| • Capítulo veinticuatro • |

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VALERIA.

Habíamos entrado algún tipo de limosina negra, justo cuando nos detuvimos en la orilla de la calle. El transcurso del viaje fue silencioso, por parte de Hunter. En cambio Federico decía tontos chistes para aligerar el ambiente de incomodidad y tensión del lugar. No me tranquilizaba sentir la penetrante mirada de Hunter sobre mi.

Yo estaba de lado de la ventana, Federico frente a mi y Hunter a mi lado a una distancia muy prudente. Deje caer mi cabeza en la ventana del carro, y seguí sumergida en mis pensamientos, pero en medio de tantos pensamientos un intrusivo—Exageradamente caliente— atacó mi mente.

Hunter sentado en la orilla de la cama mientras que yo me encontraba a horcajadas. Sobre sus piernas, y brincaba gloriosamente extasiada, encima de su miembro con el gran deleite de introducirlo más en mi interior.

Mis mejillas ardieron de la vergüenza, y una humedad se empezó a sentir en mi entrepierna realmente incómoda. Dudosamente, gire mi rostro sobre mi hombre izquierdo y mire a Hunter. Parecía que de alguna manera lo llame con la mirada. Ya que me observo, haciendo que nuestras miradas chocaran entre sí. Rápidamente, y con el sonrojo de mis mejillas, desvíe mi vista de sus rojizos ojos intensos.

Volví mi atención a la ventana, viendo como los árboles de pinos pasaban con rapidez delante de mis ojos. Íbamos a un lugar bastante lejos, estaba un poco aterrada de ir a un nuevo instituto.

— Valeria —Llamó mi atención Federico.

Pose mis ojos en su persona, despreocupada y este, me sonrío tratando de aliviar mi nerviosismo.

— ¿Mmm?

— No te preocupes, el instituto está lleno de humanos —Intento tranquilizarme con simpatía y asiento con la cabeza, no muy convencida; volviendo mi vista hacia la ventana.

Cuando llegamos al lugar, me quede sin palabras. Y mis piernas si quiera se movieron en medio de los dos senderos con diferentes destinos. Era un gran y gigantesco castillo, con ventanales trasparentes y un jardín extravagante extenso, con árboles de cerezos florecientes; iguales a la primavera.

Lo cual era bastante extraño, ya que aún seguíamos en el frío otoño.

Me percaté de que este hermoso castillo, lleno de finos materiales, estaba ubicado en una montaña donde las molestosas tiniebla lo ocultaban.

— Tu debes de ir a la izquierda —Me instruyo Federico. — El lugar se divide en dos, la izquierda los humano e híbridos, y la derecha es de los vampiros.

Todavía no podía moverme de medio de los dos senderos, tratando de asimilar la tal y confusa división. Los estudiantes, pasaban de a montones a la izquierda y a la derecha. Mientras que yo, seguía paralizada y el miedo de estar sola se apoderó de mi.

¿Que haría?

¿Sola....?

— Te deseo suerte —Comunico Federico sacándome de mis pensamientos, y dirigiéndose por el largo sendero, lleno de arbustos recortados de formas elegantes rumbo a su destino.

Me llene de una simple emoción de decepción cuando vi a Hunter y Federico alejarse, sinceramente extrañaba el más mínimo roce de su mano contra mi piel, aunque sea un poquito. Esa cierta necesidad me confundía , y me hacía sentir débil e inclusive estupida por pensar así.

Él es solo un idiota.

Decidida puse mis pies en marcha y caminé entre la multitud de estudiantes, que charlaban y reían.

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