Parte 12: Clausuración

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Hace años, el joven Leonardo había escuchado que el encarcelamiento era algo curioso pues se mantiene confinado el cuerpo mientras la mente se mantenía libre, pero siempre se le hizo estúpido porque, aunque fuera cierto, no podía expresar o hacer realidad sus ideas, justo como ahora él y sus amigos se sentían.

— ¿Creen que alguna vez saldremos de aquí? — preguntó Bobby.

— Claro que sí, Iceman — respondió Scott —. Ya les dije que tengo un plan para escapar de aquí.

— Eso dijiste la semana pasada y seguimos aquí — dijo Bobby —. ¿O fue hace dos? La verdad no sé cuánto tiempo llevamos aquí.

— Es lógico Bobby — dijo Hank —. Ni siquiera hemos visto el sol.

— Sea como sea, les quiero compartir unas cuantas cosas antes de que vayamos a morir — añadió el joven de hielo.

— No digas esas estupideces, Iceman — interrumpió Leonardo —. No vamos a morir.

— Eso no lo sabes — habló Ororo para callar a su compañero —. Habla Bobby. Si temes lo peor y quieres hablar, te escucharemos.

Bobby se levantó de su cama y se acercó a la pared de energía que los retenía en sus celdas viendo a sus compañeros a los ojos.

— Lo que les quiero decir es lo que siento por ustedes, mi familia — dijo Bobby —. Yo la verdad estaba aterrado cuando me di cuenta de que era un mutante, ustedes lo vieron cuando me salvaron de los Centinelas. Les estoy muy agradecido por ser mis amigos y compañeros en esta aventura.

Se hizo un silencio incómodo para todos, pero sonrieron sintiendo empatía que se expresó con palabras.

— Yo había ido a Harvard y ya estaba por graduarme hasta que mis poderes se manifestaron lo que hizo que me expulsaran — dijo Hank —. Estuve yendo sin rumbo por casi un año hasta que el profesor fue por mí y me ofreció terminar mis estudios en su escuela. Lo que más quería en ese momento era obtener mi título, pero estoy muy feliz de encontrar algo que no había estado buscando.

— Yo había estado robando para sobrevivir cuando vivía en el Cairo — decía Ororo —. No recuerdo a mis padres y solo hice lo que pude para vivir lo mejor que podía con lo poco que tenía. Conocí al profesor cuando intenté robarle su billetera, me dio una oportunidad que me costó mucho creer, pero al estar en la mansión me sentí... libre.

— Pues mi padre ocultó por años mis alas — les decía Warren —. Sobornó a muchos doctores y autoridades para ocultar lo que soy, incluso les pidió a sus científicos que investigaran una manera de quitarme las alas. Me alegro de que no encontrara una "cura", como él llamaba a mi condición.

— Bueno, yo estuve yendo de psiquiatra en psiquiatra después de que mi mejor amiga morir por un accidente de auto cuando yo era niña — dijo Jean —. Entré en su mente en sus últimos momentos y fue lo más horrible que he sentido en toda mi vida. No diré que ya lo olvidé y está superado porque sería mentira, pero es algo con lo que estoy aprendiendo a vivir sin dejar que interfiera con mi vida. En parte es gracias a ustedes que puedo mejorar.

— Creo que yo estoy en el mismo barco que ustedes — comentó Scott —. Mis padres, mi hermano Alex y yo estábamos en un avión que se iba a estrellar. Fui lanzado por mi madre junto a mi hermano para que usáramos el último paracaídas, pero igual caímos o más bien, yo lo hice. Cuando desperté habían pasado dos años, mi hermano había sido adoptado por otra familia y mis poderes fueron incontrolables. Tenía miedo de que todo solo empeorara y solo deseaba que todo acabara, pero encontrando a más mutantes como yo, dejé de sentir miedo.

Todos entonces voltearon a ver a Leonardo quien solo frunció el ceño estando serio, pero el silencio lo incomodaba así que se resignó a hablar.

— ¿Les canto un corrido o qué?

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