Una nueva vida

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BLAIR

Una semana antes

—El GPS dice que es aquí, en este edificio—Me dijo Victoria.

Miré por la ventanilla del coche, y la verdad es que si parecía las oficinas de un millonario para blanquear dinero.

—Es aquí—Afirmé yo.

—Ten cuidado, yo estaré aquí esperando.—Asentí ante su comentario.

Salí del coche con la ayuda de mi muleta, que menos mal cada vez la iba necesitando menos. Entré al edificio donde había dos guardias parecidos a un lar de gorilas que preguntaron por mi nombre y cachearon antes de entrar e indicarme la planta a la que me tenía que dirigir. Como me esperaba, la última.

Cogí el ascensor y estuve de pie durante unos largos segundos hasta que este se paró en mi planta.

Una recepcionista me esperaba con una gran sonrisa.

—Señorita Martínez, bienvenida. Jared la espera.—Me indicó la puerta y me la abrió para que yo pudiera pasar.

Di una gran bocanada de aire y me dispuse a entrar.

—Blair ¿Qué te trae por aquí? siéntate.

—Gracias—Me senté en el asiento frente a su mesa dejando la muleta a un lado.—Venía porque quiero hablar contigo seriamente de nuestro plan.

La cara del pelirosa cambió completamente.

—¿Estas desacuerdo con algo?—Posó sus codos en la mesa y entrelazó sus dedos.

—No, el trato estaba muy bien hecho pero he recapacitado y ya no busco una venganza.

—Dígame por qué ¿Te has vuelto a enamorar?

Su mirada se clavó en mis ojos poniéndome nerviosa, aparté la mirada y asentí. Como cuando a una adolescente le pillan sus padres.

—Sí, ya no quiero una vida dentro de este tipo de negocios, quiero dejar la cadena de venganzas que nunca iba a cesar a demás de estar con la persona a quien quiero y por culpa de eso no me había dado cuenta.

—Dime Blair ¿Tú crees que Tom sacrificaría eso por ti?

Miré hacia a bajo sin saber que contestar ¿lo sacrificaría?

—Si el no quiere sacrificar su vida actual aprenderé a vivir entre las sombras, dándole mi ayuda pero sin estar involucrada.

—Respeto tu decisión—Volví a mirarle con duda, no me esperaba a que fuera a ceder tan rápido.—La única condición para dejarte ir es que no le digas las intenciones que teníamos.

—Bien, trato hecho.

Volví a levantarme de la silla cogiendo la muleta que anteriormente había dejado apoyada en la mesa. Bajé de nuevo por el ascensor y me metí en el coche con Victoria.

—¿Todo bien?—Preguntó.

—Extrañamente bien.

(...)

Una semana después.

Volví con Tom al faro, aquel lugar tan importante para él que solo sabía yo de su existencia.

—Ven aquí—Le dije.

Agarré con suavidad su cuello, tirando de él para que volviera a besarme.

Estábamos tumbados entre mantas ya que no teníamos ninguna otra prenda puesta, yo le besaba y él me acariciaba.

Como una pareja real.

𝐌𝐚𝐪𝐮𝐢𝐚𝐯𝐞𝐥𝐢𝐜𝐨 - 𝚃𝚘𝚖 𝙺𝚊𝚞𝚕𝚒𝚝𝚣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora