|•Capitulo Veintitrés •|

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HUNTER.

Paso la palma de mi mano derecha por mi cara, con la intención de quitar su saliva de encima. Esta vez si me había enojado, el simple hecho de que me gustara molestarla o hacerla enojar no le quitaba el deber de respetarme; como era debido. Creía que había entendido eso pero al mirar su asustados ojos que a la vez se mantenían con su chispeante valentía, hizo que sonriera de lado sutil y maliciosamente.

Estaba esperando por mi, esperaba que desatara mi furia como siempre lo hacía. No importaba cuan valiente fuera, ella me temía.

Alce mi mano izquierda para tocar su mejilla con la yema de mi pulgar. Y aquel tacto frío de mi dedo provocó que se le erizara la piel, delicadamente como si fuera una vajilla de cristal súper frágil acaricie su mejilla. Mirando fijamente sus ojos y sintiendo la tensión de sus músculos que se relajaban poco a poco.

— Sabes que pasaría si vuelves hacer eso, ¿no? —Exprese con un tono calmado pero con el veneno pronunciado en cada palabra. Ella no respondió aún manteniéndose perdida en mi inexpresiva mirada —. Necesito que mi juguete haga su trabajo.

Sonríe burlescamente al decir eso, puesto que le había recordado sus palabras. Pero nunca la vi de esa manera en realidad, puede que no quiera aceptar que sea mi pareja de vida y que por ese hecho la tratara mal pero no significaba que la consideraba un juego. Me acerqué más a ella, y me puse sobre su pequeño cuerpo que comenzó a temblar. Valeria no esperaba mi movimiento y se dejó caer en la cama pero volteando su rostro hacia otro lado, como si le diera igual lo que haría con ella.

Abrí sus piernas y me posicione entre ellas. Mirando con cierto deseo su cuello y de solo recodar que alguien más tuvo la dicha de morder, me enfurecía. Le había mentido con eso de que la estaba castigando. Cuando en realidad era un trato de familias que la contraria de la otra, mordiera la futura esposa de su adversario. Así se evitaría las peleas de querer poseer y saciar su sangre por algo prohibido.

Nos encantaba lo prohibido y luchábamos hasta tenerlo. Con aquel trato, no había peleas y tampoco sentencias de muerte que buscara la extinción de nuestra egoísta y estresante especie.

— Mírame

Al ordenarlo. No lo hizo, se quedó perdida entre las blancas paredes del gigantesco espacio. La tenia acorrala entre mis manos de cada lado de su cabeza, sosteniendo mi peso con las palmas . Así que con mi mano derecha, agarro su mentón con mis fríos dedos y hago girar su rostro bruscamente para que me mirara.

Sus ojos cristalinos me miraban con un vacío y destellos de culpa. No sabía porque era aquello, pero algo dentro de mi se removió. Como si eso me afectara de alguna forma a mi también, fruncí mi ceño y su mirada apagada me seguía afectado pesé más la observaba.

— ¿Me odias? —Pregunte sin pensarlo.

— Si

— ¿Pero quieres quedarte conmigo?

Parecía dudosa cuando bajo su mirada a mi pecho y después la subió, convencida de las palabras que diría.

Lo que salió de su boca.

Me había dejado curioso y a la vez desconcertado.

Me había dejado curioso y a la vez desconcertado

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VALERIA.

Me dejó sola.

Con el único ruido proveniente de mi respiración algo acelerada por lo sucedido. Todo fue confuso, le respondí aquello con tanta sinceridad que de repente me miro con enojo y lastima. Y se fue, se había ido.

Me removí en la gigantesca cama matrimonial donde le había dado la espalda a la puerta y me encontraba más que sola. Deje salir un suspiro de cansancio ante las situaciones totalmente incomprendidas que me estaban pasando, extrañaba los cálidos brazos de mi madre.

Al día siguiente un ruido en la puerta hizo que me levantara de la cama. Y me sentará en la orilla, mirando confundidamente a la mucama que entraba a la habitación con un uniforme doblado sobre las palmas de sus manos.

— El señor me pidió que le trajera esto, para que se integrara al nuevo colegió que se le asignó a su lado. —Dijo automáticamente como si de un robot se tratara.

Enarque mis cejas hacia bajo, arrugando mi frente en señal de confusión. Me levanté de la cama y me acerqué a ella para observar un poco más aquel refinado y extravagante uniforme.

— ¿Perdón?. Es que no entiendo, ¿asistiere a un colegio nuevo? ¿Con Hunter? —Pregunte confusa y ella asintió con la cabeza.

— Me dio órdenes específicamente para que se pusiera el uniforme. Porque en pocas horas vendrá a buscarla —Al decir aquello extendió sus brazos para que tomara la ropa entre las palmas de sus manos.

Miro sus ojos y después observo la ropa. ¿Que opción tenía?, pues ninguna más que tomarla y irme a lo que sería mi tortura eternamente . Al darme el uniforme entre las palmas de mis manos, la mucama desapareció dejándome nuevamente sola en aquel gigantesco espacio.

Asearme y vestirme con el nuevo uniforme. Que conforme me miraba al espejo no podía creer que mis pies volverían a tocar un instituto. Había dejado mi cabello suelto y rizado cuando estaba en la regadera, mi pálida piel hacía resaltar un poco mis ojeras pero nada que no se pudiera ocultar con una base de maquillaje que era totalmente de mi color. Aquello estaba escondida debajo de la ropa, seguro no querían que se expusieran los abusos físicos y psicológicos que me provocaba Hunter.

La chaqueta escolar azul marino, era encogida y tradicionalmente mordena llevando un sello del escudo de aquella desconocida escuela en forma de un dragón rojo que lo adornaba. Acompañaba con un suerte gris que tenía una V en el cuello, escondiendo sutilmente; debajo la camisa blanca de mangas largas  y una corbata del mismo color que la chaqueta. La falda que me llegaba hasta los muslos, era gris y tenía formas tableadas acompañadas con rayas azules y negras.

Las medias que tenía, tapaban mis rodillas y venían acompañadas con unas botas negras que habían aparecido mágicamente en el baño.

Vampiros tenían que ser.

Al salir del cuarto de baño. Me sorprendí totalmente entreabriendo mi boca para pronunciar una palabra pero cerrándola rápidamente al notar su mirada perdida en el piso. Nunca pensé ver a Hunter con un uniforme, le daba bien en verdad. No se porque sentía que tenía un aire de bad boy, por su pelo negro y alborotado como si le diera igual todo; no podía detallar con claridad ya que estaba sentado en la orilla de mi cama. Con la vista hacia abajo perdida en algún punto en el suelo.

Mi concentración que al igual que él, fue interrumpida por un portazo que hizo que la puerta se abriera bruscamente. Dejando ver la figura masculina de Federico con una sonrisa, enseñando su perfecta dentadura blanca y sus colmillos puntiagudos.

— ¡Otro año escolar! —Expresó con carisma, alzando las manos como si triunfara en algo. Pero las bajo con pereza y su humor cambió radicalmente a una decepción fingida —. Mierda, acabo de recordar que llevo 100 años repitiendo el mismo grado.

Se me hizo imposible no soltar una pequeña risilla. Hasta que fue detenida porque Hunter se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, con las manos puestas dentro del bolsillo de su pantalón de vestir.

— Sígueme, Valeria —Dijo cortante, chocando el hombro de su hermano para hacerlo a un lado y traspasar la puerta.

— Solo falta que te salga humo por la nariz —Bromeó el rubio y reí nuevamente.

Decidí ir detrás de él antes de que el humor de perros que tenía encima. Me lo pegara a mi también, ¿que sería de mi en ese instituto?.

Ya me lo imagino.

Y no sería nada divertido.

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