CAPÍTULO CINCO

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En la escuela, solía observar mucho a mis compañeros Todos lucían alegres por tener un amigo con quien jugar o alguien con quien compartir el recreo. Todos excepto yo. Recuerdo que incluso las maestras me preguntaban si estaba bien. En una ocasión, solicitaron la asistencia de mi madre y le comentaron que era una niña muy solitaria. Cuando escuché esa palabra por primera vez no supe qué significaba, hasta que meses después lo descubrí.

Solitaria es una persona que prefiere estar sin compañía y lo disfruta. ¿Es esto algo malo? Me pregunté. Todos mis compañeros tenían amigos, es lo normal. Pero, luego de encontrar el significado de solitaria pensé; "Hay más personas como yo", y desde entonces no me siento mal al respecto.

Luego vino la secundaria, donde pude establecer ciertas relaciones, pero ninguna que considerara del tipo de amistad "ride or die". No fue hasta la universidad cuando me harté de ser la chica solitaria, y decidí que me esforzaría por ser mas amigable y crear verdaderos vínculos con las personas. Aún me enorgullezco de ser alguien que disfruta de estar consigo misma, pero seamos honestos, el ser humano es alguien social por naturaleza y no quería que mi única persona con la que pudiera hablar fuera Danny.

Es por esto que entré con tanta ilusión a casa de Ramiro. Disfrutaba mi nueva faceta de socializar. Después de un par de horas, había logrado entablar conversación con todos los invitados cuando por fin divisé a Benjamín entrando. Por el momento, no se había percatado de mi presencia, así que aproveché para observarlo detenidamente.

Vestía un suéter color vino junto con unos pantalones negros, y sus zapatillas de siempre. Incluso noté que se había afeitado un poco la barba. Sí, era innegablemente atractivo. Fijé mi mirada en cómo saludaba a todos, dando medio abrazo a los hombres y un beso suave en la mejilla a las mujeres, hasta que sus ojos se encontraron con los míos. Pude notar cómo su mirada recorrió mi figura, pero luego, como si algo le incomodara, apartó sus ojos. Pensé que tal vez no me saludaría, ya que se detuvo a conversar con uno de los chicos. Sin embargo, después de unos cinco minutos, finalmente se aproximó hacia donde me encontraba para saludarme.

"Hola, Olivia. Te ves muy linda hoy." dijo mientras me abrazaba. Tal vez estuvo unos segundos de más abrazándome en comparación con los demás, pero eso no significaba nada.

Que en cuanto se apartara quisiera seguir oliendo su perfume tampoco significaba nada.

"Gracias, tú también", dije con seguridad en mi voz, ocultando todos los pensamientos que se agolpaban en mi mente.

Mantuvimos nuestras miradas fijas durante unos instantes, casi como si ninguno quisiera apartarla primero. Creo que estuvo apunto de decir algo más, pero fue interrumpido por la voz de Ramiro "¡Chicos, las pizzas llegaron! ¡A comer!"

La reunión iba de maravilla, había logrado conocer más a mis compañeros e incluso varias lágrimas se me habían escapado de la risa. Ramiro era definitivamente el alma de la fiesta. Sin embargo, el tiempo avanzaba y la mayoría de los invitados se habían marchado. Únicamente quedábamos Benjamín, Ramiro, el chico con el que Ramiro estaba intentando quedar y yo. Fue en ese momento que los chicos propusieron que nos acomodáramos en la sala para disfrutar de una película juntos. No pude evitar que una risa se me escapara cuando Ramiro hizo unas caras cero disimuladas para que lo apoyara y pudiera pasar más rato con el chico que le gustaba. Así que no me quedó de otra que ser buena amiga y quedarme a mirar la película.

Estaba sentada en un extremo del sofá junto a Benjamín, mientras los chicos ocupaban el otro extremo. Fue entonces cuando Ramiro, sin consultarlo, nos reveló que el sofá contaba con un descansa pies y, en un abrir y cerrar de ojos, pasé de estar sentada a prácticamente recostada junto a Benjamín.

De un momento a otro, nuestros cuerpos estuvieron tan cerca que involuntariamente sentí una descarga de electricidad recorriendo mi ser. Ninguno pronunció palabras, ni siquiera alguna mirada. Simplemente permanecímos inmóviles, con nuestros cuerpos pegados. Incluso podía sentir su respiración.

No puedo decir quién tomó la iniciativa, no estoy segura si fue él o fui yo, pero poco a poco nos acercábamos aún más. Pasaron al menos veinte minutos de tensión incómoda, ninguno de los dos se movía, pero mi cuello comenzaba a doler por mantenerlo rígido, evitando mirarlo. Finalmente, me cansé. Sin querer pensarlo demasiado, apoyé mi cabeza en su hombro y me acomodé cómodamente.

Estoy segura que se tensó, incluso creí que me apartaría, pensé en que debía hacerlo yo. Pero estaba realmente cansada y estar así, por alguna razón, se sentía bien, así que no me moví y él no dijo nada. Pasaron algunos segundos y sentí como levantó su brazo para rodear mi cuerpo y colocarlo en mi cintura. No me estaba agarrando, simplemente, dejó caer su mano, como si allí perteneciese.

Pensé, "¿qué diablos está pasando?" Estuve a punto de moverme porque esto que estábamos haciendo no era correcto, pero entonces subió su mano hasta mi cabeza y comenzó a acariciarme el cabello de una manera que hizo que me relajara. Supongo que no quise terminar con ese momento, así que me quedé ahí. Me acerqué más a él y coloqué mi cabeza sobre su pecho. Fue ahí, en ese instante, que pude escuchar su corazón. Latía. Latía muy rápido. Latía tan rápido que por un segundo pensé que le iba a estallar, pero después, sonreí.

Sonreí porque su corazón estaba latiendo de esa manera por mí.

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En el momento en que abrí los ojos me di cuenta de lo que había sucedido: me había quedado dormida. Mientras estaba allí, casi abrazada a Benjamín. Mis ojos se abrieron sorprendidos al darme cuenta de la cercanía entre nuestros cuerpos. Con cuidado, me moví un poco para sentarme, creando algo de distancia entre nosotros. Mi mente estaba llena de preguntas sobre qué decirle, cómo disculparme y cómo afrontar esta situación inesperada.

Fue en ese momento que Benjamin colocó su mano sobre la mía y volteé para mirarlo. "Está todo bien, Olivia", dijo, sus cejas fruncidas mostrando su preocupación. "¿Puedo llevarte a casa? No quiero que vayas sola en taxi a estas horas". Al escuchar sus palabras, miré mi teléfono y me di cuenta de que casi eran las cuatro de la mañana. Dios, Danny debía estar tan preocupado. Revisé mis mensajes y me sorprendí al darme cuenta de que no había recibido ni uno suyo durante toda la noche.

"Está bien, vámonos", respondí con suavidad. Después de despedirnos de Ramiro y su amigo, nos alejamos. Pensé que el camino desde el apartamento hasta el estacionamiento había sido incómodo, pero pronto me di cuenta de que lo más incómodo era estar en el automóvil con él, en silencio, mientras conducía hacia mi departamento.

La tensión en el aire era casi palpable. Traté con todas mis fuerzas de evitar mirarlo, tanto por mi propia vergüenza como por el hecho de que lucía increíblemente atractivo al volante. Si me atrapaba mirándolo, sabría lo que estaba pasando por mi mente. Pero, sinceramente, ¿qué hombre no se ve atractivo mientras conduce, con su cabello ligeramente despeinado y una sola mano en el volante?

De repente, rompiendo el absurdo silencio, él habló: "Sabes que no pasa nada, ¿verdad?". Volteé para mirarlo. Estábamos detenidos en un semáforo en rojo, así que aprovechamos ese momento para intercambiar miradas. En ese instante, él irradiaba confianza y seguridad, y de alguna manera eso me molestó. No entendía cómo podía estar tan tranquilo después de haber compartido un momento tan íntimo y diferente entre nosotros. Mientras yo apenas podía enfrentarlo, él parecía comportarse como si fuera algo común en su vida. "No pasa absolutamente nada", respondí.

Al llegar a mi edificio insistió en acompañarme. Juntos, subimos en el ascensor, sumando otro momento incómodo a la lista de esta noche. Parada frente a mi puerta, lista para despedirnos, colocó sus manos sobre mis hombros, deteniéndome frente a él. "No te tortures pensando tanto", susurró, y depositó un beso suave en mi mejilla. "Nos vemos el lunes", agregó antes de alejarse.

Observé las puertas del ascensor cerrarse mientras él se marchaba. Luego, entré en mi departamento. Casi como un autómata, me cambié a mi pijama, retiré el maquillaje y me acosté en la cama. Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. ¿Era incorrecto lo que había pasado? ¿Estaba exagerando mis pensamientos? No tenía ni idea. Pero lo que resonaba con más fuerza en mi mente era si debía contarle a Danny lo sucedido.

MIENTRAS NADIE VEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora