Sanemi Shinazugawa

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algo cortito.









***






¿Cuándo empecé a... sentirme así, por tí? Ésta horrible necesidad que me carcome por dentro, de querer tenerte dentro de mí piel.

¿En qué momento, exactamente? El segundo exacto en que decidí convertirme en ésta alma sin moral, ésta alma hambrienta de tu tacto.

El momento exacto en el que mi corazón simplemente ardió como si estuviera en llamas.

Supongo que fué cuando me dijiste que era una débil de mierda, una mujer sin fuerza y sin propósito. Cuando estaba en el suelo, adolorida por la lucha que acabábamos de tener donde me dejaste sin aliento y mis nudillos mancharon el suelo de mi sangre.




》》 Gotas de sudor y su respiración entre cortada fue lo único que se escuchaba en aquel bosque silencioso, pero aquella mirada tan pesada era lo único que resonaba en su cabeza. Dolía su cuerpo, sus manos, su cabeza. Pero nada se comparó con el dolor de ser humillada.

Lágrimas de impotencia bajaron por sus rosadas mejillas, y le fué imposible callar sus quejidos.

Pero él siempre se daba cuenta.

—Te creí mas fuerte.—le escuchó susurrar con molestia, e incluso imaginó aquel gesto común suyo, inclinando su cabeza a un costado.

Una ráfaga de viento helado bailó por sus brazos, mismos cuales yacían con algunos rasguños que brotaban sangre, pero el frío no fue quien la hizo temblar.

Ni siquiera pudo mirarlo, lo suficientemente humillada como para darle la cara. Abajo, arrodillada, observó con rabia sus propias manos que empuñaron la tierra a su vista.

La tierra fue víctima de la rabia incesante que crecía rápidamente en si misma, manos llenas de sangre empuñaron el suelo y su piel se erizó cual pelaje de algún felino.

Pero calló.

Y el Hashira suspiró con desagno. Solo  la miró de arriba, pero con aquella chispa de interés que se prendía cuando la miraba. Aun asi, no era de los que disimulaba su molestia, o su ira, o... su decepción.

La cual era falsa. Porque ella le interesaba profundamente, aunque lo negara en voz alta.

—¿Puedes seguir, niña?

Niña.

Un palpito se hizo presente en su cien en el momento que levantó la cabeza para verle. Un sentimiento de rabia e ira la azotó con dureza, cada vena y órgano de su cuerpo siendo molido por éste, y sin esconder o disimular su sentir, le miró con todo el odio existente en su alma. De pronto las lagrimas se fueron, el sentimiento de derrota murió. 

Ahora solo había un odio profundo que le dominó en cuerpo, alma y mente

Y pilar del viento solo procesó aquella nueva aura que desprendía la chica en el suelo, ahora el viento se sentía diferente.

ᴏɴᴇ sʜᴏᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora