Lágrimas de Hanyou

140 16 9
                                    

El grupo se movió a toda velocidad en dirección al lugar donde Kirara había llevado a los humanos envenenados. Setsuna acarreaba a Moroha en su espalda, cuidando no agitarla mas, con la esperanza de no perturbar su necesario descanso o regar el veneno aun mas en su sistema.

Los hanyou sintieron una repentina incomodidad y preocupación cuando fueron alcanzados por un desagradable olor a muerte, que provenía exactamente de la dirección hacia la que se estaban moviendo; sin embargo ninguno lo comentó y en su lugar aceleraron el paso.

Poco después divisaron un templo donde ingresaron sin atisbo de duda. Los tres se detuvieron a pocos pasos del umbral, mirando en todas direcciones y olfateando el entorno, pero se encontraron con una atmósfera tan saturada con el hedor a cadáveres que apenas pudieron percibir nada mas.

-Donde están todos...? Esto no me gusta.-Comentó Towa a su hermana y luego miró a la espalda de su tío, quien tampoco tenia respuestas mas allá de las pistas que el horrible olor les susurraba.

Setsuna no se atrevió a señalar la idea de que hubieran llegado demasiado tarde...

Inuyasha comenzó a caminar hacia un edificio cercano, haciendo un gesto a las gemelas para que lo siguiesen. Ambas vacilaron un momento, pero finalmente fueron detrás de él, al carecer de mejores opciones.

Cruzando la esquina de uno de los muchos edificios aparentemente abandonados, los mitad demonio encontraron una figura sospechosa, paleando tranquilamente y cuidadosamente lo que parecía una gran hilera de tumbas.

El origen del olor a muerte.

Las hijas de Sesshomaru se pusieron en guardia al notar que el individuo que en ese momento les daba la espalda era un monje.

Towa fue la primera en decidir hablar.

-Disculpe... hoshi-sama...-Dijo ella con cautela.

Setsuna reprimió un gruñido cuando el monje detuvo su labor para mirar a los recién llegados. La princesa de cabello azabache no tenia problemas con Miroku o sus hijas, aun menos tenia algo contra Moroha, pero la verdad era que a la hanyou no le gustaban los monjes ni los sacerdotes.

El hombre se dio vuelta con tranquilidad, como si no fuera sorprendido por tres mitad demonio salidos aparentemente de la nada.

-Supongo que debe ser Inuyasha y sus... acompañantes.-Afirmó el monje.-Estábamos esperando su llegada.

-Es aquí donde vinieron Shippou y Kirara con nuestros amigos?-Preguntó Inuyasha.

El humano asintió juntando las mangas de su túnica.

-Entonces llevanos con ellos, necesito verlos.-El hanyou se esforzó por mantenerse impasible y no dar seña de lo preocupado que estaba.

-Por supuesto, acompáñenme...-Pidió el monje, pasando cerca de Setsuna.

Entonces él se detuvo con curiosidad, notando al cuarto miembro del grupo, Moroha. La joven sacerdotisa estaba reposando en la espalda y hombros de Setsuna, ahogada en fiebre y aparentemente inconsciente.

-Veo que traen a otra persona herida, déjenme examinar...-El monje intentó acercarse pero cortó su oración y acercamiento inmediatamente cuando Moroha abrió uno de sus ojos y enfocó su atención en él.

Nadie mas que Towa y el monje lo vio.

Si las miradas pudieran matar, el monje instantáneamente hubiera pasado a mejor vida.

El dorado ojo de la princesa contrastó con lo delgada que se volvió su aguda pupila, reflejando la imagen del turbado hombre y expresando a través de ese espejo una intensión asesina tan filosa como Kurikaramaru. Towa se estremeció, no solo por el peligro percibido, aunque la amenaza no fuera para ella, sino porque aquel comportamiento no era normal en su prima.

De vuelta a tiempos difícilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora