Capítulo 12. Reencuentro

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—¿Ángel? —La voz de Crowley era apenas un susurro de incredulidad.

Se acercó despacio al centro del Jardín incapaz de creer lo que estaba viendo. Ese parecía ser su ángel, pero estaba distinto: sus alas eran más grandes y majestuosas, desprendía un aura de poder que resultaba intimidante, pero lo que más le hacía dudar de que ese fuese de verdad Azirafel era su mirada; se había vuelto más sombría, sin esa chispa juguetona y alegre que lo caracterizaba.

—Ángel, ¿de verdad eres tú?

—Oh, Crowley, querido. ¡Has llegado! Yo... temía que no encontraras el camino, que las pistas fueran demasiado absurdas, que...

Azirafel no pudo acabar la frase. Crowley se abalanzó sobre él en un abrazo que casi lo tira al suelo. En el momento en que había comenzado a hablar, todas las dudas del demonio se habían disipado. Ese era su ángel.

Azirafel le devolvió el abrazo con fuerza, haciendo que sus enormes alas blancas lo rodearan, transmitiéndole una oleada tras otra de calma, paz y amor. Crowley se sobrecogió por toda la mezcla de sentimientos y recordó el tiempo en el que él también fue capaz de transmitir eso con sus alas; deseó en lo más profundo de su corazón ser capaz de devolverle esos sentimientos a Azirafel.

Pasaron unos instantes mas abrazados, sin que ninguno de los dos quisiera separarse del otro, hasta que Azirafel dijo:

—Crowley, tengo mucho que contarte y es urgente que lo haga.

El demonio se separó de mala gana y se sentaron en unas rocas cercanas. Azirafel cogió aire como si estuviera armándose de valor para lo que tenía que decir.

—Lo primero de todo, te debo una gran disculpa—. El ángel carraspeó, se levantó y se puso frente al demonio quien, adivinado sus intenciones, tiró de su mano para que volviera sentarse.

—Nada de bailecitos, angelito. Has dicho que era urgente que me contaras, así que hazlo.

—Está bien. —Azirafel suspiró—. Verás, han pasado muchas cosas en los últimos dos siglos. —Las cejas de Azirafel se alzaron intentando crear expectación en el demonio, cuya mirada hizo que volviera a carraspear y se centrara en el tema—. Bueno, mejor te resumo: ¿te acuerdas del milagrito aquel que hicimos para que no detectaran a Jim? —El demonio levantó una ceja, asintió y el ángel continuó—. Bueno, pues resulta que hizo saltar las alarmas del Metatrón por su poder. Parece ser que cuando tú y yo hacemos un milagro juntos, este es mucho más poderoso de lo que imaginábamos, tanto que el Metatrón se sintió amenazado. Por eso bajó aquel día; quería separarnos para que no siguiéramos explorando ese poder, quería que me convirtiera en Arcángel Supremo porque sabía que yo no podría negarme y que tú no me seguirías al Cielo. Además, te envenenó para que no despertaras en doscientos años y así asegurarse de que estabas fuera de juego.

Un pesado silencio se instauró entre ellos durante unos segundos hasta que el demonio dijo:

—¡Maldito bastardo!

—Lo siento mucho, Crowley. Tenías razón en que eran tóxicos. Siento haber caído en la tentación.

—No es culpa tuya, ángel. Él sabía muy bien lo que hacía, no tienes que explicarme a mí como funcionan las tentaciones. —Azirafel se sintió aliviado—. ¿Qué pasó cuando subiste?, ¿te nombraron Arcángel Supremo o qué?

—Sí, con la bendición de la Todopoderosa incluida en el nombramiento. —El ángel sonrió orgulloso—. Es maravilloso, Crowley, puedo hacer cosas inimaginables, como crear este jardín y convertirlo en el refugio de mi alma todo este tiempo.

—¿Y cuál es la pega? Porque el Cielo nunca juega limpio.

—La pega era que el Segundo Advenimiento requería del sacrificio del Arcángel Supremo para que se llevara a cabo.

Crowley se levantó y comenzó a caminar furioso de un lado a otro.

—¿Por eso renunciaste al puesto?

—¿Cómo...? ¿Cómo sabes que renuncié al puesto? —Azirafel también se levantó y se plantó frente a Crowley, cortándole el paso.

—Muriel. —El demonio hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al dato—. Pero la cuestión es que no funciona así. Uno no renuncia a ser Arcángel Supremo.

—Pero Gabriel renunció.

—No, angelito, a Gabriel lo expulsaron del cielo. Lo único es que se las arregló para salir bien parado.

—Eso significa...

—Significa que por mucho que hayas retrasado las cosas, según dijiste en tu mensaje para que sucediera cuando yo me despertara, van a seguir queriendo tu cabeza para que se cumplan sus planes.

—Vale. Pero ahora que estamos juntos, podemos detenerlos. Si antes juntos éramos muy poderosos, imagínate ahora con mis poderes de Arcángel Supremo. Si es que aún quieres ayudarme, claro.

Crowley lo miró incrédulo: cómo se le ocurría pensar que no querría ayudarle después de todo lo que había pasado.

—Claro que quiero ayudarte, idiota, ¿cómo se te ocurre dudarlo? Pero sabes que eso supondrá tu caída, ¿verdad, angelito? Uno no puede enfrentarse a la Voz de Dios sin sufrir consecuencias, y sigo pensando que el Infierno no te gustaría nada.

—Cuando todo esto acabe no pienso ir al Infierno, ni tampoco volver al Cielo. Quiero seguir con la preciosa, pacífica y frágil existencia que nos habíamos labrado, pero esta vez estando juntos.

El demonio se emocionó ante las palabras de Azirafel. Todo lo que había querido era pasar la eternidad a su lado y hacerlo, no por la fuerza de la costumbre o porque no tuvieran a nadie más, sino porque ambos decidieran estar juntos; sin fingir ser solo amigos, sin fingir que no darían la vida el uno por el otro, sin fingir que no se amaban de una manera tan profunda como ambos sentían. Sus ojos se empezaron a humedecer y, por la fuerza de la costumbre, echó de menos tener sus gafas para poder ponérselas, miró al cielo intentando que las lágrimas no resbalaran por su cara.

—Crowley. —Azirafel se acercó a él, sus cuerpos estaban tan próximos que sus túnicas se rozaban. Lo miró con dulzura, sintiendo lo vulnerable que era en aquel momento el demonio—. Puede que nada dure para siempre, pero tú y yo somos eternos.

Despacio, Azirafel aproximó sus labios a los de Crowley temeroso de que este le rechazara, pero no lo hizo. Sus alas los envolvieron a ambos creando un refugio blanquinegro fuera del cual nada importaba, allí dentro estaban a salvo, estaban juntos. Al besarse, motas de luz aparecieron a su alrededor bañando su refugio con una preciosa luz dorada, una luz pura que parecía bendecirles. Y lo sintieron: sus almas danzando una alrededor de la otra, girando como estrellas en el universo para acabar fusionándose en una sola, brillante y poderosa.

—¡Wow! Eso ha sido... increíble. —El demonio estaba sobrecogido por lo que acaba de sentir. Apoyó su frente en la de Azirafel, negándose a separarse del todo de él.

—Sí, ha sido precioso.

—Podríamos... quedarnos aquí para siempre, angelito. Lejos de los problemas. No es Alfa Centauri, pero nos servirá.

—No, querido, debemos volver y arreglarlo todo. Luego, te juro que encontraremos la manera de estar juntos y tranquilos.

—Está bien. —El tono de Crowley era de fingida derrota—. Te seguiría al fin del mundo todas las veces que hicieran falta. —Azirafel sonrió.

—Pues volvamos.

Se tomaron de la mano y, juntos, chasquearon los dedos, no de arriba a bajo o de abajo arriba, sino en un gesto que iba desde su pecho hacia fuera, pues de ahí venía ahora su poder.

Soy un demonio. Mentí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora