CAPÍTULO 23

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A pesar de tener una deplorable apariencia por fuera, la casa se veía muy bien por dentro. No había muchos muebles ni mucho menos decoración innecesaria.

Estaba limpia a comparación del enorme patio de afuera, el cual era un mar de hiervas malas creciendo por todos lados.

Alai caminó con su canasta bien agarrada por la habitación que parecía ser la sala; un enorme y largo sillón de cuero la atravesaba; frente a él había una pequeña mesa central, la cual daba la misma impresión que toda la casa; vieja y deprimente.

—Parece que Jonathan hace un buen trabajo manteniendo la casa limpia. —dijo su vieja abuela mientras entraba a la cocina, apenas la atravesó y notó los trastes sucios en el fregadero y la mesa llena de basura; su semblante cambió a uno disgústalo. —También parece que alguien más no ayuda mucho a mantenerla así.

Alai miró el lugar sin expresión y preguntó curioso. —¿No hay nadie?

La verdad. Alai ya conocía la respuesta a esa pregunta. Había dos personas aparte de él y su abuela a los alrededores, pero claro; decir esto en voz alta no era normal.

Su abuela asintió.

—Por supuesto que sí. —ella salió de la cocina mientras decía con molestia. —Ya lo traigo para acá, limpia la mesa.

—¿Qué yo que? —Alai miró la espalda de la anciana desaparecer con incredulidad. Claro, ella no lo escuchó.

Alai suspiró y comenzó a recoger la basura y los platos sucios de la mesa con desagrado. Era obvio que aquí no vivían ni mujeres ni omegas que mantuvieran en orden este lugar. Alai puso los platos en el lavamanos y comenzó a lavarlos con el poco jabón que había.

Sinceramente; sentía que estaba haciendo algo malo con el simple hecho de estar ahí. No tenía ni la menor idea de qué clase de relación tenía su abuela con la familia de Jonathan, pero, suponiendo que venía a verlos de vez en cuando, debían tener una bastante íntima.

Incluso les preparó una tarta de chocolate. Alai se giró y observó la canasta en la mesa. Él miró de nuevo los trastes y continuó lavándolos.

Una cosa era segura; su abuela era una persona muy buena que se preocupaba mucho por los demás. Esa era razón suficiente para hacer todo lo que hacía, ¿no?

Un fuerte portazo lo sacó de sus pensamientos. Ni siquiera se molestó en girarse o pensar de quien se trataba. Pronto sus quejas llegaron a sus oídos. Y entonces, como era de esperarse, aquella persona llegó a la puerta de la cocina y lo observó con el ceño fruncido.

—¿Qué haces aquí?

—¿Tú que crees? —preguntó Alai sin girarse para verlo. —Lavo los platos, ¿no tienes ojos para ver o qué?

Jonathan suspiró con pesadez mientras se acercaba a él. —Deja eso, no deberías estar haciendo esto.

Alai se alejó mientras sacudía sus manos; él observó atento al alfa que comenzó a lavar los trastes con una expresión complicada.

—¿Por qué no abriste la puerta hace un momento? Si sabes que mi abuela tiene una llave de tu casa, ¿verdad?

—Sí, la tiene por precaución. —Respondió Jonathan. Él lo miró de reojo, para después negar y preguntar con molestia. —¿Qué demonios haces aquí? ¿No tienes mejores cosas que hacer?

—Para tu información. —Alai frunció su ceño y puso sus manos en su cintura con enojo. —Fui obligado, mejor dicho, arrastrado a venir aquí, ¿crees que quería pasar la mañana del sábado en tu casa?

Jonathan se mantuvo en silencio y continuó lavando los platos; parecía pensar en algo muy seriamente ante su respuesta. Alai negó y dijo, cruzando sus brazos.

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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LAS FLORES QUE EL BOSQUE SE TRAGO [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora