S E G U N D A PARTE

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Es una mansión, había dicho casa pero no, es una mansión y es hermosa. Está pintada con un azul cielo por fuera, tiene un jardín realmente grande con una fuente, escalones te dan la bienvenida para entrar.

Mis ojos están totalmente enamorados por cada diseño, la pintura que está en el techo de mujeres, es hermosa y con la lámpara de velas resalta más.

Me guían arriba y las escaleras son anchas y pintadas del color chocolate. Entro a mi cuarto asignado y el olor a madera inunda mis fosas nasales, es tan delicioso este aroma.

La cama es sencilla con sus respectivas almohadas, sábanas y cobertor con una mesita de noche al lado y un mueble para acomodar mi ropa.

Me encantaría ver más de está casa pero mis ojos se cierran por sí solos, me acuesto en la cama dejando mis maletas en el piso, mañana las desahogo de mi ropa. Extiendo mis brazos a cada lado al igual que mis piernas y cierro mis ojos, los vuelvo a abrir pero la luz del sol da los buenos días a mi vista. Me levanto y cierro las cortinas.

—¿Quién en su sano juicio las deja así?

Es la verdad.

Tomo una maleta del piso y la dejo caer en la cama sacando un vestido para ponerme el día de hoy.

...

—¿Cuántos días piensan quedarse?

—Una semana -responde Vladimir.

—Me alegra que haya tomado la invitación, principe...

—No negare en que no siento pena pero me era necesario, tengo asuntos que resolver en este pueblo y bueno, no quiero a mucha gente decirme que quiero ni nada por el estilo.

Si es presumido el ruso.

—Siempre será bienvenido principe -comenta una joven rubia.

No sé su nombre pero al parecer es la hija de este matrimonio que han extendido la invitación a Vladimir.

El principe asiente y come del caldo que han preparado para desayuno, mis padres comienzan a desarrollar una plática motiva con el matrimonio.

—¿Ya te dije qué te ves hermosa? -susurra en mi oído.

—No me lo has dicho -murmullo.

—Perdóname por esa falta, te ves hermosa con ese vestido.

—Gracias -el pequeño espacio que a dejado en nuestros rostros me da la libertad de girar la cabeza y poder ver sus ojos azules con verdes.

Sonrío cuando el deja un pequeño beso cerca de mis labios y se endereza para seguir comiendo.

—¿Son novios?

—Si... ¿Por qué? -la respuesta de Vladimir me deja atónita, frunzo el ceño y lo observo.

—La manera en que la miras es...

—Me retiro -interrumpe Vladimir levantándose de la mesa y deja el pañuelo en la mesa para luego verme-. ¿Vienes conmigo?

La reacción de él me es rara pues comienza a morder sus labios levantando una ceja.

—Ouh... -giro a ver a mis padres que observan la escena que para mi es rara e incómoda, el asentamiento de mi padre me da la respuesta-. Claro

Un Corazón Distinto   | Isis GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora