pasos

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Vanesa

Podía sentir mi corazón, cada latido...
Podía sentir como la sangre circulaba por mis venas y como mi respiración intentaba salir apresurada como si de una huída de tratase.
¿Estaba huyendo? Si, de mi, de mi antigua vida y de todo lo que quería olvidar. Si lo pienso bien esta es una huída que vale la pena... Totalmente.

En mi cabeza sentía las agujas de un reloj ficticio haciéndome presión.

Se está demorando.
La voz de mi cabeza atacaba.
Lo está dudando.

Recien has terminado de hablar. No seas ridícula.
Hablaba mi lado más racional.

-claro que quiero, Vane... Lo he estado esperando hace meses- reía bajito ella mientras se acercaba a mi para besarme.

Su cuerpo y el mío encajaba a la perfección, sus labios estaban destinados a estar anclados a los míos una eternidad.

Del bolsillo de mi chaqueta saqué una caja de color rosado y la abrí para sacar el anillo que hace un tiempo atrás había comprado, ese que con solo elegirlo ponía en riesgo mi relación. Una argolla totalmente lisa con tres pequeños cuarzos de color morado arriba, que luego de una investigación pude darme cuenta que era el mismo cuarzo que ella llevaba a todas partes, amatista.
En cuanto el anillo tocó su dedo escuché el sonido de los fuegos y todo a nuestro alrededor estaba iluminado, lleno de gritos y felicidad. Mientras nosotras simplemente nos abrazamos para luego solo separarnos un poco para llamar a Candela a quien tomé en brazos para estar las tres juntas, como debería ser siempre.

–¿Mamá y mami novias por siempre?– preguntó mirándonos – la tita Malú me ha dicho que cuando una mujer se casa ya no se le dice señorita y se le dice señora ¿Mamis señoras?– Preguntó lo que desató la risa de Emma y mia.

–tenemos una conversación pendiente– respondí entre risas.

Mire a Emma y apunté a la cámara que había frente a nosotras, porque una amiga mía estaba documentando todo lo que estaba ocurriendo. Emma se acercó un poco a la cámara y mostró su mano donde ahora estaba su anillo.

La celebración siguió hasta la madrugada, porque a la celebración de la vida se le sumó la unión, hasta que el sol comenzó a salir y todos comenzaron a despedirse para también dejarnos descansar.
Y cuando todos desaparecieron de casa nos dimos cuenta que comenzabamos recién nuestra nueva vida, porque la casa es muy distinta cuando hay mucha gente a nuestro alrededor y ahora solo estábamos las tres sentadas en el sofá, Candela durmiendo sobre mi pecho y Emma con su cabeza apoyada en mi hombro, simplemente disfrutando del momento.

Emma

lleva a Cande a su cama, yo subiré un té para las dos... Hace frío– dije levantándome del sofá cuando me di cuenta de que Vanesa se estaba quedando dormida.

–¿Puede dormir con nosotras hoy?– preguntó haciendo morritos mientras solo abría un poco los ojos.

–está bien, pero tú vas en medio y Cande en tu lado de la cama... No me gusta no poder abrazarte por las noches–

Ella abandonó la sala con Cande en sus brazos y yo me quedé ahí, apoyada contra la pared mirando como los primeros rayos de sol iluminaban la casa, una casa totalmente nueva y que aún así me daba la sensación de que había vivido allí toda mi vida, pero a los segundos comencé a sentirme mareada, todo se me venía encima, cerré los ojos y respiré, todo era producto de las emociones, estaba segura.

–respira– me susurré a mi misma.

Apoyé mi cabeza contra la pared y bajé hasta quedar sentada en el suelo, respiré tantas veces que llegué a perder la cuenta y cuando abrí los ojos me invadió el cansancio y el dolor de cabeza.
Me quedé allí unos segundos y luego me levanté para ir a servir el agua caliente en las tazas y junto a esto a tomarme unas pastillas.

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