Capítulo 2

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Pasó el resto del día limpiando la casa de arriba abajo y haciendo la cena. Gordon siempre comía en el campo y llegaba tarde a cenar. Así que Bill se pasaba todo el día solo, pero no podía abandonar la casa. Gordon podía presentarse de improvisto o llegar antes del bar, y si veía que no estaba le aguardaba una paliza a la vuelta.

Aún recordaba la primera que le dio,  su madre acababa de morir y a sus 15 años recién cumplidos aprendió que más valía obedecer a la primera a su tío. Al día siguiente no se podía levantar de la cama de lo que le dolía el cuerpo, pero sacó fuerzas y bajó a prepararle el desayuno antes de que le diera otra por levantarse tarde.

Llegada la noche la cena ya estaba hecha y esperaba sobre la mesa. No había plato para él, había estado picoteando de lo que el señor Listing le había regalado y sabía que solo podía comer lo que Gordon dejara y cuando él se hubiera ido a la cama.

Se sentó en el suelo de la cocina a esperarle, extrañado de verle llegar a los pocos minutos. Siempre regresaba a casa pasadas las 9 y faltaba aún casi media hora. Se levantó de un salto, sabía que algo no iba bien. Esperó conteniendo el aliento a que se abriera la puerta, arrugando la frente al escuchar la voz de otro hombre.

—No sé cómo me he dejado convencer—decía el otro hombre a Gordon.

Al momento se abrió la puerta y entraron Gordon y el hombre que Bill había escuchado. Sentía un nudo en la garganta, no le gustaba la manera en la que le estaba mirando su tío.

—Bill, él es David Jost—presentó David—Trabaja en la casa de los Kaulitz y ha accedido a llevarte con él.

—¿A llevarme con él?—repitió Bill sin entender.

—¡No me repliques!—gritó Gordon dando un paso en su dirección—Sube a por tus cosas y vete inmediatamente con él. No me hagas repetir las cosas...

Bill se movió con rapidez, le daba miedo cuando su tío se ponía así. Subió al desván y cogió la poca ropa que tenía y la lata donde guardaba la comida, dentro de la cual había también una foto de su padre. De su madre no tenía ninguna, y dudaba que su tío tuviera una. Nunca se llevaron bien y sabía que a su madre no le quedó más remedio que dejarle a su cargo por motivos de trabajo.

Bajó llevando la ropa de la mano, pues no tenía donde meterla, y se quedó al pie de las escaleras esperando que su tío hablara.

—Te irás a vivir con David una temporada—empezó a explicar Gordon—Yo iré a por ti en cuanto pueda.

El tal David miró a Gordon alzando una ceja, pero sabía que era imposible hablar con él. Carraspeó y dando un paso se acercó a Bill y le tomó con suavidad del brazo.

—Si no tienes nada más que coger nos vamos—dijo David sonriendo.

Bill negó con la cabeza y se dejó llevar fuera de la casa. No se despidió de Gordon, que nada más ver que iba se sentó a comer como si nada, gruñendo porque la cena estaba fría. Fuera esperaba una camioneta y se montó al lado de David, quien arrancó y se alejó de la casa donde había crecido.

—¿Dónde vamos?—se atrevió a preguntar pasados unos minutos.

—A la plantación Kaulitz, ¿la conoces?—preguntó David, viéndole negar con la cabeza—Está en las afueras de Leipzig, nos espera un largo viaje.

—¿Y...qué voy a hacer ahí?—preguntó Bill a punto de llorar.

—No te preocupes Bill—contestó David suspirando—Créeme si te digo que salir de esa cloaca es lo mejor que te puede pasar. Tu tío te ha...cedido para que me eches una mano en la plantación.

Please, forgive meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora