XX.- Sabuesos de la Muerte

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Camden había pasado por mucho desde que decidió unirse al ejército, la verdad se arrepintió de esa decisión toda su vida pero la presión de su padre era demasiada, la verdad jamás pensó que gracias a esos dejaría a sus hermanos con una bestia que necesitaba calmar su ansia de poder. Sus días de entrenamiento fueron duros, estaba cansado la mayoría del tiempo pero recuperaba su energía al leer las cartas de sus hermanos pero no entendió un día que dejaron de llegar, no tuvo tiempo de averiguar nada ya que ese mismo día lo mandaron a Afganistán y el infierno se desato. Cada día en ese lugar había batallas, era un milagro que pudiera dormir sin escuchar disparos o bambas, este era el verdadero campo de batalla donde se aferraba a la fotografía y esperanza de ver a sus hermanitos de nuevo.

Pasaron los días, las semanas y de repente perdió la cuenta, no sabía que día era o cuánto tiempo había pasado, solo sabía que tenía que seguir luchando. Conoció a Jordan Parrish y le devolvió la vida con sus suaves sonrisas y chistes malos, aquellas noches acurrucados entregándose el uno al otro era la única felicidad que tenían, él era el amor de su vida pero entonces ocurrió... La explosión los llenó por completo, los consumió y luego volvieron a la vida de manera sorprendente solo que ahora había hecho una clase de pacto con una criatura sobrenatural que provenía del infierno y era el cuidador del limbo; ya no eran más humanos ahora tenían otras responsabilidades y esa pequeña manada de dos que habían formado.

Cuando dejó el infierno se acercó a su hogar descubriendo que su padre era más serio, no se atrevió al entrar a casa cuando vio la mirada de sus hermanos, tan apagadas y carentes de vida, pensó, estúpidamente, que era lo mejor así que mantuvo su distancia y cuando se enteró de la verdad de su padre él ya había muerto y Jordan había llevado su alma al infierno. Quiso acerca nuevamente pero ahora tenían una manada que estaba seguro de que no los aceptarían así que dejó que sus hermanos fueran libres. Luego todo se fue a la mierda y tuvo que ver como discutían y no se hablaban, luego vio a Stiles alejarse y se congeló.

Ahora frente a él no estaban los niños que había dejado atrás ahora eran unos jóvenes de veinte años, estaban haciendo sus vidas y los dos tenían responsabilidades y una manada a la que cuidar.

Stiles se mantenía al lado izquierdo de su alfa, sus brazos cruzados sobre su pecho y su mirada fría. Isaac, por otro lado, estaba al lado de Scott, su semblante era serio y todo su cuerpo estaba tenso pero la calidez de Derek lo tranquilizaba, era su alfa y eso lo ayudaba a calmarse.

— Mi beta me informó lo que buscan, tengo entendido que ya tuvieron su primer encuentro con nuestros aliados. Realmente no sé que nos pueden ofrecer ustedes, ya tenemos a un heraldo de la muerte. — les dijo Derek de manera seria.

Jordan miró a su novio y retrocedió, él debía de hablar a pesar de que las manadas de ahí quería arrancarle la cabeza.

— Podemos controlar las almas que viajan del limbo al infierno, también podemos trasportarlas a las puertas del paraíso pero no podemos entrar a él. Me encargué que la antigua manada Hale llegara a esas puertas hace unos años, habían estado perdidos en el limbo por bastante tiempo.

— ¿Quieres que los dejemos quedarse en el territorio solo porque sacaste a nuestra familia del limbo? — le preguntó Peter con odio.

— No, solo quiero dejar claro lo que podemos hacer. También podemos contener el grito de un banshee si en algún momento se descontrola, podemos quemar y asesinar a zorros oscuros, sobrenaturales que no pueden matar con solo sus garras. Somos los heraldos de la muerte más fuertes que existen.

— Amets. — dijo Derek sin apartar la mirada de los sabuesos.

— Es la decisión de Isaac y Mieczyslaw.

Los sabuesos miraron a los jóvenes.

— Pueden quedarse en el territorio, conseguir un trabajo y hacer su vida aquí pero no serán parte de alguna de las manadas, por lo menos no mientras no podamos confiar en ustedes. — dijo Stiles mientras Isaac asentía.

— Gracias. — dijo Jordan mientras tomaba la mano del otro.

— Tienen que reportarse diario con Peter. — dijo Dariel.

— Lo haremos, cumpliremos cualquier cosa que nos pidan. Nos retiramos. — dijo Jordan.

Las manadas los vieron salir del lugar. De inmediato los alfas se acercaron a sus betas. Amets colocó sus manos sobre sus hombros y Derek acarició el cabello de Isaac.

— ¿Estás bien? Si hacen algo podemos sacarlos a patadas, ¡carajo! Podrías hacerlo tu mismo.

— No seas imbécil. — le dijo Beth para después mover a su hijo y acariciar las mejillas del castaño.

— Así es él, mamá. — le dijo Stiles con una leve sonrisa adornando su rostro.

— Y tu mi encantador muchacho espero que estés bien y en momento en que ese hombre te moleste cuando no lo quieres cerca me dices y me encargaré de que la muerte sean algo hermoso comparado con lo que le voy a hacer. — miró a Isaac con una sonrisa tierna — También va para ti, cariño. Si pasa algo solo tienes que decirle a mamá Beth. — le guiñó un ojo logrando que el menor riera levemente.

— Gracias, Beth.

— ¿A qué es genial? — presumió Stiles a su hermano.

— Es increíble, ya la adoro.

Isaac se acercó a su hermano y lo abrazó.

— Todo estará bien, Issi.

— Lo sé. Juntos, como antes.

— Si, juntos.

Las manadas no pudieron evitar sonreír, esos hermanos habían pasado por demasiadas cosas y pensaron que jamás podrían recuperar la relación que tenían de niños, pero ahí estaban y todo parecía como antes.

— ¿Mica? ¡Mica!

Stiles miró el cuchillo enterrado en su costado, la sangre comenzó a salir de su boca y su cuerpo se desplomó en los brazos de su hermano. Miró a Roy, quien lo miraba con dolor y asustado por un momento sus ojos se volvieron negros.

— No... — miró a Amets — Él regreso. Roy. Sáquenle esa cosa.

— ¡MICA! 

Hermanos LaheyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora