¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Íbamos de regreso en el avión y no podía negar que mis uñas se había vuelto un caos, sabía que Leah me mataría en cuanto viera mis manos, pero la ansiedad que se había desatado en todo el camino a casa había desbocado en mordermelas.
Mi pie se movía sin cesar, y mi corazón se aceleraba en momentos de repentino nerviosismo.
El viaje había sido una locura, aún me dolía el cuerpo en general, había pasado los días más explosivos de mi año escolar pero justo en el último día nos cayó la maldición de tutancamon y tuve un gran accidente con Piero.
Después de eso estuve disociada, Piero no sabe si la protección se rompió estando dentro de mi, o una vez que lo sacó, no podía fiarme de la incertidumbre, estudio en mi último año, a penas cumplí la mayoría de edad, había sido responsable con este tema y por ningún momento planifique algo tan descabellado como esto. ¡Malditas hormonas!
No quiero culpar a los chicos, no hay culpables, pero al girar y ver a Piero a mi lado tan tranquilo con sus ojos cerrados, me daban menos calma.
¿Solo yo estaba preocupada?
Reposé mis manos en mis piernas, a veces tenía ganas de llorar, ¿Y si quedaba embarazada?
—Cálmate Olivia —escuché a Piero a mi lado y noté que no estaba durmiendo. Había sentido que lo miraba desde hace rato.
Fue cuando vi su cara paniqueada aunque quisiera disimularlo.
—¿Crees que...?
—Escucha, cuando lleguemos te tomas una pastilla de emergencia y listo— me tomó la mano —cuánto antes es mejor, ¿está bien?
Asentí pero seguía nerviosa.
—Estuve leyendo, no podrás tomarte otra dentro de tres meses, y por cierto, es costosa para ser solo una pastilla. —opinó Sergio al otro lado y resoplé con una risa.
El dinero no era problema, eran mis nervios y que faltaban mil horas para llegar a casa, y cada segundo contaba porque algo podía fecundarse en mi vientre.
—¿Cuándo es tu próximo periodo? —me preguntó Piero.
—Dentro de unos 5 días más o menos— le dije y él suspiró.
—Esta bien... —Piero trató de guardar calma para que yo también la tuviera.
—Pero la pastilla también puede provocarte retraso...
Nosotros observamos a Sergio con cara de "¿es en serio?" Y decidió subir las manos como en defensa propia y callarse.
Intenté comer algo de comida -sin sabor- en el avión, ya que el sueño fue algo que no pude conciliar.
.
Le dije a Piero que no se preocupara, ya que cuando aterrizamos realmente su cara estaba más asustada que la mía, cada uno tomó un taxi distinto, no quería pararme en medio de una farmacia así que una vez que dejara todo en mi hogar iría a la más cercana y acabaría con esta pesadilla.