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Siempre les pareció increíble mi habilidad de rastrear, y más que lo aprendí por mi, es algo que viene conmigo, desde donde sea que vengamos a esta tierra, ¿como se donde encontrar las presas? ¿Cómo darme cuenta del descuidado rastro qué dejan los...

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Siempre les pareció increíble mi habilidad de rastrear, y más que lo aprendí por mi, es algo que viene conmigo, desde donde sea que vengamos a esta tierra, ¿como se donde encontrar las presas? ¿Cómo darme cuenta del descuidado rastro qué dejan los blancos? Pues lo se, el bosque me lo susurra, me lo muestra, solo hay que poner suficiente atención, y no solo ver con los ojos y escuchar con los oídos, la piel también ayuda, la nariz también ve, incluso se puede saborear olores qué trae la suave brisa. Si, no todos tienen estas habilidades. Y es así como logro encontrar a un cazador qué no es de esta tierra, y que cree que no deja rastro por hacerse invisible.¿ Que si fue fácil seguir el rastro de Yeyin-de?, definitivamente no lo fue, pero como dije el bosque susurra, y esos mountruos peleando lanzan un aviso imposible de ignorar. Cuando subo la colina, logro ver a lo lejos tres figuras, me agachó, aunque este a una distancia prudente, muy prudente, muy lejana, no quiero correr riesgos. Distingo entre el caos de polvo, y cuerpos a Yeyin-de, es como la diferencia entre el sol y la luna entre ellos, Yeyin-de es el sol, su vestimenta es más pulcra, sus movimientos son elegantes, y fluidos, los otros son como rocas rodando a ciegas. Es ahora que entiendo que fui yo el problema, cuando el cazador de cazadores, salió herido. Salgo de mis pensamientos, y me levanto un poco más de mi escondite, fuerzo mi mirada, creyendo que podré mirar mejor, ambos mounstruos han caído, Yeyin-de ganó. Me agachó y me acuesto un momento sobre la tierra, su olor característico llena mis sentidos, bajo de la colina arrastrándome. Todo ha terminado, y es hora de ir casa.

Encontré a esos mala sangre, masacrando un grupo de humanos, todos murieron, qué honor hay en matar por diversión a presas débiles. Los veo saquear, son solo unos asquerosos carroñeros. Mi cañón plasma se activa, y lanzó un tiro, qué les sirve de advertencia y les anuncia mi presencia, cobardes huyen, pero hoy terminaré con su miserable existencia. Toda la fauna y flora de este planeta protesta bajo nuestra lucha, ya no importa, tengo la libertad de moverme, mentiría si el frenesí de la batalla no me gusta, me encanta eliminar lo que no sirve, lo que ocupa espacio, lo que no vale nada sin honor. Estos viejos mala sangre, están fuera de forma, se han vuelto lentos y viciosos, logro cortar con mi espada los talones de uno, mientras con mis disco corto las piernas del otro, su twei tiñe las piedras y troncos, las hojas y ramas, de un color antinatural para este planeta. Les quito sus mascaras antes de darles el toque, final, espero que no  pierdan lo último del poco orgullo yautja, suplicando por sus inútiles vidas, ya que lo veo en su patética mirada, y antes de permitirles tal bajeza, arrancó sus cabezas con un corte limpio, uno antes que él otro. Busco el líquido que borrará todo rastro de su existencia, lo derramó primero en el que perdió sus piernas, busco las otras extremidades, nada puede quedar. Al ir al siguiente cuerpo sin cabeza, veo ahí en su cintura, algo que reconozco no es parte del equipo yautja, ahora recuerdo es el pequeño Da'dtou-di, que la ooman enterró en el cuello de su compañero, estoy seguro que la han estado buscando. Tomo el Da'dtou-di, antes de derramar el líquido azul en el último cuerpo, para evitar que se desintegre con lo demás, lo meto en mi cinturón, mientras veo como todo rastro va desapareciendo, volteo y veo las cabezas apiladas, las tomo en una red, serán la prueba del trabajo terminando, la otra muerte no es mía, mi casco lleva la grabación como evidencia.

Por fin veo mi tribu, desde lo alto de la colina los divisó a un lado del río, aspiro el aire en mis pulmones, un aire fresco y limpio. Bajo rápidamente por el camino que tantas veces he recorrido, algunas mujeres dejan de hacer su trabajo y me miran con sorpresa, siempre hacen eso al verme llegar, no las miro ya que las veces que lo he hecho en el pasado, me regresan el saludo con su espalda. Camino, casi corro y entro en la choza de mi madre.

—Chumani- mi madre se levanta, con asombro al verme llegar, creo que ahora he estado fuera por más tiempo, pero mi sentido de la realidad aun continua afectado.

—Hola madre he regresado - me acerco a ella y la abrazo, ella me devuelve calidamente el gesto, con leve apretón en mi cuerpo, luego me separa y me mira de arriba a abajo.

—¿Dónde has estado? - No se que responder a esta pregunta, puedo decirle la verdad, y ella me mirará enojada, creyendo que me burlo de su inteligencia, o mentir y decirle que me perdí.

—Me perdí madre, no se cuanto tiempo ha pasado — algo de verdad, algo de mentira, mi madre entrecierra los ojos, no creyendo mucho la parte de que me perdí, pero ella decide creerme.

—Es bueno que estes de vuelta, pensé que no volverías— agradezco su preocupación y pido perdón apoyando mi frente en la de ella. Después vienen mis hermanos que se enteraron de mi llegada, les conté que perdí mi cuchillo, al tener que luchar con una bestia, no especifique qué tipo de bestia, ellos prometieron darme otro.
Los días han pasado, tranquilos y a pasibles, no he vuelto a salir de nuestra tribu, y ayudo con cosas menores a mi madre o mis tías, de ves en cuando miro al cielo, y me pregunto si ya el cazador estará muy lejos de aquí, toco el pequeño bolso, qué no deja su lugar amarrado en el  cinturón de mi cintura, me lo quite antes de llegar, se que ellos preguntarian ¿qué es? Y yo no tengo ganas de contarles.
Estos buenos tiempos, no durarían mucho, había una desagradeble sorpresa, pronto.

Una rastreadora y un cazador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora