❝𝑴𝒆𝒆𝒕 𝒎𝒆 𝒂𝒕 𝑴𝒊𝒅𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕❞
Era verlo todas las medias noches en aquel campo de lavanda, sin falta.
No decía mucho, su lobo hablaba por él.
¿Su destinado podría ser alguien de los 50's?
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Jeon Jungkook tarareaba a gusto una de las canciones que su amigo bailarín le recomendó, de repente conectaba con la canción. Bailaba sin siquiera saberlo, paseando de un lado a otros mientras se preparaba un delicioso desayuno.
Eran apenas las 2:35 pm., sí, había dormido de más, pero jamás se había levantado con la misma sonrisa que ahora portaba.
Cortaba algunos trozos de frutas mientras las bocinas de la casa reproducían invisible stringde fondo a todo volume.
—And isn't just so pretty to think...— tomó un trago de jugo de naranja recién hecho.— all alongthere was some invisible string tying you to me?
Comió como si fuera la mejor comida del mundo, aunque sí lo era, aunque fuese un repostero nato, no quitaba que se defendiera bien en la cocina general.
Me siento feliz
—Yo también.
Terminó aquel desayuno, acompañado de una llamada con su hermano mayor y su cuñado. Ya estaba decidido ellos también llegarían el mes entrante junto a Jimin, Yoongi y sus padres. Ahora solo quedaba el pendiente de confirmar la llegada de Hobi y Jackson.
¿Estaremos solos un mes?
—Así es.— afirmó lavando los platos usados, nada podía arruinar su día, estaba feliz.— ¿Sabes lo que significa, verdad?.
¡Estaremos disponibles para nuestro alfa!
Jungkook rió, sí, se refería a eso. Ya luego se las apañaria para escaparse cada noche a ver al alfa, mientras disfrutaría de aquella compañía que ahora el ver se convertía en necesidad.
—Vamos de compras al pueblo, amigo.— avisó subiendo a la habitación.— hoy no puedo decir que no a comprar la comida, ya no nos queda nada.
El lobo asintió, estando más de acuerdo que nunca. Además, debía mantenerse saludable para verse bien a la media noche.
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Aprovechando el buen humor del humano, el lobito del mismo rogó y suplicó por ser quien saliera a ser las compras; claro que el otro no se negó, ambos estaban del mismo humor. Por lo que ahora el bonito Omega estaba camino al supermercado, luciendo esos preciosos ojos morados y con el suave aroma a fresas que lo caracterizaba.
