Antes de bajar del coche, Crowley se quedó observando la librería. La puerta y las ventanas superiores, así como el cartel de la tienda era lo poco que quedaba intacto. El primer piso del lado norte había desaparecido y la fachada de la planta baja apenas se tenía en pie. En el lado este, las ramas del manzano habían invadido todo el piso superior y parte de la planta baja; sus gruesas raíces habían roto la acera como un riachuelo de madera. El conjunto tenía un extraño efecto onírico y estremecedor, como cuando empieza una pesadilla, pero aún no ha sucedido nada en el sueño.
Suspirando, se bajó del coche y entró por la puerta. Todo estaba igual que como lo había dejado esa mañana excepto por el escritorio y el butacón. Ahora ya no estaban volcados, sino colocados correctamente en medio de la librería. No podían volver a su sitio original pues ahora estaba ocupado por el inmenso árbol que llegaba hasta la planta superior. En cuanto se acercó a él, todas las hojas se agitaron, como si pudieran percibir el temor que infundía Crowley a cualquier miembro del reino vegetal; el demonio le acarició el tronco en un intento de tranquilizarlo, tal y como haría cualquiera con un animal asustado. Por alguna razón, aquel árbol le daba ganas de sentarse bajo su copa, recostarse en su tronco y beber algo de vino mientras pensaba en su ángel perdido, pero contuvo el impulso: había venido a arreglar aquel desastre. A Azirafel no le habría gustado ver la librería en ese estado.
Crowley se acercó a una estantería y chasqueó los dedos con un movimiento ascendente, pero nada pasó. Lo intentó de nuevo con las dos manos, pero el milagro siguió negándose a materializarse. Tocó suavemente el aire y, para su sorpresa, descubrió que el tejido mágico que todo lo envuelve había desaparecido. Resignado, se puso a ordenar la librería al modo humano.
Primero levantó todos los muebles que estaban en el suelo y, poco a poco, fue colocando las pilas de libros en su sitio. Recordaba perfectamente dónde debía estar cada ejemplar. Azirafel llevaba un complicado sistema de organización que tenía en cuenta la fecha de publicación, la temática, el autor y si estaba o no dedicado a él; para Crowley era más sencillo: simplemente había memorizado el lugar de cada libro a fuerza de verlos a lo largo de los siglos.
Había ya anochecido cuando encontró un viejo cuaderno de cuero, lo abrió por la portada y leyó "De los diarios confidenciales de A.Z.Fell. Volumen 604". Sabía que no debía leer aquello, pero una vez más su curiosidad le ganó la batalla a su razón y comenzó a leer. La primera anotación era de 1941. Leyó la historia de aquella noche en la que Crowley le salvó de los nazis y cómo Azirafel describía emocionado su actuación en el West End. El demonio no pudo evitar sonreír al recordar aquella aventura, pero su sonrisa se quebró con el último párrafo: "Esta noche me he dado cuenta no solo de que puedo confiar ciegamente en Crowley, sino también de que un sentimiento mucho más intenso y trascendente se ha instalado entre nosotros; y temo las consecuencias que ese sentimiento pueda tener para ambos. Quizá lo más prudente, por el momento, sea ignorarlo".
—¿Qué? ¿Leyendo algo antes de dormir? —La voz de Shax lo sacó de su tormenta emocional y cerró el cuaderno fingiendo desinterés.
—¿Qué haces aquí, Shax? —Crowley no se movió de donde estaba pero todos sus músculos se tensaron.
Shax entró tranquilamente paseando su mirada por la librería.
—Hoy es un día de celebración en el infierno. El centenario de la Gran Victoria, ya sabes. ¡Ay, no, perdona! Claro que no lo sabes —dijo Shax con ironía—. Estabas echándote una siesta, traidor.
—¿Eso crees? Estaba en una misión lejos de toda esta movida.
—¿Sí? ¿Dejaste solo a tu angelito por una misión? Bueno, si con eso vives más tranquilo... —Shax se había acercado hasta él, lo suficiente como para susurrarle en el oído. —No sabes lo que disfruté viéndolo estallar. Fue... glorioso —dijo enseñando sus colmillos en una sonrisa siniestra.
El demonio se movió por instinto para coger el cuello de Shax, pero su mano se cerró sobre el vacío. Shax estaba ahora junto a una estantería sonriendo con suficiencia.
—¡Oh! Como ves ya manejo la ironía y tengo nuevas habilidades. Ventajas del ascenso a duque del infierno —dijo encogiéndose de hombros—. Prepárate, Crowley —su semblante se volvió serio—, porque vas a ser juzgado por tu cobardía y por tu traición y esta vez no está tu angelito para salvarte de la destrucción. Vendré con una legión de condenados a por ti. No tienes forma de librarte.
Crowley siseó. Confiaba en poder ganar en un cuerpo a cuerpo a Shax, pero no estaba seguro de poder con toda una horda de demonios. Necesitaba pensar en algo rápido.
—No creas. Siempre salgo airoso. —La mejor estrategia con Shax siempre había sido el mostrarse indiferente y seguro de sí mismo, eso la hacía dudar de sus posibilidades.
—Pobre Crowley. Han cambiado mucho las cosas en doscientos años. No tienes ni idea ni de mi actual poder ni cómo ha crecido el ejército demoníaco en este tiempo. No hay nada como ser el bando ganador de una guerra para ganar adeptos. —El nuevo duque del infierno caminaba despacio entre las estanterías mientras hablaba. —Lo que sí estoy segura que sabes es que te has quedado solo. No tienes a nadie en este universo. Y eso te vuelve más vulnerable que nunca.
Shax se había colocado justo detrás de Crowley sin que este se diera cuenta y en ese momento le ponía un cuchillo en la garganta. Nada preocupante para seres como ellos, pero sí que conseguía el efecto intimidante que Shax buscaba.
—No eres bien recibida aquí. —La voz de Muriel sonó extrañamente autoritaria desde la puerta. —Puede que este lugar ya no sea terreno consagrado, pero sigue siendo una propiedad privada. Fuera.
Shax se separó de Crowley con desgana y pasó junto al ángel enseñándole los colmillos. Antes de irse, se dirigió de nuevo al demonio.
—Veo que tienes nueva mascota celestial. Supongo que, a rey muerto, rey puesto, ¿verdad?
Y, chasqueando los dedos desapareció en una nube de humo.
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Soy un demonio. Mentí.
FanfictionTras la marcha de Azirafel, Crowley vuelve a la librería para cuidar de ella cuando se encuentra una desagradable sorpresa. Los maridos inefables tendrán que enfrentarse a toda la cúpula celestial y demoníaca para salvaguardar a la humanidad, pero...