BOSQUE DE ALMAS

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En un rincón del bosque encantado, donde el viento susurraba al oído, las hojas danzaban en un murmullo suave, contando historias de almas y de vida. Las hojas, amigas del sol y la luna, bailaban al compás del tiempo fugaz,
susurros melodiosos en cada brisa llevándome a un trance de profunda paz.

Mi alma, en medio de ese abrazo eterno, se fusionaba con el mundo natural, sentía el latir de cada hoja en mi pecho, renaciendo el amor en cada otoño vivaz. Cada hoja guardaba historias milenarias, memorias de vidas que en su esencia se fundían, y al caer suavemente al suelo cubierto, me recordaban que la vida siempre renacía.

Así, al contemplar el ciclo de la naturaleza, aprendí que el alma es eterna y vital, cada hoja que cae, en el suelo descansa, para renacer en otra forma celestial. El bosque me enseñó a valorar cada momento, a vivir plenamente, con pasión y alegría, pues cada hoja, cada alma, cada vida, es un regalo único que no se desperdicia.

En cada hoja encontré una lección profunda, un recordatorio eterno de la fragilidad del ser,
pero también de la fuerza interior que nos hace seguir, en esta maravillosa danza de vivir y crecer. Así que abrazo al bosque, abrazo la vida, embriagado por la magia de su encanto sempiterno, y rindo homenaje a cada hoja caída, sabiendo que en mi alma, su esencia encuentro.

-Leyko GZ

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