12. Adiós, señora Parker

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Me quedé un rato en la cama sentada pensando en la noticia que me acababan de dar, no me podía creer que mi otra madre, mi amiga y mi confesora, se haya ido.

Se hicieron las 8:00h, me duché y me vestí, me puse unos pantalones vaqueros largos y una camiseta de manga corta, me puse unas zapatillas Converse y en el pelo me hice una coleta.

Salí de casa y cerré con llave. Intentaba evitar mirar hacia la puerta de James, pero mientras esperaba el ascensor, la puerta se abrió y salió James.

-Hola Emma ¿Estás bien? Te he escuchado antes gritar-. Preguntó  James.

-La señora Parker ha fallecido esta noche mientras dormía, me han avisado hace un rato-. Le respondí sin mirarle a la cara.

-¿Qué? Lo siento mucho, era una mujer excepcional-. Me dijo.

-Gracias-. Dije mientras miraba al ascensor.

-Emma...yo...-. Empezó diciendo James mientras intentaba acariciarme el brazo.

Yo aparté el brazo, no quería que me tocara y en ese momento se abrió la puerta del ascensor.

-Ya está aquí el ascensor, me voy, voy a pasar la noche allí, el entierro es mañana, volveré cuando acabe todo y...no quiero verte nunca más, James-. Le dije con lágrimas en los ojos.

En ese momento pude ver como a James se le llenaban los ojos de lágrimas y se cerró la puerta del ascensor.

Bajé y al meterme en el coche, cogí el volante con las dos manos y pegué un grito. No podía creer que se me hubiera doblado tanto la vida, no sabía cómo había llegado a esta situación.

-¿Por qué tuve que conocer a James?-. Pensaba dentro de mí mientras conducía.

Cuando llegué a la residencia, estaba ese chico moreno tan simpático y cuando me vio, salió de la recepción y me dio el pésame.

-Sé que no erais familia, pero ella te quería como una hija-. Me dijo el sanitario.

-Era como mi madre-. Le dije.

-Lo sé, siempre estaba hablando de tí-.

Asentí con la cabeza y me acompañó a su habitación, a recoger sus cosas. Recogí toda su ropa y todas sus pertenencias, al abrir uno de los cajones pude ver una foto de nosotras dos, me acordaba de ese día perfectamente, nos fuimos a pasear al parque y no parábamos de reír.

Se me llenaron los ojos de lágrimas al recordar todos los momentos con la señora Parker.

-Disculpe-. Le dije al sanitario.
-¿Dónde está la señora Parker?-. Pregunté.

-En el tanatorio que está detrás de la calle-. Me respondió.

-¿Podría ir a verla?-. Pregunté.

-Claro, voy a llamar enseguida avisando de que va usted a verla-. Dijo.

-Gracias-.

Fui al coche a dejar las pertenencias de la señora Parker y me fui al tanatorio.

Entré por la puerta y vi a un hombre de unos 50 años, calvo y trajeado en la entrada.

-Buenos días, soy Emma Miller, vengo por la señora Parker-. Le dije.

-Si, venga conmigo-. Me dijo el hombre serio.

Le seguí hasta una sala grande y ahí habían muchas puertas, estaba todo lleno de familias que habían perdido a algún ser querido, estaban desolados.
La puerta de la señora Parker estaba sola, no había nadie.

-Es aquí-. Dijo el hombre señalando a la puerta.

-Gracias-. Le dije.

Entré y ahí había un cristal grande y pude ver, a través de él, el ataúd de la señora Parker abierto y a ella dentro, su rostro radiaba felicidad, tranquilidad y descanso.

Querido vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora