P R Ó L O G O

37 1 3
                                    

Algún día seré feliz, no estarán mis padres que día a día me explotan, el reino estará bien al igual que el oro y mi hermana sera protegida, solo quiero alejarme de esto e irme y hacer que nunca fui obligado a aceptar la corona, irme a un lugar donde no me conocen. 

¿Por qué lo pienso ahora? 

Concentrate.

Por el rabillo del ojo puedo ver a una linda joven.

Concentrate -me digo mentalmente.

Me esta poniendo la corona y luego... ¿tengo que decir algo?, ¿le sonrío?.

Miro a mi madre y ella solo me observa con la mirada de que tendré un regaño, hace la manía de sonreír... ya le entendí, le tengo que sonreír al... ¿papa?.

Le hubiera puesto atención a mi padre.

....


—No me pusiste atención, Giacomo. Debías de mirarlo y dar un asentamiento.

—Perdón padre -observo mis zapatos.

—No las aceptaría pero un error los puede cometer cualquiera y es tu primera vez en hacer esto. Los aceptaré.

Que arrogante.

—¡Martina, baja! -mi padre grita.

Mi madre trae puesto un vestido dorado con pendientes del mismo tono al igual que el collar de flores. Padre utiliza un traje azul y zapatos negros mientras tanto yo solo cargo todo de negro lo unico que brilla es la corona con piedras azules y lo dorado que rodea mi cabeza y esas piedras preciosas.

Necesito un whisky y un puro.

Doy media vuelta sobre mis talones para ir al cuarto.

—¿A dónde vas? -pregunta mi madre.

—Al cuarto, me duele la cabeza y así no puedo...

—Mentira, solo quiere beber, fumar y estar rodeado de mujeres casi desnudas. -dice mi hermana bajando las escaleras.

—Cállate  -le susurro una vez que la tengo al lado.

—Oblígame.

—Solo ve unos minutos y luego te regresas -propone mi madre.

En realidad no me duele la cabeza pero no quiero ir con ellos solo estaré rodeado de hombres y mujeres que tratarán de caerme bien por ser el rey cuando lo único que harán será irritarme.

—Gia, te presentarás como rey, todos estarán ahí por ti.

—Lo sé madre pero...

—Hagamos un trato -interrumpe mi padre casi sin voz-. Vas por diez o quince minutos y luego te regresas.

Nada mal pero mientras vamos para allá será como veinte minutos y perderé mi tiempo, no obstante, será agotador ir y venir.

Miro a mi madre que me observa esperando una respuesta. Observo a mi padre que igual está esperando una respuesta y e hace sentir precionado

—Bien  -digo casi en un suspiro.

Mi madre sonríe con tranquilidad.

Los cuatro nos dirigimos al auto, pues este reino que está en mis hombros, es muy avanzado en armas, transportes tanto aéreos como de tierra.

—Mi hijo ya es todo un rey -dice mi progenitora  con una sonrisa y sus manos entrelazadas de bajo su  rostro.

—Forzosamente -susurro.

Mi hermana me da un codazo.

—Cállate, no es momento de quejas.

Mi padre comienza a toser y su esposa saca un pañuelo, se lo pone en la boca y cuando lo quita a escupido sangre.

Un Corazón Distinto   | Isis GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora