El ataúd lentamente fue cubierto por la tierra y contemplé con un extraño sentimiento de desolación y pérdida cómo colocaban una cruz y terminaban de enterrar aquella caja de madera y con ella, a la mujer más maravillosa del mundo. Aquella que había cuidado de mí cuando estaba completamente solo e indefenso.
Había perdido a mis padres a una temprana edad y por eso no los recordaba, pero ella... ella era mi madre. Me había adoptado y me había amado como si fuera su hijo y ahora, ella estaba muerta.
Anoche nos despedimos con un pequeño beso y las buenas noches, hoy, mamá no se había despertado a su hora habitual y había sido yo quien la había encontrado en cama durmiendo sin ninguna intensión de despertar jamás. Como era verano todos habíamos optado por darle entierro de forma inmediata debido a que el pequeño pueblo donde vivía no contaba con ninguna funeraria y sería complicado tener el cuerpo en vela... nos había parecido cruel a todos, pero no podíamos hacer más que darle un entierro adecuado.
—Lamento mucho tu pérdida, Lucia era una mujer extraordinaria —un aldeano palmeó mi hombro y siguió su camino colina abajo.
Recibí el pésame de los demás y poco a poco se fueron, yo en cambio me quedé un poco más parado frente a la nueva tumba con veladoras, oraciones y coronas de flores recién cortadas y traídas de un pueblo vecino. La cruz de madera tenía grabada la fecha de nacimiento de mi madre y la fecha de hoy, su nombre y unas pequeñas palabras que casi ni se distinguían talladas sobre la madera. Mis manos con ampollas emitieron diversas punzadas cuando las apreté con fuerza y las miré sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a llenar mis ojos. Hasta que ya no pudieron contenerlas y se desbordaron cayendo por mi rostro y, sentí cómo alguien de nuevo posaba su mano en mi hombro, me giré asustado.
—Tranquilo...
—¡Jean! ¿Cuándo volviste?
—¿Crees que es tiempo de hablar de esto? —él sonrió de lado y bajó la mirada hacia la tumba de mi madre—. Lamento mucho esto —susurró—. Sabes que ella era como una madre para mí también y me duele mucho que haya... muerto... ¿no sabes qué pasó?
Negué incapaz de hablar, un nuevo nudo se había formado en mi garganta y sabía que si hablaba mi voz se rompería y sería incapaz de contener el llanto que quería salir a todo pulmón de mi garganta, así que callé.
—¿Qué te pasó en las manos?
—Ah... ayudé al señor Thomas a... —mi voz se quebró—. A... cavar la tumba y...
El cuerpo cálido de Jean me brindó por unos segundos aquella calidez que se había perdido desde hacía años, me gustaba que Jean me abrazara porque su cuerpo era cálido y parecía tener calefacción integrada que tibiaba mi frío corazón. Apoyé mi cabeza en su pecho y comencé a llorar en silencio.
Desde muy temprana edad había sentido que mi vida carecía de sentido alguno y no me gustaba esa sensación extraña que causaba un dolor en mi pecho. Incluso una vez le pedí un deseo a una estrella fugaz, ese deseo fue encontrar aquello que me hacía falta pero con el pasar de los años supe que el pedir un deseo a una estrella fugaz era sólo un mito. Tenía quince años y ahora más que nunca aquél vacío en mi pecho se había extendido...
Era desesperante...
—¿Por qué siempre me quedo solo? —pregunté, Jean tragó saliva y me miró compasivo, no quería la compasión de nadie, quería que me dijeran por qué siempre perdía a mis seres queridos... de pequeño mis padres habían muerto, luego el hombre que me había criado lo había hecho al caer de un caballo y ahora la mujer que era mi segunda madre había muerto sin explicación alguna. Era joven, ¿entonces por qué había muerto?—. Todos siempre desaparecen... se esfuman y me quedo completamente solo... incluso tú...
ESTÁS LEYENDO
El destino y la muerte - Alma Inmortal
Wampiry"Pequeño Ángel, si te hago sufrir una vida, ¿podrías perdonarme?"