CAPÍTULO 9

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Alai abrió sus ojos al ser despertado por un tintineo, él frunció el ceño desconcertado, su vista estaba borrosa, como si no los hubiera abierto en mucho tiempo hasta ahora, el tintineo sonó una vez más, él miro sus piernas, de una de ellas resaltaba la brillante cadena que provocaba aquel sonido, lo inquietante no fue el ruido, sino la sangre que cubría sus piernas.

Él se recompuso con rapidez al notarla, eso le causo dolor, mucho dolor que le provoco asco, ¿era por el celo? No, no era eso, temeroso y con las manos temblorosas, Alai llevo sus manos a su pierna, tocándolas con lentitud, él toco la sangre que se escurría por ellas, buscando la herida de la cual provenía.

Su mano subió y subió, hasta que llegaron a cierta zona delicada, de la cual provenía la sangre, era extraño, este cuerpo no era suyo, era el cuerpo de una mujer, él se sorprendió, apartando su mano con rapidez, para luego mirarla y comenzar a respirar con dificultad al notarla cubierta de sangre, caliente y roja sangre.

Él dolor era insoportable, doloroso y desagradable.

Alai miro a su alrededor, encontrándose con lo que parecía ser un cuarto no muy grande, las paredes parecían ser de piedra o algún tipo de material rugoso a la vista, el suelo estaba húmedo, parecía estar mojado, lo cual volvía su cuerpo desnudo mucho más incómodo.

Quería llorar, pero algo se lo impedía, el terror era más fuerte que las ganas de derribarse.

Fue entonces que noto cerca de él un charco de agua, no era uno muy grande, aun así, se acercó a él con lentitud mientras se arrastraba por el suelo, provocándole oleadas de dolor en su vientre bajo por cada pequeño movimiento.

Alai abrió sus ojos horrorizado, la persona en el reflejo no era él, de hecho, reconocer a la persona no lo tranquilizo ni tantito.

Apenas noto el cabello rubio y rizado rozando sus mejillas, el cuerpo mallugado y desnudo de una chica, el dolor en todo su cuerpo se desvaneció, como si de un momento a otro paso de ser el protagonista a ser el espectador en la pesadilla de alguien más.

Podía verla claramente, la hinchazón en su rostro había bajado, era ella sin duda alguna.

Ana, al ver su reflejo se apartó alarmada, retrocediendo con rapidez hasta que su espalda toco la fría y áspera pared, al llegar a ella fue cuando noto el intenso dolor en su cuerpo, ella se abrazó a sí misma desesperada, mirando confundida y con una respiración alterada su alrededor.

De sus ojos llorosos cayo una lagrima y sus labios partidos comenzaron a temblar. Al poco tiempo su rostro se llenó de lágrimas y la pequeña habitación de sollozos.

Alai respiro con dificultad, era igual a los anteriores sueños, estaba ahí, viviendo y mirando aquellas terribles escenas como si fueran reales, más no podía moverse, ni hablar, ni ayudarla.

¿Dónde...? —Ana murmuró para sí misma en voz baja junto a sus sollozos, llamado su atención, él la miro con el ceño fruncido. —¿Qué me hiciste...?

¡¿Qué demonios me hiciste?!—Grito ella desconsolada. —¡Te odio! ¡Te odio! ¡Maldito loco, bastardo, pervertido de mierda! ¡Eres horrible! ¡¿Por qué a mí?! ¡Pudiste escoger a cualquier otra persona!

Alai se sorprendió al ver el enojo en el rostro desastroso de la chica mientras lloraba, gritando sin consuelo mientras pataleaba y tomaba su cabeza con fuerza, ignorando por completo el dolor en su cuerpo.

¿Esta persona... Ana la conocía?

Un chirrido llamo su atención, tal ruido pareció ser la cosa más aterradora del mundo, Ana se congelo y calló al instante, ella giro su rostro con lentitud mientras su respiración se volvía lenta y constante.

LAS FLORES QUE EL BOSQUE SE TRAGO [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora