𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝘁𝘄𝗲𝗹𝘃𝗲

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Cloe's pov.

Las horas pasaban y yo cada vez me desesperaba más, aunque si quería vivir tendría que hacer lo que Antony ordenara

- Los primeros días siempre son terribles, pero te terminarás acostumbrando, no te asustes.- Chelle estaba sentada en un taburete frente a mí.

- No quiero estar aquí.- respondí en un sollozo gracias a las lágrimas que no paraban de salir.

- Linda, creéme que nadie quiere estar aquí.- su rostro demostraba pena y cansancio, seguro no era fácil tener que acostarte con extraños todas las noches.

Antes que pudiera responder, el ruido de las bisagras de la puerta me interrumpieron, dejando a la vista al gran hijo de puta de Antony.

- Ya van a ser las ocho de la noche y ustedes no están preparadas.- se quejó enfadado.

- Lo lamento, ya vamos.- Chelle se disculpó aunque no tenía la culpa, y me llevó arrastrando de mi antebrazo detrás de ella.

- ¿Por qué te disculpas? No es tan tarde.- no entendía por qué ella era tan sumisa a él.

-  A veces tienes que guardar silencio y obedecer.- respondió entrando al vestidor del cual sacó unas prendas diminutas.

- Olvida que me pondré eso.- ella tomó una falda de cuero junto a una camiseta casi transparente que dejaba todo a la vista.

- Lo harás si no quieres un agujero en tu perfecto rostro.- habló irónica y yo tragué saliva.

Quedé en completo silencio, tan solo imaginar la escena me generaba pánico.

- Oye Cloe, ¿Cómo es la vida allá afuera? Digo, eres muy famosa y todas las noticias hablan de tu repentina desapareción.- cuestionó hurgando por el gigante armario lleno de prendas diminutas.

Por un momento olvidé mi fama y la muerte de mi madre, aunque no anhelaba mi vida pasada.

- Es realmente cansador, pero como dices tú, te terminas acostumbrando.- ella se limitó a responder, tampoco quería que lo hiciera, no estaba de buen humor.

- Ponte esto.- me lanzó un vestido rojo de cuero brilloso color rojo, que por supuesto, no dejaba nada a la imaginación.

- Lo siento Michelle, pero no me pondré esto.- ella me observó de arriba a abajo con mala gana.

- Cloe, si no lo haces Antony se molestara y creo que es lo último que quieres.- observé el vestido y bufé para comenzar a desvestirme

- Te dejaré sola, así puedes vestirte tranquila.- sonrió una vez mas cerrando la puerta detrás de ella.

Busqué una forma de escapar, pero las ventanas tenían barrotes y salir de allí corriendo no era una opción. Me resigné y comencé a vestirme con aquel ceñido vestido que por cierto, era sumamente incómodo.

Una vez vestida salí de la habitación, bajando las escaleras para encontrarme con Chelle, pero no fué así, sin embargo, Antony apareció frente a mí.

- Estás bella cariño, hoy quiero que trabajes duro y te portes bien.- rozó su nariz por mí cuello, susurrando en el lóbulo de mi oreja y provocándome escalofríos en todo el cuerpo.

No respondí ya que no quería meterme en problemas, aunque tenía una maratón de insultos para lanzarle, me retuve, no llegaría a ninguna parte si lo insultaba, o tal vez sí pero a mi tumba.

Me tomo de mi muñeca y me arrastró escaleras abajo, llegando al estacionamiento del cual me obligó a sentarme en un auto rojo deportivo, alcanzó las llaves dándole marcha al auto rumbo a la carretera.

- ¿A-A dónde me llevas?- el miedo me quebraba la voz.

- A tu primera noche de trabajo.- su siniestra sonrisa me causo arcadas, aunque me retuve a vomitar. Aceleró aún más hasta llagar a las puertas de un club donde la música resaltaba fuera de aquel lugar.

- Te seleccioné en el pool dance, eres una exelente bailarina.- me guiñó un ojo y me arrastró junto a el hacia las puertas de aquel lugar.

El club estaba lleno de hombres lanzando dinero hacia las prostitutas que bailaban en el pool. Como en el aquel otro club, los hombres eran los más abundantes, llenos de deseo y lujuria, algo realmente repugnante.

- Dentro de unos minutos entras tú.- al parecer mis Converse no eran de lo más sexys pero si lo mas cómodo.

- ¡Cloe!- me di la vuelta al escuchar ser llamada por una voz femenina. — Pensé que vendrías con nosotras en la furgoneta.- era Michelle.

- En realidad me trajo Antony.- lo señalé pero el ya no estaba, sin embargo, dos de sus agentes estaban detrás mía.

- Da igual, ¡Vamos! ¿¡Que esperas!? ¡Entra!- no entendía de dónde venía esa exaltación, nadie se alegraría sabiendo que tendría que acostarse con un extraño aquella noche, aunque su voz era irritante pero parecía ser una buena chica.

Ella me arrastró dentro y me obligó a subirme al pool, todos aquellos asquerosos hombres me observaban con lujuria, me desnudaban con tan solo una mirada, aunque si quería que Antony no me asesinara tendría que hacer lo que me pedía. Cerré los ojos, dejándome llevar por la música, tal y como lo hacía en mis clases de baile, comencé a bailar arriba de aquella barra de metal, rozándola contra mi piel como si fuera agua, imaginaba que no había nadie expectando mis movimientos, el aire y yo eramos uno. Hasta que sentí cómo los papeles rozaban mis tacones y escote.

- ¡Baila para mi cariño!- salí de mi trance encontrándome con un hombre de unos sesenta años casi babeando.

- ¡Cierra la puta boca maldito asqueroso!.- cometí un gran error al insultarlo ya que Antony estaba observándome fijamente detrás de la barra. Entré en pánico al verlo dirigirse hacia a mí.

- Cloe, ve al cuarto con el hombre, ahora mismo.- el asco y el pánico recorrió mi cuerpo por completo, ahora tendría que acostarme con ese hombre.

- Antony, juro que no quise-- el me interrumpió pegando una bofetada, sentí todo mi rostro arder por la fuerza que ejerció.

- Dije algo.- decidí no rechistar y obedecí, si lo hacía rápido tal vez no tendría que hacer más trabajo.

El hombre me seguía observando con lujuria y deseo, por lo que respire reiteradas meses y lo llevé a una habitación junto a mí.

Al entrar a la habitación él comenzó a quitarse la ropa.

- Ahora te tendré sola para mí, Muñeca.- traté de no observarlo los ojos para que el asco no me recorriera pero fue imposible.

Me lanzó contra la cama agresivamente, comenzando a quitarme el ajustado vestido hacia abajo.

Antes de que el hombre pudiera quitarse el cinturón, un fuerte estruendo proveniente de la ventana se hizo sonoro y el hombre cayó al piso con un agujero en la cabeza.

Grité de desesperación y pequeñas gotas de sangre saltaron en mi rostro, aunque por un lado agradecí que fuera así.

Michelle entró a la habitación apenas se escuchó y se llevó las manos a la cara al ver al hombre muerto.

- ¿¡Que has hecho!?- gritó en mi cara

- Y-Yo no lo hice.- pero Michelle seguía observándome como si un fuera culpable.

- ¿¡Que carajo hiciste Cloe!?- fue lo último que escuché, me cegué del pánico, me paralicé hasta que todo se convirtió en negro.

¿Quien habría sido el culpable?

𝙋𝙤𝙠𝙚𝙧 𝙁𝙖𝙘𝙚 ; 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora