no me hago cargo

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Emma

Mientras Vane se tomaba un té sentada en el suelo con la espalda apoyada en la cama, yo estaba sentada detrás de ella, encima de la cama. Las luces principales estaban apagadas, teníamos pequeñas lámparas encendidas de un color cálido, el ambiente era hermoso, podría ser el espectador de un gran momento, de besos y abrazos desenfrenados, de conversaciones cursis, pero no, estábamos allí controlando la ansiedad de Vanesa. Le ofrecí llevarla a urgencias, porque sabía perfectamente que sus nervios, no podrían ser parados por si misma, pero se negó.

"No, la ficha dirá que ya tengo un año más, que vergüenza" dijo intentando calmar la situación, sacándome a mi una risa nerviosa.

–¿Estás mejor?– pregunté mientras me acercaba y le masajeaba los hombros.

–con el silencio puedo escuchar mi corazón ¿Responde a tu pregunta?– Preguntó ella con sus ojos cristalinos.

Mi Vane, tan pequeña, tan indefensa y con tanta injusticia en su vida. En ese momento me hubiese gustado poder meterme en su cuerpo, poder abrazar su corazón y su mente, decirle que todo estaría bien, que yo estaría allí, que todos estaríamos allí para ella. Daría todo porque mis brazos fueran su refugio, por poder tenerla una vida entera protegida para que nada le doliera, para que su corazón noble estuviera tranquilo.

– ¿quieres ir a caminar? Vane, te tengo que sacar de casa, porque si estás aquí encerrada va a ser peor, es eso o ir contigo a urgencias–

–¿Me puedes atender tú?– preguntó dándose vuelta para quedar mirándome.

–depende, ¿Me harás caso?–pregunté entre risas.

Habíamos llamado a Francis, porque Vanesa pensaba que el había sido quien había enviado las flores, la respuesta fué negativa, ambas lo sabíamos, ambas lo presentiamos, pero debíamos preguntar para salir de la duda. Vane solo se levantó salió a la terraza de casa, la dejé unos minutos sola, ambas lo necesitábamos. La estaban siguiendo y yo me sentía culpable, era por mi, si yo no fuera parte de su vida ella estaría tranquila en su casa o en una fiesta con sus amigos celebrando su cumpleaños, pero aquí estamos, con unas flores en casa que sabíamos perfectamente de quién eran, pero no queríamos nombrarlo.

Llamamos a Toñi quien ya estaba en Madrid desde hace un día, le pedimos que se quedara con Cande para poder llevar a Vanesa a urgencias, porque no podía controlar su respiración por si sola.
Mientras Vane estaba cambiándose ropa, yo conversé con Toñi, le conté todo lo que ocurrió y ella al igual que yo se sentía culpable, pero yo era quien tenía la mayor parte de culpa en esta situación y en cuanto Vane bajó cambiamos nuestras caras y le sonreímos.

–estoy lista, le di un besito a Cande, quedó despierta– le dijo a su madre mientras se ataba los cordones de sus converse.

Salimos juntas de casa, está vez yo conducía el coche, era su cumpleaños, pero me tocó explicarle que lo más importante era su salud, le costó muchísimo entenderlo pero asintió para dar por finalizada la conversación.
Llegamos y Matías estaba de turno, corriendo por todos los lugares, como siempre, Vanesa con una mejor cara por el aire que había tomado en el camino, reía por las bromas que este le hacía.

–me vas a odiar por esto gorda, pero te tengo que poner este suero con un medicamento para que te relajes un poquito y poder volver a casa a dormir tranquila–. Expliqué.

Seguimos con el procedimiento mientras bromeábamos para olvidar el momento, fuí a comprarle una bolsa de papitas y mientras ella comía esperábamos a qué el suero terminara de pasar, nos fuimos a mi oficina y allí ella se acostó en el sofá mientras yo revisaba los documentos que habían en mi escritorio.

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