Nuevo plan

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2 años más tarde

brrrr...

El sonido de la máquina de tatuar resonaba en mis oídos. Una de las maneras de aliviar mi dolor era tatuarme.

Hoy se cumplían dos años de la muerte de mi padre, dos años de puro dolor y sobre todos dos años de puro odio hacia Tom Kaulitz.

—Señorita Martínez, ya está terminado—el tatuador soltó mi brazo.

—Tienes el dinero en aquella mesita—Señalé—Ya puedes irte.

El hombre se levantó, cogió el dinero y se fue por la puerta principal de mi nueva casa.

Tuve que mudarme para que Tom no sospechase el por qué esa casa seguía a nombre de mi padre, al igual que tuve que cambiar los locales de todos mis casinos.

Suspiré. Me levanté y me dirigí el espejo mas cercano a admirar mi nuevo tatuaje.

Estaba tal cual yo lo había pedido, una rosa, algo simple pero significativo al igual que la pequeña paloma de mi hombro. Tenía mas tatuajes distribuidos por el brazo incluso uno en el pecho pero eran pura estética.

Miré el reloj de mi brazo.

17:30 PM

Debería de estar trabajando, pero estaba en un colapso total, Los Kaulitz habían desaparecido hace ya dos meses al igual que sus dos aliados Gustav y Georg.

Se escondieron como ratas. Tom pensó que después de matar a mi padre automáticamente sería el mejor, pero no era así, yo aún seguía aquí, pero el no lo sabía. Nadie lo sabía, todos piensan que la única hija de Martínez murió en un accidente hace ya mucho tiempo.

Tom nunca sospecharía de un muerto.

Así que después de aquella tragedia intenté hundirle. Le hice llegar amenazas anónimas y destruí algunos de los lugares que eran claves en sus ingresos para que llegase a la desesperación.

Aunque ahora la desesperada era yo, no había nada ni nadie que supiese donde esta, no hay si quiera una mísera pista con la que seguir trabajando.

Volví a suspirar.

Sola, en esa casa tan grande me aburría demasiado.

¿Y sí me iba por la noche a una carrera?

(...)

TOM

—Porfa Tom—Suplicó Bill

—He dicho que no.

—Venga llevamos un par de años sin ir a carreras.

—Sí, desde que le ganaron—rió Georg.—¡AU! ¡EL CODAZO SOBRA TOM!

—Tom venga—Bill siguió suplicando.

—Gustav ayudame

—Estoy con ellos.—Gustav me dio una mirada divertida.

Suspiré.

—Vámonos nosotros—agregó Georg.

—No, nadie se mueve de aquí. nos amenazan y atacan nuestros lugares de ingresos ¿En serio os queréis exponer públicamente?

—Sí—afirmaron al unísono.

Los tres se levantaron del sofá de nuestro escondite, agarraron su pistola y después las llaves de sus deportivos. Yo mientras les miraba mordiendo el aro de mi labio inferior.

—Voy con vosotros.

Cogí los mismos objetos que ellos, a demás de mi navaja y salimos los cuatro por la puerta dirigiéndonos cada uno a nuestro deportivo. Yo era el único que en todo este tiempo no lo había cambiado, amaba demasiado este coche.

𝐌𝐚𝐪𝐮𝐢𝐚𝐯𝐞𝐥𝐢𝐜𝐨 - 𝚃𝚘𝚖 𝙺𝚊𝚞𝚕𝚒𝚝𝚣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora