Dieci: Provocaciones

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Viernes 15 de febrero de 2019


Fiorella


Camino entre el grupo de chicas que parlotea de algo que ni siquiera alcanzo a distinguir, Me dirijo a mi casillero para buscar un cambio de ropa limpio. La clase de gimnasia estuvo pesada, y a pesar de que el clima es lo suficientemente frío para no sudar, sé que no huelo a flores en estos momentos.

Me adentro a la ducha para quitarme el mal olor y refrescarme. Una vez termino, me seco y coloco la ropa interior, para después envolverme en la toalla, y salir hacia mi casillero. Con la pequeña llave, abro el candado, desbloqueando la puerta. Al abrirla, algo cae, haciendo que retroceda con violencia. Miro el sobre blanco sin saber qué hacer. De repente, ya no me siento segura. Observo el vestidor con desconfianza, como si cualquiera de las chicas que están aquí hubiera sido la responsable de que esa nota llegara a mí.

Esta vez estoy segura de que Massimo no tiene nada que ver. Después del desastre en el que terminó la salida al Centinela, no hemos estado hablando mucho. Cuando desperté la mañana siguiente, mi cabeza dolía a montones, y apenas abrí los ojos, me levanté con rapidez hacia el baño, devolviendo lo poco que había en mi estómago. Cuando regresé, me topé con un Massimo completamente serio, sentado en un sillón al lado de su cama.

A mi mente no llegaba ni un solo recuerdo de lo que sucedió en la discoteca, al menos no hasta que Massimo me contó lo que Cailin le había dicho. Cuando llega a la parte de que alguien alteró mi bebida, casi entro en un ataque de pánico de solo pensar en que por segunda vez, alguien me ha drogado para hacerme daño. Afortunadamente, los ejercicios que he estado practicando con Karan aparecieron como susurros en mi mente, ayudándome a sobrellevar mi crisis, una que mantuvo a Massimo pendiente los siguientes minutos que seguimos conversando. Después de pedir el desayuno a la habitación, y acompañarme, esperando que no devolviera el estómago otra vez, los días siguientes solo lo ví por las noches, cuando iba a mi habitación a darme un beso de buenas noches, sin decir nada más.

Ajusto el nudo de mi toalla y me agacho para recoger el sobre que permanece inerte al lado de mis pies. Lo tomo con desconfianza, y me siento en la banca detrás de mí para poder leer lo que sea que diga esta vez. Como siempre, no hay remitente, así que solo me dispongo a romper el sobre y leer la carta.


"Mi querida y hermosa Fiorella.

Siento que han pasado siglos desde la última vez que te escribí, pero no te sientas mal. No me he olvidado de ti. He tenido que resolver unos asuntos de suma importancia que no podían esperar. Te pido una disculpa por mi ausencia.

De seguro te preguntarás cómo te ha llegado esta carta, bueno, te sorprendería lo fácil que es sobornar a alguien para conseguir lo que quieres. Por cierto, déjame decirte que esa escenita con Massimo en el estacionamiento no me agradó para nada. Yo tampoco me alegré por lo que esos mocosos te dijeron (no te preocupes, ya me encargué de ellos), pero, sobre todo, me desagradó que el imbécil de D'Amico te haya devorado en público como si fueras un objeto al cual reclamar. Tremendo cavernícola.

Por eso, mi Zapyast'ye. Deberías reconsiderar el estar conmigo, aunque igual vas a terminar en mis brazos. Prometo hacerte la mujer más feliz del mundo, llenarte de regalos y sobre todo hacerte el amor como nadie más lo ha hecho. Serás mía, tenlo por seguro".


Mis ojos no se despegan de la hoja en un buen rato. Solo cuando siento el frío acariciar mi cuerpo, es que me doy cuenta de que sigo en toalla, y el vestidor está casi vacío. Mis manos aprietan la hoja hasta que siento dolor por la fuerza que estoy empleando, pero aún así no le presto atención, porque mi mente sigue en las palabras de ese desconocido.

Massimo "Pasión y Caos" (Familia Peligrosa I) // NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora