Toji

154 8 0
                                    




Bienvenido a casa.


***


Él está aquí.

Llegó a casa.

Escuchó sus pasos, visualizó su gran figura en su mente caminar a su ritmo pausado por el pasillo. Incluso ella puede imaginar el cómo sus manos, venosas y ásperas están en un puño, sosteniendo alguna bolsa o sus espadas.

Su respiración se vio tan afectada de tan solo sentir su fragancia, él olía a bosque... A humedad, también a sangre.

Llegó a casa después de 2 semanas, su misión acabó.

Lamió sus labios, el nerviosismo causando estragos en su cuerpo, y su mente siendo un caos.

Eran aproximadamente las siete de la noche, quizá las ocho. Hacía frío, y la cena aún no estaba lista. Cocinó algunos fideos, y actuó como si no notó el cómo los pasos, tan fuertes como él, se pausaron a sus espaldas. La radio seguía llenando la casa, sin detener la música relajante que transcurría. Quiso prestarle atención a aquella canción, tan relajante que en otra ocasión, estaba segura que la relajaría o incluso, dormiría mientras resuena en su habitación Pero la pesada presencia detrás suyo, sus pasos tan pesados, llenaron su pensamiento y simplemente no podía pensar en otra cosa que no fuera aquella invasión a su paz.

Aquel cuerpo, aquella presencia que la mantenía en un estado de alerta y ansiedad, se detuvo. Y ella lo sintió detrás suyo, apoyado o quiza de pie en la pared color blanco. Él quedó allí, quieto, tan quieto que ______ en su puesto, fingiendo que cortaba en rodajas una zanahoria, pensó que se fue, Pero él retomó su andar, caminó aún más lento... Como si observara algo. Poniéndole atención. Si, observándola. A ella, cazándola. Su corazón, sin piedad mantenía aquel maniático golpeteo de su pobre corazón, y actuó como si no estuviera allí.

La silla rechinó fuertemente por el peso en ella. Y un espasmo tomo lugar en su cuerpo. Seguir ignorándolo ya era totalmente estúpido, él hizo saber su presencia, igual el sabía que lo notó. Ella siempre lo sentía cuando él estaba acercándose a ella.

De repente, el calor en su cuerpo se extendió. Su cuello ardía y sus mejillas se sentían al rojo vivo.

—¿Sabes que me gusta mucho verte así?—él comentó, sin disimular la burla en su voz.

Pero había un deje de seriedad allí.

Su voz. ¿Estaba molesto?

Ella volteó, lentamente, apoyando su espalda baja en la encimera donde cocinaba. Bajó su cabeza, no podía mirarlo a la cara.

—Me encanta que actúes como una mojigata. Esperándome en casa como una obediente y sumisa esposa, ¿no?—su ronca risa retumbo el lugar.

Él la visualizó simplemente.

Su delantal corto, ajustado en su cintura, haciéndola más pequeña de lo que ya era. Su delgada figura, pero con piernas con volumen lo saludaban. Ella no alzó su rostro, pero estaba seguro de que la vergüenza en ella estaba más que presente.

Su cabello largo, un poco ondulado y rebelde cayendo libremente en su espalda y parte de sus brazos, aquella piel blanca que tanto le gustaba marcar.

Jamás se cansaría de observar a su muñeca, menos ahora que volvió de un largo viaje.

—¿Por qué no estas recibiéndome como se debe, y como sabes que me gusta?

Ella camino, sus piernas temblando levemente, y su traicionera timidez saliendo a flote. Una vez lo suficientemente cerca, Toji la miró a la cara por primera vez en dos semanas, observó el rostro de su mujer y sonrió, complacido por su sonrojo y su timidez ambulante. El se acomodó en su silla, pareciendo disfrutar del espectáculo delante suyo, aunque solo era su chica tímida. Sus caderas apuntaron hacia adelante, y quedo en aquella posición cómoda para el, no sin antes estirar sus piernas a los costados de cada pierna de ______. Sus manos reposaron en sus bolsillos.

—Ven aquí.—él susurró, su voz filtrándose de sus labios como una melodía rota que ______ extrañó.

Y acató, se acercó a su cuerpo musculoso, posándose en medio de sus abiertas piernas, se inclinó hacia adelante, mirando la expresión neutra y peligrosa de Toji, pero aun conservando su aire a burla. Visualizó la cicatriz en su labio inferior, y planto y beso húmedo en aquel sitio. Toji tarareó en aprobación y disfrutó cada segundo.

—Bienvenido a casa, mi señor.

ᴏɴᴇ sʜᴏᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora