34. Ensayo intensivo

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"En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida."

-Robert Penn Warren


Hace dos años

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Hace dos años

Le sangraba la nariz, mientras sentía una profunda anhedonia en su ser. Estaba rota en mil pedazos, observando a través de las verjas un mundo que ya no contemplaba suyo.

Llevaba meses sin notar la calidez de los rayos de sol iluminando su rostro, y la brisa invernal ya no revolvía su ya de por si, rebelde cabello. Había cambiado el sentimiento de amor por un miedo tenaz que controlaba cada palabra o gesto.

Hacía meses que las lágrimas ya no salían, inertes ante unos actos que creía merecer. Odiándose y consumiéndose poco a poco, acompañada de un silencio sepulcral y de humos de cigarros que ya no relajaban.

Contemplaba el cielo estrellado y se imaginaba sobrevolando el páramo con sus alas invisibles mientras todo el dolor se quedaba allí encerrado, atado a la cabaña que en algún momento de su ingenua vida, podría haber llegado a considerar hogar.

Se imaginaba la cara de Leia y la forma en la que sostenía su mano cada vez que llegaban a un semáforo en rojo para que su despistada persona no cruzara el paso de peatones. Recordaba su habitación, los besos en la frente acompañados de "buenas noches".

Pero luego recordó unos ojos azabaches que lo engulleron todo, inundando de oscuridad cualquier tipo de esperanza. Unos ojos azabaches cada vez más idos, cargando bajo ellos un odio incomprensible donde antaño solo hubo amor.

¿Hubo o sólo fue la imaginación de un primer amor iluso lleno de expectativas bajas?

Se limpió la cara y se dejó caer ahí mismo, dejando que el frío suelo de azulejos la recordaran que no era un mero sueño, si no la propia vida en si.


—¿Quieres venir hoy a mi casa? —pregunta el rubio, nervioso.

Matt parece algo inquieto, muerde su labio inferior, ya agrietado y con algunas pielecitas secas. Sus ojos evitan los míos, centrando su atención en cualquier punto que no sea yo.

—En algún sitio tendremos que ensayar. —Sonrío de forma cálida mientras camino a su lado en dirección a la primera clase del día.

Se muerde el labio con más fuerza, como si estuviera miedo de algo.

—Estará mi madre. Le pedí que hiciera tortitas, sé que te gustan.

Habla de forma acelerada, metiendo las manos en sus bolsillos y mirando al frente.

—La señora Hemmings —bromeo mientras toma el asiento vacío que hay a mi lado, al final del aula, justo pegado a la ventana.

—Ella no... —Gruñe y se pasa la mano por el pelo, suspirando después.

Apuesta ¿conseguida? (1) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora