CAPÍTULO TRECE

1 0 0
                                    

Las mañanas en el trabajo siempre eran agitadas, pero el día de hoy en particular todos parecen estar saltando de un lado a otro.

"¿Por qué todos parecen tener hormigas en sus pies? le pregunté a Ramiro quien estaba a mi lado disfrutando de una taza de café.

"El jefe llega esta semana y debe encontrar todo listo e impecable", mencionó sin una pizca de emoción.

"¿Por qué tan cabizbajo?" pregunté intrigada.

"Porque solo pasa de vez en cuando a asegurarse que todo marche en orden", suspiró.

"¿Y eso es algo malo?"

"Es malo porque mis ojos no pueden deleitarse con su presencia", respondió con una sonrisa irónica.

Ambos nos reímos a carcajadas haciendo que muchas miradas se dirigieran a nosotros, incluyendo la de Gerardo quien se acercó a nosotros con cautela.

"Hola chicos, ¿qué tal están?" preguntó mirándonos a ambos. Gerardo es un chico muy alto de cabello rubio y ojos claros. Trabaja en el departamento de diseño por lo que solo coincidimos en las reuniones que ha organizado Ramiro.

"Bien, bien", respondí intercambiando una mirada con Ramiro a lo que él asintió con la cabeza, "Bien, ¿qué te trae por este departamento?" preguntó entonces.

"Quería preguntarle a Olivia su opinión para unos diseños que estoy realizando para la portada de un libro", respondió Gerardo.

"Oh. Encantada de ayudarte", añadí con cierta sorpresa.

"Bueno chicos, los dejaré solos para que hablen", comentó Ramiro mientras se alejaba para dirigirse a su oficina.

"Entonces, tengo este diseño de los protagonistas tomados de la mano, caminando hacia adelante, para representar que se atreven a explorar sus sentimientos mutuos", comenzó a explicar.

Tomé el diseño en mis manos para analizarlo más de cerca. Era hermoso, con tonos rosados y la silueta de los protagonistas en un rojo intenso, simbolizando la pasión del amor. "¿Esta es la historia que corregí la semana pasada?" pregunté.

Gerardo asintió con su cabeza. "Así es. Por eso me interesa tu opinión", comentó mientras sacaba otro diseño de su carpeta". "Este es exactamente el mismo, pero quise añadir algunas estrellas alrededor de ellos, porque ya sabes, siempre mencionaron que su amor es..."

"Fugaz", completé por él. "Me encanta. La estrella fugaz sobre ambos representa a la perfección el mensaje de la historia. Los personajes están envueltos en un amor fugaz, y lo saben desde el inicio".

"¡Exacto, Olivia! Es justo lo que estaba pensando" respondió emocionado. "Eh, bueno, gracias por tu ayuda. Nos vemos pronto", de repente su actitud y tono de voz cambiaron, dando paso a un Gerardo asustado que se escabullía rápidamente a su departamento.

Luego de girarme para intentar entender su repentino cambio de actitud, me encontré con el rostro de Benjamín, ardiendo como un tomate. Nunca antes había visto tal expresión en su rostro, pero estaba segura que podría estallar en llamas.

Hice un gesto para que me siguiera hasta mi oficina y una vez cerrada la puerta tras de mí, le pregunté: "¿Se puede saber por qué me estas mirando de esa forma?

"No sabía que eras amiga de Gerardo", dijo con voz fría y calculadora mientras cruzaba sus brazos frente a su pecho.

"No somos amigos. Solo buenos compañeros de trabajo. Así como tú y yo"

"¿Tú y yo?" pronunció con un desafío en su voz mientras se acercaba en grandes zancadas hasta quedar parado frente a mí. "Tú y yo no somos amigos, Olivia, mucho menos compañeros de trabajo".

"¿Ah no?" Nunca lo admitiría pero que Benjamín sintiera celos por mí me generaba unos sentimientos díficiles de controlar. "Entonces, ¿qué somos? Pregunté con seriedad y una pizca de diversión.

Llevó sus manos hasta mi barbilla, alzándola con delicadesa para que lo mirara fijamente a los ojos. "Con él no tienes lo que tienes conmigo", dijo mientras me acorralaba contra la pared.

"¿Y qué tengo contigo?" pregunté con picardía. En respuesta, Benjamín pegó su cuerpo contra el mío y la respuesta y advertencia fueron claras, tanto como el creciente bulto en su pantalón.

Nos miramos fijamente e inconcientemente mordí mi labio inferior. "No lo hagas", dijo mientras colocaba sus dedos sobre mis labios.

"¿Qué no haga qué?" pregunté inocente.

"No me tientes tanto, Olivia". No me dio chance de responder porque antes de que pudiera decir algo, se alejó de mí como si le quemara mi presencia.

Después de que se alejara, dejándome con una mezcla de confusión y deseo, me apoyé contra la pared y suspiré profundamente. Entre nosotros había algo intenso que no podía permitir que nos siguiera consumiendo.

Decidida, salí de mi oficina y me dirigí a la suya para enfrentar esta situación. Una vez dentro, pude ver en sus ojos una mezcla de vulnerabilidad y deseo.

"¿Qué haces aquí, Olivia", preguntó.

No supe qué responder. La pregunta resonó en mi cabeza, repitiéndose varias veces. ¿Lo quiero a él? Si. Pero no puedo tenerlo. Nunca lo tendría. Es la única realidad que tengo que enfrentar.

Sin embargo, Benjamín se acercó a mí con decisión, rompiendo la distancia entre nosotros mientras tomaba mi rostro entre sus manos. Mi miró fijamente a los ojos, mostrando el fuego que crecía dentro de él y luego se acercó lentamente. Cerré mis ojos, anticipando el roce de nuestros labios.

Sentí una suave presión humeda en la comisura de mis labios. Fue apenas un roce, incluso lo suficiente para hacerme dudar si fue real o parte de mi imaginación.

"No haré nada que no quieras", susurró mientras se apartaba de mí. El problema es que si quería. Pero no podíamos, quise decirle pero las palabras no salían de mi boca. En su lugar, lo abracé.

Lo abracé como si nuestro pequeño amor pudiera ser real por un instante, como si pudieramos salir de esta oficina y tomarnos de la mano para enfrentar al mundo juntos. Lo abracé para que sintiese todo lo que no podía decirle con palabras. Él me correspondió con fuerza, entendiendo el significado de ese abrazo.

En cuanto nos separamos, intentamos actuar como si nada pasara. "¿Qué harás este fin de semana?" preguntó Benjamín, tratando de retomar la normalidad.

"Quiero explorar la ciudad. Tengo meses viviendo aquí y no he tenido la oportunidad de hacerlo", respondí.

"Podría acompañarte", sugirió.

"Oh, no es necesario. Podría decirle a alguien más", mencioné, considerando que a Ramiro le encantaría acompañarme si se lo pidiese. Sin embargo, creo que Benjamín imaginó que me refería a otra persona porque su expresión cambió totalmente.

Con su rostro serio y tono de voz autoritario, dijo: "Vas a ir conmigo".

"No podemos tener citas", le recordé.


"No será una cita. Míralo como un paseo turístico. Además, recuerda, solo somos a-m-i-g-o-s", enfatizó con tono burlón recordando las mismas palabras que utilicé la vez que estuvimos juntos en el lago.

"Está bien. Pero no es una cita", insistí mientras volteaba mis ojos.

MIENTRAS NADIE VEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora