CAPÍTULO DIEZ

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Desperté por la tarde del sábado, aliviada de haber recuperado esas anheladas horas de sueño. Me liberé de las sábanas, y contemplé los rayos de sol que se filtraban mientras abría mis ventanas. También, encendí una vela y decidí que hoy era el día en el que reorganizaría mi vida, y qué mejor manera de empezar que ordenando mi espacio. Coloqué mi ropa a lavar y moví y limpié cada rincón de mi hogar. Sin embargo, no podía seguir dejando para después mi conversación con Danny, quien ya había insinuado que teníamos que hablar. Quise posponerlo todo lo posible porque estaba nerviosa y algo asustada. Sin embargo, cuando mi móvil se iluminó con su nombre no pude seguir evitándolo.

Mi corazón latía con fuerza mientras deslizaba mi dedo sobre la pantalla para contestar su llamada. "Hey, ¿cómo has estado?" la voz de Danny resonó en mi oído.

"He tenido mejores días" respondí, tratando de ocultar la turbulencia emocional que se agitaba en mi interior.

"Si, yo también", comentó él en medio de un gran suspiro. "Supongo que tenemos que hablar", añadió.

Estaba asustada por lo que podría suceder en esta conversación, pero recordando mis sesiones de terapia, me armé de valor para expresar lo que siento y dije: "Me sentí realmente mal cuando te olvidaste de nuestra cita. Pero lo que más me duele es que la distancia nos ha afectado. Has cambiado conmigo. Ya no me cuentas tus cosas. No sé nada de lo que te sucede", dije con el tono de voz más seguro que encontré, como si no sintiera a mi corazón colgando de un hilo.

"Lo siento, Oliv. Es que, no me gusta la distancia y se me hace extraño tener que hablarte a través de un teléfono. Pero, lo he estado pensando mucho y en realidad faltan tres meses para que vuelvas y puedo soportarlo. En tres meses todo será como antes. Estaremos de nuevo juntos por siempre", expresó con cierta esperanza.

"A mí tampoco me gusta la distancia, Danny. Pero son sacrificios que ambos acordamos en hacer si queríamos estar juntos. Además, tenemos que aprender a sobrellevar situaciones así. Yo quiero seguir viajando y eventualmente dejar atrás Lake Cacely".

Hubo un prolongado silencio que me hizo temer que la llamada se hubiera cortado. "¿Qué quieres decir?", respondió Danny con un tono de voz frío.

"Siempre has sabido que mi sueño es venir a la gran ciudad", dije con sinceridad. "Ahora que estoy aquí estoy más segura de eso. Karovo es increíble y hay mucha oportunidad de trabajo. Estoy segura de que si le dieras una oportunidad te encantaría", afirmé.

"Siempre creí que querías ir a la gran ciudad como una experiencia y cuando salió esta pasantía me alegré por ti, porque finalmente cumplirías ese sueño y una vez que lo alcanzaras podrías volver y tener una vida conmigo, como siempre lo hemos planeado, Olivia."

"Claro que planeo una vida contigo, pero no estoy segura de que sea en Lake Cacely. Para eso hicimos tantos sacrificios para entrar a la universidad, Danny. ¿Acaso quieres pasar toda tu vida allí, sin conocer nada más?"

"Si, Olivia. Planeo tener una vida tranquila y segura, como la de mis padres, sabes. Un hogar cerca del río y trabajos estables", respondió con convicción.

No supe qué decir. Mi mente era un torbellino de pensamientos y una mezcla de emociones. Habíamos estado juntos durante tres años, y esta era la primera vez que hablábamos abiertamente sobre nuestro futuro juntos.

"No quiero una vida como la de tus padres", dije con voz temblorosa. "No me malinterpretes, no es una mala vida. Pero no es la vida que deseo para mí. Quiero viajar, conocer el mundo, experimentar cosas nuevas. Quiero aprovechar las oportunidades increíbles que esta ciudad me brinda en mi carrera. No quiero quedarme en el mismo sitio haciendo las mismas cosas, al menos no ahora, Danny, recién cumplí veintitres años, quiero hacer grandes cosas todavía".

"No puedo creer que estés diciéndome todo esto" dijo soltando una risa como si la conversación le resultara divertida.

"¿Qué te parece tan divertido?", pregunté algo enfadada.

"Todo este tiempo creí que estábamos en la misma página, Olivia. Que en cuanto terminaras tu pasantía volverías al pueblo y construiríamos una vida juntos", respondió decepcionado.

"¿Y eso es todo? ¿Mi vida se va a resumir en tener un trabajo local y vivir contigo?" pregunté, sintiendo la molestia crecer dentro de mí.

"¿Te parece una mala vida?" replicó.

"No es la vida que quiero para mí" respondí con voz temblorosa pero segura y orgullosa de la valentía que tenía para decirlo.

Coloqué la llamada en altavoz para colocar mi móvil sobre la mesa e intentar respirar con tranquilidad. "¿Vamos a terminar?" era la pregunta que resonaba en mi mente con fuerza. Llevé ambas manos temblorosas a la cabeza que ya comenzaba a doler.

"Creo que debemos conversar en otro momento. Hay muchas cosas en las que pensar", sugirió.


"Está bien", fue lo único que logré articular y en menos de un segundo, Danny ya había colgado la llamada. Suspiré profundamente, sintiendo un nudo en mi garganta.

Me metí a la ducha permitiendo que las lágrimas comenzaran a fluir, y me hundí en la tristeza que se apoderaba de mí. Mientras el agua caliente recorría mi cuerpo, mi mente vagaba por recuerdos lejanos, reviviendo momentos de mi pasado: una pequeña niña de dos coletas sentada sola en las bancas del salón porque ninguno de sus compañeros quería jugar con ella en el receso. También recordé cuando cumplí quince años y le mostré mi libro favorito al primer chico que me gustó, se rió en mi cara y me dijo que leer era cosa de abuelitas. Por eso aprendí a estar sola, a comprender que yo misma era mi mejor compañía. A quererme y cuidarme como lo más valioso. Unos años después, apareció Danny.

Nunca había creído en los cuentos de hadas. Pero con él, comencé a hacerlo. Era el príncipe azul con el que nunca había soñado, pero de alguna forma siempre quise. No sabía lo mucho que quería ser rescatada hasta que llegó él. Ahora la mínima idea de perderlo me aterrorizaba.

No puedo terminar con él.

Deberías hacerlo.

Mi cabeza parecía cobrar vida propia cuando se lo proponía. De algo estaba segura: no quería perder a Danny. La incertidumbre se apoderó de mí mientras me envolvía en una toalla y salía del baño. El futuro de nuestra relación estaba en juego, y debía encontrar la respuesta a la pregunta que me atormentaba: ¿era mi amor por Danny genuino o simplemente una ilusión basada en el temor a la soledad?


Sentí la vibración de mi móvil sobre el tocador y, con curiosidad, dirigí mi mirada al nombre de Benjamín, que brillaba en la pantalla junto a un nuevo mensaje.

Benjamín: ¿Vas a ir al lago hoy?

No tenía muchas ganas de ir, pero ya le había prometido a Ramiro que asistiría, y no quería decepcionarlo. Después de todo, fue él quien organizó esa salida con sus amigos y siendo honesta no tenía ánimos de perder a otra de las pocas personas cercanas que quedaban en mi vida.

Olivia: Sí, ¿y tú?

Benjamín: No tenía ganas, pero ahora tengo una razón para ir.

Quise reprenderme por sonreír al leer su mensaje. ¿Acaso Benjamín poseía algún tipo de sentido arácnido para detectar cuándo me sentía mal y aparecer para sacarme una sonrisa?

Decidí no responder al mensaje. Necesitaba poner distancia a esta situación que no nos llevaba a ningún lugar.Te encanta esta situación. Shh. Me gusta tener un amigo con quien hablar, nada más. Si, si si, lo que tú digas.

Cerré los ojos, tratando de alejar esos pensamientos confusos de mi mente. No podía permitir que nuestra amistad se convirtiera en algo más complicado.

MIENTRAS NADIE VEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora