Capítulo 15: Retorno al pasado

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Llegó a Berlín pasada la hora de comer. Bajó del autobús y tras pararse el tiempo suficiente para comprarse un sándwich en una de las máquinas de la estación y una botella de agua, se lo comió mientras miraba la tarjeta que tenía en sus manos. Era la que le dio Gustav, en ella aparecía su dirección y hacia allí fue en un taxi.

Era un edificio de oficinas y Gustav tenía su despacho en la cuarta planta. Entró en el ascensor y mientras subía pensaba si él le podría ayudar. Tal vez le hablara de su familia, de su hijo y su padre, tal vez supiera donde vivían o su número de teléfono.

Salió del ascensor y buscó su despacho, llamando con suavidad a la puerta cuando lo encontró.

—Adelante—escuchó la voz de Gustav.

Cogió aire y entró, esbozando una sonrisa al verle.

—Mira quien está aquí—dijo Gustav poniéndose en pie.

Rodeó su escritorio y le tendió la mano derecha, que Bill estrechó sin pensárselo dos veces.

— ¿Qué tal tienes el brazo?—preguntó muy interesado.

—Solo fue un arañazo—contestó Gustav sonriendo—Dime, ¿qué te trae por Berlín?

—Mi padre—dijo Bill con firmeza—He pensado que tal vez sabrías algo de él, o de mí...

—Me temo que no—interrumpió Gustav suspirando—No me contaste nada que no estuviera relacionado con tu marido....perdón, con David y Natalie.

La expresión de Bill lo decía todo. Estaba decepcionado, volvía a estar como al principio. Sin ninguna pista sobre su pasado...

—Ahora que recuerdo—dijo Gustav de repente—Me entregaste un juego de llaves de tu apartamento.

— ¿De verdad?—preguntó Bill más esperanzado.

—Sí, fue para poder tomar mejor algunas de las fotos—explicó Gustav carraspeando.

Regresó a su escritorio y abriendo el primer cajón, entregó a Bill un juego de llaves y le dio la dirección.

—Muchas gracias, Gustav—se despidió Bill saliendo del despacho.

Conocía la zona, se trataba de una de las más lujosas de Berlín y hacia allí se dirigió en otro taxi.




Usó las llaves y entró en un lujoso apartamento situado en el último piso. Por las ventanas tenía una magnífica vista de Berlín con sus rascacielos, pero no había ido a admirar el paisaje. Enseguida se puso a mirar lo que le rodeaba, no encontrando alguna foto suya o de su familia como esperaba. Todo lo contrario, solo había fotos de David, Natalie y su hija...

Una vez más recibía un jarro de agua fría. Cuando contrató a Gustav no solo le mintió diciendo que era el marido de David, sino que encima se hizo con un juego de llaves de su casa y le dijo que eran de la suya.

Decidió irse antes de que viniera alguien y llamara a la policía acusándole de allanamiento de morada. Salió del edificio y sintiéndose muy mal consigo mismo, se puso a caminar sin rumbo fijo. Era un barrio muy tranquilo, con tiendas a ambos lados de la calle.

Hubo una que le llamó la atención. Era una galería de arte y se acercó a mirar el escaparate. Había dos obras que le eran conocidas, aunque no sabía porque.

— ¿Papá?—susurró carraspeando.

Había tenido una sensación muy fuerte de que esas obras habían sido pintadas por su padre...

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