Amanecía un nuevo día y Bill Trümper se apresuró a dejar la cama. Eran apenas las 8 de la mañana pero ya tendría que estar en la cocina preparando el desayuno de su tío si no quería que se enojara con él, usando como siempre la excusa que desde que se quedó huérfano y él le acogió en su casa le debía mucho y no hacía más que darle problemas y disgustos.
No lo entendía, si hacía todo lo que le ordenaba sin chistar. A sus 17 años había tenido que madurar a la fuerza. Perdió primero a su padre cuando tenía 4 años y su madre entró a trabajar en casa de la familia más adinerada de la ciudad y él se quedó al cargo del hermano de su madre.
Pero una larga enfermedad se la llevó de su lado cuando apenas tenía 15 años, quedando al cuidado de su tío Gordon. Estaba soltero y lo poco que conseguía trabajando en el campo se lo gastaba en putas que se llevaba a la misma casa.
Desde su "habitación", si así se podía llamar al oscuro rincón que ocupaba en el desván podía escuchar cómo se acostaba con ellas llegando incluso a pegarlas si no hacían lo que él quería. Cerraba los ojos y se tapaba los oídos tratando de no escuchar los gritos, prometiéndose a sí mismo no enamorarse nunca. El amor era doloroso si uno no hacía lo que el otro le pedía, él nunca se dejaría poner la mano encima...
—¡Bill!
El grito de su tío le sacó de sus pensamientos. Se vistió con rapidez y bajó a la cocina corriendo maldiciendo por lo bajo. Se había despertado antes de lo que se esperaba y aún no había hecho nada.
Preparó algo parecido a café con los posos del día anterior y unas tostadas con el pan rancio que llevaba sobre el aparador desde hacía al menos una semana. Lo puso todo en una tabla que usaba de bandeja y se lo llevó a su tío.
Entró en su habitación procurando no tropezar y caer. Las cortinas estaban echadas y había ropa por el suelo tirada. Dejó la "bandeja" en una silla y se apresuró a correr las cortinas oyendo maldecir a su tío en la cama.
—Te has dormido—gruñó Gordon incorporándose en la cama.
Musitando un "lo siento" por lo bajo, Bill se apresuró a poner la bandeja en sus rodillas alzadas.
—¿Qué es esto?—preguntó Gordon arrugando la nariz.
—Café....y tostadas—murmuró Bill retrocediendo un paso.
—¿Qué has hecho con la comida que tanto me cuesta conseguir?—gritó Gordon como todas las mañanas—Voy a poner un candado en la despensa, si no haces tu trabajo no mereces comer de lo que yo traigo.
Era la misma discusión de siempre, le acusaba de no hacer nada y comerse su comida. ¿Qué comida? Lo único que su tío llevaba a casa era una botella bajo el brazo y una puta colgada del otro.
Salió de la habitación cuando su estómago protestó. Llevaba desde el día de ayer sin comer nada, ni siquiera un mendrugo de pan duro. Regresó a la cocina y la limpió como bien pudo. Luego se dedicó al jardín, por así llamar a la extensión de tierra que había delante de la casa.
Barrió las hojas secas y se entretuvo cortando las malas hierbas hasta que su tío salió de la casa. Vestía unos vaqueros rotos en algunas partes y una camiseta que en algún momento fue negra, ahora estaba tan desteñida que no se sabía si era gris o que color. Calzaba unas botas llenas de barro y llevaba de la mano su vieja cazadora vaquera.
—Ve a la tienda del pueblo, coge la comida que necesitemos y diles que mañana se la pago—ordenó Gordon sin mirarle—Y que te hagan una factura, luego la repaso cuando vuelva y como falte algo esta noche duermes caliente.
Bill asintió en silencio y dejó inmediatamente lo que estaba haciendo. Caminó hasta el pueblo, vivían en las afueras y era casi una hora de camino andando pero no le importaba. Mientras caminaba no podía evitar dejar volar su imaginación, pensar cómo serían las cosas cuando tuviera el dinero suficiente para irse de la casa de su tío, encontraría a alguien que de verdad le quisiera y formaría una familia...
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Please, forgive me
RomanceVendido como pago por una deuda, Bill Trümper va a parar a manos de la familia Kaulitz. Allí conoce a Tom, su único hijo quien desde que le puso los ojos encima solo tuvo un objetivo en mente, hacerle suyo. Pero...Tom no cuenta que con el paso del t...