|• Capitulo treinta •|

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VALERIA.

— Te vez diferente. —exprese observando a mi madre con cierta preocupación.

Lo que era antes su semblante despavorido y sin brillo que alguna vez existió en esa vieja cabaña donde habité la mayor parte de mi infancia, había desaparecido. Era otro tipo de mujer más activa y joven con un brillo que se expandía por todo el azulado iris de sus ojos. El cabello castaño que lo recordaba más deshidratado y seco, ahora era diferente; ondulado y lleno de vida cayendo en su cintura.

Tenía un mal presentimiento y eso lo percató mientras se acerba a mi con una cara curiosa y los ojos achinados hacía mi figura.

— No te entiendo... —finalmente susurre una vez que estaba lo suficientemente cerca de mi.

— ¿Cual es el problema? —Cuestionó con desaprobación. — ¿!Acaso prefieres que esté en una cama muriéndome!?

Me levanté sobresaltada de la silla con un amargo sentimiento en la boca por esa reacción a la defensiva.

¿Se atrevía a manipularme?

Sentía perfectamente el miedo por el desvío de la conversación, lo sabía porque lo había hecho miles de veces con Hunter para evitar cosas peores y aunque algunas no funcionaron sabía de manera instintiva como reconocerlos y ella lo estaba haciendo conmigo, la única hija que hizo todo lo posible por salvarla y que se mantuviera viva; arriesgándose en el proceso. Entregue mi maldita vida para que al final los eligiera a ellos y no a mi.

Aquella fuerte emoción de desconcierto, dolor y frustración me arropó como una colcha en la tempestad. Recordé perfectamente el sol acariciándome y el viento chocando con mi piel, al igual que el dulce aroma de la libertad. Estaba dolida y apunto de llorar, mis ojos seguramente se cristalizaron porque al final ya no sentía la poca esperanza de vida que me quedaba.

Ella sabía que hizo algo mal y en vez de confesarse ante mi, lo ocultaba tan descaradamente con mentiras. Quería golpearla y hacerla reaccionar, lo que viví me acompañaría por el resto de mi vida.

Esa no era mi madre.

— Valeria, ¿que carajos te pasa? —intentó tranquilizarme a una distancia considerable porque seguro sabía que estaba a punto de estallar de rabia.

— ¡No! Que ! ¿!Que quieres decir mamá!? ¿Que hiciste!? —la pregunta salió sin meditarla por lo exhausta que me sentía debido a la situación de sobresalto, me levanté del asiento con furia y agraviada por la cólera de la traición y su egoísmo.

La cara de esa mujer se transformó en vergüenza como si supiera exactamente a qué me refería, por lo tanto se quedó en silencio. Observándome con la contradicción de explicar o no la situación, como si aquello no me lo tomaría bien y estaba en la correcta, no lo haría y no estaba bien. Desde el momento en que esto llegó a mi vida se tornó oscura y tuve que soportarlo todo por ella.

Esta saludable mujer que veía frente a mis ojos con sugestivo glamour y extremada belleza me confundía. Mi madre que antes estaba postrada en una cama, enferma e incapaz de mover un dedo para poder caminar o si quiera comer había desaparecido. No podría ser que se convirtió en uno de ellos ni en mis peores pesadillas formaba parte de aquel sufrimiento que me atormentaba.

Sin poder controlarme y con la respiración acelerada, solté un grito de frustración y eso espantó a mi madre que me observaba con desconcierto y a su vez enojo.

— Deja de culparme.... —expresó con duda de decir lo que pensaba, sim embargo no se detuvo. — Te gusta Hunter y lo único que odias que están enredados a un destino más fuerte que tu propia voluntad por alejarte. Vives engañándote a ti misma pensando que podrás tenderle una trampa para matarlo pero estoy aquí para decirte Valeria que estás atado a él el resto de tu vida y vivirás con el hasta morirte, porque ustedes son almas gemelas y eso te molesta porque te guste o no eres incapaz de huir.

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