El 2 de noviembre

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El 2 de noviembre, tras la resaca post Halloween, se reanudaron las clases, y con ellas el proyecto. Era reconfortante saberse en la calma de la normalidad y Miguel continuaba progresando, que era lo más importante.

Antes de decir nada, y previo acuerdo entre los miembros de the team, Lola se acercó a la profesora para decirle que, si no había inconveniente, Ally podía unirse a su equipo para el proyecto de lengua. Esta supo ver el gesto generoso de Lola y el resto del grupo, y no pudo decir que no, puesto que Ally tendría que unirse a cualquier grupo sí o sí y formar parte de una investigación para poder ser evaluada, de modo que no hubo ningún problema.

Con este propósito se debían reunir los cinco tras la clases, y Lucía y Juan ya habían quedado en tener esa cita, aunque no fuera para salir, en la noche de Halloween.

Debido a un imprevisto que Lola y Pablo no supieron explicar bien iban a aparecer algo más tarde. Ally ya avisó de que llegaría sobre las siete menos cuarto porque tenía que acompañar a su madre a hacer un recado, así que Lucía se dividió entre querer estar a solas con Juan e intentar evitarlo a toda costa, y esta segunda opción le ponía demasiado intranquila. Aunque decidió relajarse, estaba en su terreno, en su propia casa, ¿por qué tendría que ponerse nerviosa?

A las seis en punto sonó el timbre. Lucía dio un brinco en la cama y el libro que intentaba leer para distraerse cayó al suelo.

— ¡Ya voy yo! —gritó a Magda y a Miguel, que estaban relajados en el salón. También leían.

— Sí —contestó Magda mientras se acomodaba la manta que cubría sus piernas.

En casa se respiraba calma, amor, alegría, paz. Era como si nada pudiera acabar con ese momento, o tal vez sí.

— Hola, Juan —dijo Lucía al abrir la puerta. El rojo volvió a sus mejillas.

— Hola. ¿Soy el primero?

— Me temo que sí. Pasa.

Tras señalarle las escaleras para que subiera delante de ella, se dirigieron a la buhardilla. Lucía deseaba con todas sus fuerzas que llegaran los demás. ¿Qué iba ella a hacer mientras no venían Lola, Pablo y Ally? Sólo se le ocurría romper el hielo ofreciéndole algo de beber.

— ¿Te apetece tomar algo?

—Pues, una Coca Cola estaría bien. Si no, no pasa nada.

Era obvio que Juan debía estar sediento, pues fue a casa de Lucía directamente desde el entrenamiento de fútbol. Entrenaba tres días a la semana desde que tenía cinco años. Le encantaba, era bueno, aunque sabía que no se dedicaría a ello.

Al bajar a la cocina se oyó un:

— ¿Está todo bien, hija?

— Sí abuela, todo bien. Tranquila.

Ya en la buhardilla, mientras ponía la bandeja sobre una mesa cercana al roído sofá que decoraba el espacio, Lucía intentó sacar tema de conversación.

— ¿Qué tal la fiesta?

— Bien, no creas que fue para tanto. Lo de siempre. Bueno, estuvo bien, pero nada fuera de lo normal.

Juan deseaba decirle: «como te fuiste, ya no me interesaba quedarme más tiempo», pero no se atrevió.

— Ya, bueno, es que Halloween es Halloween, no da para más.

Sus palabras le hicieron lamentarse, «¿para qué dices eso?»

—Sí, ya...

A los dos les costaba mirarse a la cara. Resultaba difícil hablar con una persona a la que apenas conoces sobre todo si te gusta. Era una mezcla entre gusto y disgusto, placer y dolor, todo a partes iguales.

Lucía y la cámara olvidada (Libro I Trilogía The Team). Borrador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora