Naciste en 2019, ya habían pasado 6 años desde que los infectados arrasaron el mundo. Ahora, te llevan a Boston a una escuela militar, tu acompañante de asiento que en un principio pensaste que solo la verías una vez en la vida, en realidad seria la...
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—Así que viniste a este lugar porque le clavaste un compás en la rodilla a un niño...
—Se lo merecía —respondió Ellie sin titubear.
—Lo imagino. Por lo menos sé que nunca tengo que provocarte.
—¡Exacto! Y sobre todo ahora, ya que soy más peligrosa que antes —vociferó Ellie, inflando el pecho con un tono egocéntrico.
Era difícil no reírme. La conversación fluía con una ligereza que no sentía hace tiempo. Estábamos sentados en el comedor durante la hora del almuerzo, y por primera vez, realmente me la estaba pasando bien.
—¿Y tú? ¿Por qué te trasladaron aquí? —preguntó Ellie, inclinándose ligeramente hacia adelante, claramente interesada.
—No es la gran cosa —dije, encogiéndome de hombros—. Me pillaron robando.
—¡¿Eso no más?! Yo pensaba que habías matado a alguien.
—¿Qué mierda piensas de mí, Ellie? —respondí, sorprendido pero divertido—. Si hubiese sido eso, me habrían fusilado.
Ellie se rió, y yo aproveché para continuar.
—Esa fue la excusa que pusieron para trasladarme. La verdad es que... me gustaba generar revueltas en la escuela. Aunque solo algunos sabían que yo las originaba. Al principio, éramos pocos: Riley, yo y otros más. Nos cubríamos la cara con ropa vieja y desgastada, siempre cuidando de que no nos pillaran. Una vez lo hicieron, pero logré salir sin daño... soborné a un militar con alcohol.
—¿Y cómo te descubrieron entonces? —preguntó Ellie, sus ojos brillando de curiosidad.
—Al principio, las revueltas eran pequeñas. Pero con el tiempo, más y más niños comenzaron a sumarse, y estas se volvían cada vez más caóticas. Llegó un punto en que todo se hacía de manera espontánea, sin que yo siquiera las iniciara. Se volvió casi cotidiano.
Me detuve un momento, recordando.
—Todo iba bien, o eso pensé, hasta que me di cuenta de que ya no significaban nada. La gente lo veía como un juego. Y entonces trasladaron a Riley por no hacer las tareas que le asignaban. Me quedé solo... me vine abajo. Dejé de pelear y me convertí en otro niño obediente.
Ellie me observaba con atención, esperando a que continuara.
—Un día, de repente, me dijeron que me trasladarían a Boston. Supongo que alguien de los pocos que sabían la verdad me delató. Pero como no podían enviarme al exterior por algo como "conspiración", inventaron que había robado un peine.
—¡¿Un peine?! ¿Y por esa mierda te trasladaron?
—Sí. Supongo que solo querían librarse de mí.
Ellie soltó una risa incrédula, pero yo no compartí el humor. Estaba desanimado. Hablar de mi pasado con tanta franqueza era extraño y me hacía sentir vulnerable. Dejé de hablar, centrándome en terminar mi plato. Mis ojos se movieron instintivamente por el comedor, buscando a Riley, pero ella no estaba por ninguna parte.