Capítulo 13

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Otro mes más pasó y Bill cada vez se sentía más pesado, pero muy feliz. Ya vivía en su propia casa y no estaba solo del todo. Georg le hacía mucha compañía, por las tardes tras comer se acercaba y estudiaba en la cocina mientras que él trabajaba en el pequeño huerto que había en el jardín. Luego cenaban juntos y Georg siempre se despedía haciéndole prometer que le llamaría si se sentía mal en plena noche o simplemente quería hablar. Hacía unos días que le habían instalado la línea de teléfono, para estar más comunicado con Georg y en caso de que algo fuera mal con en el embarazo, le tendría en casa en lo que tardaba en coger el coche.

Una vez que Georg se iba, Bill se sentaba en una mecedora que había colocado en el porche y se balanceaba mientras acariciaba su abultado vientre de casi 6 meses. Recordaba entonces a su madre, el día que le tuvo que dejar al cargo de ese tío al que Bill no había visto jamás en la vida.


—Tienes que prometerme que te portarás bien—pidió su madre con lágrimas en los ojos—El tío Gordon cuidará muy bien de ti. ¿Sabes? Me crie en esta casa y sé que aquí serás muy feliz.


¡Qué equivocada estaba su madre! Jamás fue feliz en esa casa, pero lo iba a ser a partir de entonces. Criaría allí a su hijo, y nunca le iba a faltar de nada.

Sabía que iba a ser niño. Esa misma mañana, estuvo en la consulta de la señora Listing para una ecografía rutinaria. Hacía tiempo que se podía saber el sexo,  pero desde el principio Bill quería que fuera una sorpresa, y esa vez no se pudo reprimir y al final le pidió que se lo dijera.

¡Un niño! Entonces el único tema de conversación era como le iba a llamar, Georg no paraba de darle nombres a ver si le gustaban y Bill no se podía decidir, sobre todo cuando por casualidad le preguntó que qué le parecía el nombre de Tom y él sin poder evitarlo se echó a llorar.

No quería pensar en nombres de momento, aún tenía por delante mucho tiempo y cosas que hacer. Como la habitación del bebé, Georg le había ayudado a pintarla toda de azul y ya tenía montada la cuna donde iba a dormir. Cada día llegaba con algo nuevo para ese bebé que ya sentía como suyo, y Bill no sabía ya como decirle que no hacía falta. Pero le veía tan emocionado que no podía negárselo...

Decidió irse a la cama, eran apenas las 9 pero estaba agotado. Se levantó con lentitud de la mecedora y recogiendo el vaso de agua que dejó en una mesa al lado se volvió para entrar. Y cuando iba a cerrar la puerta...sintió un escalofrío. Se volvió con rapidez, le había parecido escuchar un sonido a su izquierda. Pero era de noche y apenas había iluminación alguna, empezó a respirar con dificultad, sabía que había alguien mirándole en la lejanía y no le gustaba esa sensación.

Entró del todo en la casa y dejó la puerta bien cerrada. No se lo pensó dos veces y cogiendo el teléfono llamó a Georg.

—¿Puedes venir, por favor?—le pidió nada más descolgar.

—¡Bill! ¿Estás bien?—preguntó Georg muy preocupado.

—Sí...es que creo que afuera hay alguien—explicó Bill en voz baja—Bueno, no estoy seguro del todo pero he tenido una sensación muy mala.

—En media hora me tienes ahí—dijo Georg con firmeza—Avisaré a mis padres que pasaré la noche contigo.... en tu casa.

Bill asintió y colgó el teléfono respirando aliviado. Esa noche no quería pasarla solo, empezaba a sentir un miedo intenso que le traía malos recuerdos. La última vez que se sintió observado fue violado y si le volvía a pasar y más estando en su estado, no sabía si iba a poder sobrevivir a eso una vez más...

Please, forgive meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora