— Tengo el que tenía reservado para su universidad, pero...

—Cariño, hay suficiente y lo repondré con facilidad, pero eso significa tener que irme al menos seis meses a una gira... Para poder estabilizarlos al acabar todo...

—No quiero que te vayas.

—Tampoco quiero irme de gira, pero... En un mes Ed necesitará que vaya a grabar, tendré que estar fuera todo ese mes, y tu tendrás siete meses, lo que significa que las gemelas pueden nacer y eso me... Asusta, quiero estar en su parto.

—Lo sé, amor...

—Y quiero acompañar a Leo.

Leo entró con las enfermeras a su habitación. Venía llorando.

—¿Qué sucedió? —pregunté rápidamente.

—¡No quiero, mami! ¡Diles que no quiero! —sollozó y se levantó de golpe de la silla de ruedas. Cayó al suelo y comenzó a vomitar.

Jennie se asustó y se levantó a ayudarlo. Me acerqué a él y lo llevé al baño rápidamente. Mi pequeño sacó de su cuerpo el desayuno que había tomado hace poco. Acaricié su espalda y noté el cabello en ella... Muchísimo cabello rubio...

—¿Qué pasó? —pregunté rápidamente y él se abrazó a mí.

—No quiero que me corten el cabello, no quiero...

—Cariño, nadie... —comencé pasando mi mano por su cabello y me detuve al ver como se caía por montones dejando espacios sin el.— Joder... —suspiré intentando aguantar las lágrimas.

No otra vez... No puedo pasar por todo ésto otra vez... Yo... Leo... Joder...

Salimos del baño y Jennie me observó entristecida. Habían limpiado el suelo y la enfermera tenía una máquina para cortar el cabello.

—¡No quiero, no quiero! —sollozó mi pequeño aferrándose a mi cuello.— ¡No quiero dejar de ser rubio, por favor! ¡Haré lo que sea! —sus gritos desesperados me rompían el alma por completo.— ¡No quiero, mami! Por favor... —suplicaba.

—Leo, amor... Es por tu bien, volverá a crecer cuando te mejores... Anda, amor... Por favor.

—¡No, no! ¡Yo quiero verme como mamá! ¡No quiero! —las enfermeras intentaron tomarlo y yo lo aferré a mi con fuerza.— ¡Sueltenme! —gritó.— ¡Mami no dejes que me toquen!

Me alejé de ellos y Jennie me observaba suplicante. Yo no podía dejar de llorar.

—¿Por qué no quieres dejar de ser rubio? —pregunté.

—Porque somos iguales, mami... —susurró.— Y no quiero que te vayas porque ya no seremos parecidos... No me dejes nunca, mami...

—Amor... —sollocé y Jennie se acercó a nosotros. Ella me observó fijamente y solté mi agarre en Leo.

—Háganlo. —murmuró Jennie mientras Leo gritaba con todas sus fuerzas que no quería.

—¡No quiero dejar de verme como mamá! ¡MAMI! —gritó sollozante.

No aguanté más y salí de la habitación. Nuevamente mi corazón se aceleraba y no sabía como controlarlo. Jamás sufría crisis de pánico desde la adolescencia...

Jennie apareció tras de mí.

—Lisa, debemos entrar —murmuró.—. Nos necesita.

—No puedo, no... No... —temblaba sin control de mi cuerpo.— No puedo, Jennie. Me quema todo el cuerpo, no puedo verlo morir, yo... No puedo —sollocé.—. No puedo quedarme... Hubiese preferido no saber de él, yo... Esto es mi culpa, joder.

—¿Qué? —dijo rápidamente.— ¿Dijiste eso en serio? —preguntó dolida.

—Jennie...

—No. ¿De verdad dijiste que preferirías no haberte enterado de su existencia? —preguntó.— ¡¿Después de todo por lo que pasamos para tener ésta estúpida familia?! —gritó furiosa.— ¡¿Crees que para mí es fácil verlo sufrir mientras tú actúas como si nada más que tú fueses importante?! ¡Nuestro hijo tiene cáncer, Lisa! ¡Tú eres una adulta y te comportas como una imbécil!

Me quedé quieta... Y callada.

—No es mi culpa que mi hermano, mi hija y ahora mi hijo vayan a morir... Y que eso me generara problemas, no es mi culpa.

—¡Deja de victimizarte! —gritó.— ¡Me tienes harta!

—Jennie...

—¡¿Quieres irte?! ¡Adelante, vete! —insistió.— ¡Vete! Eres una cobarde.

—No puedo verlo morir... Jennie. No puedo hacer ésto otra vez... No puedo...

—¡¿No puedes?! ¡No es tu jodido hermano! ¡Es tu hijo!

Auch...

—No puedo —insistí.—. Lo siento.

Me di media vuelta y salí del hospital rápidamente sintiendo que iba a desarmarme en cualquier momento.

Llegué hasta el estacionamiento, subí al auto y comencé a pegarle al volante con ira.

Lloré todo lo que debía...

—¿Qué más quieres de mí? —sollocé observando el cielo.— ¡Dame una puta señal! ¡Dime que estás allí! —grité.— ¡Eres una farsa! ¡Eso eres! ¡Te odio! ¡Sólo te sientas y dejas morir a quienes amo! ¡No eres justo!

Vi un letrero a lo lejos y suspiré.

Ya sé que debo hacer.

¿Disculpa? | Jenlisa G!P (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora